miércoles, 25 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 74 AÑO 2006


El orgullo es uno de esos rasgos de la personalidad que pueden favorecernos o perjudicarnos. Todo depende de la clase de orgullo que sea. Por el lado positivo, el orgullo es señal de una sana autoestima, considerada importante para nuestra felicidad. Por ejemplo, nos produce satisfacción el hacer bien una labor; o nos anima a seguir por la buena senda el que alguien nos exprese que está orgulloso de nosotros por nuestras buenas cualidades o por una situación en la que obramos bien. En su sentido negativo, el orgullo en muchos casos denota una actitud injustificada o exagerada de superioridad. Muy posiblemente la mayoría de nuestros problemas se deben a esa clase de orgullo. El orgullo —en su vertiente negativa— desempeña un papel importante en la mayoría de los conflictos: desde la rivalidad entre hermanos hasta las crisis matrimoniales, desde los choques de personalidad en el ámbito laboral hasta las guerras entre países. Las típicas actitudes ególatras y petulantes nos impiden desarrollar a plenitud nuestras posibilidades, pues nos llevan a desechar la ayuda de personas de quienes podríamos aprender mucho. La soberbia además constituye una de las principales causas de soledad, toda vez que levanta murallas entre los seres humanos. Nos infunde miedo de fracasar, lo que a la postre conduce precisamente al fracaso. Asimismo, nos vuelve criticones, intolerantes e impacientes. En resumidas cuentas, la soberbia es enemiga de la felicidad, si bien al mismo tiempo forma parte integral de nuestra naturaleza humana. No obstante, hay esperanzas; existe un antídoto: la humildad. Por lo general esa virtud es un poco difícil de conseguir, pero eso no quita que esté al alcance de todos. Sólo tenemos que desearla y cultivarla, como sucede con todas las cosas que no nos nacen espontáneamente. Es decir, requiere constancia y esfuerzo. Dios, sin embargo, nos asistirá en ello si ponemos de nuestra parte. «Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad —y no cabe duda de que Él prefiere que seamos humildes y felices y no altivos y conflictivos—, Él nos oye y nos responde» (1 Juan 5:14,15). Gabriel En nombre de Conéctate

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