miércoles, 11 de noviembre de 2009

¡El Cielo al rescate!


Llevamos unos tres años dando clases de la Biblia a internos de una de las cárceles de Johannesburgo. La finalidad es que puedan llevar una vida mejor una vez que sean puestos en libertad. Una de las cosas más importantes que les hemos enseñado es a escuchar al Señor por sus propios medios, a través del don de profecía. Y lo están haciendo. A continuación, un par de testimonios entre los muchos que nos han referido: Sipho es interno de la sección Media B juvenil. Lo conocemos desde hace poco más de un año. Recientemente uno de sus compañeros de celda estaba muy descorazonado, porque hacía mucho tiempo que no recibía ninguna visita de sus familiares. Sipho rogó al Señor que le hablara sobre aquella situación. Jesús le señaló que le dijera a su amigo que no se preocupara, que lo visitarían el sábado siguiente. Requirió mucha fe de parte de Sipho comunicarle al otro muchacho un mensaje tan específico, pero el Señor le había hablado, y cumplió Su promesa. Aquel sábado los familiares del muchacho en efecto fueron a visitarlo. Ahora quiere asistir a nuestras clases de la Biblia para aprender más. Francis fue transferido recientemente a la sección Media A de la prisión, pues ya estaba muy mayor para la sección juvenil. Poco después se hallaba sentado en su cama leyendo la Biblia cuando advirtió que lo observaba un grupo de cinco reclusos desde el otro extremo de la amplia celda que compartían. El Señor le reveló a Francis que aquellos presos estaban planeando matarlo, y que debía acercárseles y entregarles el mensaje del Evangelio. Francis no es muy grande, y además mucho más joven que la mayoría de los presos de esa sección. Con todo, se armó de valor y fue a hablar con ellos. Les dijo: «Sé que están planeando matarme, pero antes que lo hagan, quiero que sepan que Jesús los ama, y yo también». Entonces volvió a sentarse en la cama. Aquella noche tres miembros de la pandilla que tenía pensado matar a Francis fueron a pedirle que les hablara de Jesús. Se habían quedado muy impresionados cuando él les destapó lo que estaban pensando hacer. Ante eso, rezaron y aceptaron a Jesús aquella misma noche. Además de conducir a esos encallecidos presidiarios al Señor, aquella profecía probablemente le salvó la vida a Francis.

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