miércoles, 25 de noviembre de 2009

El éxito


Extracto de Una entrevista con Dios Entrevistador: Pienso que la mayoría de las personas anhelan tener éxito en la vida, aunque la forma en que lo definen pueda variar. A mucha gente le gustaría ser adinerada o alcanzar la fama para ganarse la admiración de los demás, quizás incluso llegar a ser idolatrada. ¿Qué consideras Tú que es el éxito? Dios: Determinar el propósito de tu existencia y cumplirlo. E.: En una entrevista anterior definiste eso en términos de amarte a Ti y amar al prójimo. ¿Eso es todo? D.: Si haces esas dos cosas te irá bien. No obstante, cada individuo tiene un destino personal. Si lo cumple, le irá aún mejor. E.: interesante. ¿Venimos programados para realizar algo grande, para alcanzar alguna meta elevada? D.: Depende de cómo definas eso de grande. E.: Llegar a ser presidente, primer ministro o algo así. D.: Me dan pena los que ansían ser jefes de estado. No, esa es la grandeza a los ojos de los hombres, y no necesariamente corresponde a Mi idea de grandeza. E.: ¿Cuál es la Tuya? D.: Rendir un gran servicio a la humanidad. E.: Pero ser un estadista de renombre sería rendirle un gran servicio a la humanidad, ¿no? D.: Creo que la mayoría de la gente considera más probable que los políticos se presten grandes servicios a sí mismos o a la clase política. Aun el más idealista de ellos tarde o temprano se ve obligado a claudicar de sus principios; algunos incluso se dejan corromper por el sistema político. Me parece que todo el mundo coincidiría en que alguien verdaderamente grande sería más bien alguien como la Madre Teresa. E.: Sin duda era una santa en el más alto sentido de la palabra, pero no esperas que todos alcancemos semejante grado de servicio y entrega, ¿no? D.: Si así fuera, el mundo sería maravilloso, ¿no te parece? E.: Entonces ¿querrías que todos fuéramos así? D.: Si todos fueran así, no habría necesidad de que todos fueran así. No espero esa clase de heroísmo de todo el mundo; pero sería estupendo que hubiera más seres altruistas como ella. E.: Ella sería, entonces, Tu prototipo del éxito. D.: Ella alcanzó el éxito en su vocación. No se dejó disuadir: llevó a cabo su misión con toda la energía espiritual y física de la que fue capaz. Sé que no todos podrían o querrían hacer lo mismo, pero sí pueden poner cierto empeño en hacerles la vida más agradable a sus semejantes. Yo creé a la humanidad de manera que lo más gratificante de todo sea sacrificarse en favor de los demás. Al lado de eso, cualquier otra forma de éxito se ve como bien poca cosa. E.: En ese caso, ¿por qué no somos más los que perseguimos ese ideal? D.: Muchos lo hacen. Unos pocos, a gran escala; la mayoría, en pequeños detalles. Lo que frena a las personas es el egoísmo. E.: Pero todos somos egoístas en mayor o menor medida. Es parte de la naturaleza humana, el instinto de preservación. Si querías que fuéramos altruistas —y según has dicho preferirías que así fuera—, ¿por qué imbuiste de egoísmo al ser humano? D.: El mundo es un banco de pruebas. Aunque el egoísmo es inherente al hombre, también lo es la capacidad de superarlo. Todo individuo tiene la posibilidad de ejercer gran influencia para bien. Basta con que lo desee. E.: ¡Muy interesante! Otro aspecto en que la mayoría quiere tener éxito es en las relaciones humanas. Como es natural, estas son muchas y muy variadas; pero ¿existe una pauta general para alcanzar el éxito en ese aspecto? D.: ¡Sí! ¡La humildad! E.: Pensé que ibas a decir el amor. D.: La humildad es el amor en acción. Es considerar el bienestar ajeno más importante que la propia felicidad. Por tanto la humildad es la clave. E.: Por definición, lo contrario de la humildad es el orgullo. ¿Cabe afirmar, entonces, que el orgullo es lo que ocasiona el fracaso de una relación? D.: ¡Exactamente! E.: No obstante, se nos inculca el orgullo desde la cuna. D.: El orgullo levanta muros entre las personas. La humildad, en cambio, construye puentes. Tiende una mano a los demás. E.: Pero entonces, ¿no te parece bien que uno se enorgullezca de sus logros, de sus habilidades y de sus aptitudes? D.: Existe una diferencia sutil. Es normal que uno se sienta satisfecho después de hacer algo digno de mérito. Pero cuando uno empieza a creerse superior a los demás a causa de lo que ha logrado, está condenado al fracaso. Te diré con toda franqueza que el engreimiento no te va a ayudar en lo más mínimo a disfrutar de relaciones armoniosas. E.: ¿Cómo describirías Tú una buena relación? D.: Una asociación con una o con varias personas con el objeto de obrar un bien mayor. Cuando la gente trabaja mancomunadamente, se produce una sinergia. E.: ¿Definirías la sinergia como la acción de dos o más personas que producen un efecto superior a la suma de sus efectos individuales? D.: Efectivamente. Una vez más, forma parte del esquema fundamental. Trabajando juntas las personas logran más que trabajando por su cuenta. Pero para que una relación de cualquier tipo realmente prospere es imperativo que quienes participen en ella sean humildes. E.: No creo tener del todo claro a qué te refieres con eso de ser humildes. D.: Es estimar al prójimo más que a uno mismo, como dije antes. E.: ¿Y si la otra persona no se desempeña tan bien como yo en ciertos aspectos? D.: Entonces se requiere aún más humildad. Cada persona es diferente; por eso conviene que trates de descubrir qué puedes admirar en los demás. Ser humilde es ponderar a los demás en vez de enaltecerse uno a sí mismo. E.: Por naturaleza no estamos muy acostumbrados a eso. Muchos pensamos que nuestras opiniones son las más acertadas, que nuestros métodos son probablemente los más eficaces, etc. D.: Para los hombres nunca es fácil ser humildes. Tienden a la soberbia. Pero a la larga la humildad siempre compensa; el orgullo no. E.: A mi entender, creaste a los hombres con un montón de tendencias malsanas, como el orgullo y el egoísmo. ¿Por qué? D.: Para que me necesitaran. El mundo es una gigantesca demostración de que para alcanzar el verdadero éxito, aun una criatura tan inteligente como el hombre necesita de Mí. E.: Pero ¿te parece eso justo? ¿Por qué nos creaste con ciertos rasgos que al final aseguran nuestro fracaso? D.: Recuerda que te dije que ayudo a las personas a hacer lo que les pido. No las creé perfectas, es cierto, pero sí con la facultad de optar por el camino que las lleve a la existencia más perfecta que puedan imaginarse. Cuando creé al hombre le otorgué libre albedrío, la posibilidad de escoger entre seguirme y no seguirme. Procuré que los frutos y efectos negativos de la soberbia sean muy evidentes. El orgullo fomenta más el amor que siente uno por sí mismo que el amor a Mí y al prójimo. De ahí que supone un obstáculo a la hora de escoger Mis caminos. Estoy evidenciando ante todo el mundo los beneficios de seguirme con humildad en lugar de optar arrogantemente cada uno por lo suyo. E.: Cuesta hacerse cargo de eso. D.: Sí, pero una vez más es cuestión de fe. Si crees lo que digo y lo pones en práctica, disfrutarás de relaciones armoniosas y asimismo te irá bien en otros aspectos de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario