viernes, 13 de noviembre de 2009

De la propia boca de papá noel


A mí nunca me cayó bien Papá Noel. Mis padres me enseñaron de pequeña que la Navidad estaba dedicada a Cristo, y yo siempre había creído firmemente en eso. Mientras otros niños se pasaban el mes de diciembre escribiendo cartitas a Papá Noel, San Nicolás, Santa Klaus o el Viejo Pascuero y sacándose fotos con el hombre vestido de rojo del centro comercial, yo no quería saber nada de aquel obeso impostor de barba blanca que al parecer le usurpaba al niño Jesús el sitial de honor que le correspondía. Sin embargo, hace dos navidades una empresa artística me contrató para conducir un programa en el que iba a haber bailarines, acróbatas, cantantes de ópera, mascotas de personajes de dibujos animados y, cómo no, el invitado de rigor: Santa Klaus. Así pues, irónicamente, me encontré en el escenario micrófono en mano cantando una cancioncilla absurda sobre la lista de regalos que preparaba Papá Noel para los niños, según se hubieran portado bien o mal. «Ojalá se me ocurriera algo que hacer para que estos niños se acordaran un poco de Jesús en medio de todo esto», pensé mientras entraba en escena el Viejito Pascuero. Traía consigo un enorme saco rojo cargado de regalos. Eso me dio una idea. «Quizá podríamos ofrecer un premio al niño que sea capaz de decir qué cumpleaños se celebra en Navidad». Papá Noel se paseó por el luminoso escenario y luego bajó a saludar a los niños. Yo esperaba que se presentara mi oportunidad, pero no llegó. El director del espectáculo me hizo señas para que apurase el programa y le pasase el micrófono al Viejito, quien dirigiría al público unas palabritas de sabiduría. Me imaginé que fascinaría a los niños con relatos del Polo Norte y renos voladores. En cambio, les pidió que hicieran silencio, y con una simpática sonrisa dijo: —Quiero contarles algo. Escúchenme con atención. Se sentó en el escenario, y los niños lo rodearon, cada uno ansioso de ser el primero en recibir un regalo del refulgente saco rojo que llevaba. —Nunca debemos olvidar por qué celebramos la Navidad —continuó—. Debemos recordar el verdadero motivo. ¿Sabían ustedes que no tiene nada que ver con las fiestas, ni la rica comida, ni los regalos? —Hizo una pausa, y con una gran sonrisa añadió—: Voy a dar un buen premio a los que me sepan decir qué cumpleaños celebramos en Navidad. Todos los niños contestaron gritando a cual más fuerte: —¡El de Jesús! ¡Es el cumpleaños de Jesús! —¡Así es! —respondió Papá Noel—. ¡No se olviden nunca de orar y darle las gracias a Jesús por todo! —Y volviéndose a mí, agregó—: ¿No es cierto? Sonriendo, asentí con la cabeza. El programa había resultado perfecto. Al final, el verdadero invitado de honor había recibido Su homenaje. De la propia boca de Santa Klaus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario