viernes, 20 de noviembre de 2009

DALE QUE DALE

¿Has dudado alguna vez de la real eficacia de las oraciones? Todos lo hacemos en algún momento, en particular cuando hemos orado largo y tendido por cierta situación sin conseguir ningún resultado tangible. La próxima vez que se ponga a prueba tu fe en la oración, ten en cuenta lo siguiente:
EXISTÍA EN CIERTA FÁBRICA UNA LARGA BARRA DE ACERO, COLGADA VERTICALMENTE DE UNA CADENA. PESABA 250 KILOS. CERCA DE ELLA, UN CORCHITO COMÚN Y CORRIENTE PENDÍA DE UN HILO DE SEDA. «EN BREVE VERÁN ALGO QUE A TODAS LUCES PARECE IMPOSIBLE —DIJO EL GUÍA QUE ACOMPAÑABA A UN GRUPO DE VISITANTES—. ESTE CORCHO PONDRÁ EN MOVIMIENTO LA BARRA DE ACERO». EL HOMBRE ACTIVÓ ENTONCES UN MECANISMO QUE IMPULSABA EL CORCHO A GOLPEAR SUAVE Y REPETIDAMENTE LA BARRA DE ACERO. ESTA LÓGICAMENTE PERMANECIÓ INMÓVIL. DURANTE DIEZ MINUTOS EL CORCHO GOLPEÓ LA BARRA DE ACERO CON LA REGULARIDAD DE UN PÉNDULO. ENTONCES LA BARRA DE ACERO COMENZÓ A VIBRAR LIGERAMENTE. AL CABO DE UNA HORA, AQUEL PESADO OBJETO SE BALANCEABA COMO EL PÉNDULO DE UN RELOJ. Por eso, la próxima vez que la influencia que ejerces sobre los demás por medio de tus oraciones te parezca prácticamente nula, recuerda aquel corchito. Dios presta oído a todos nuestros ruegos y los responde a Su tiempo y de la forma que Él considera más conveniente, pero a veces hay que tener paciencia. En muchos casos la gente no cambia de la noche a la mañana, por mucho que hayamos rezado. No obstante, si eres como el corcho, a la larga tu amor y tus oraciones triunfarán. Cada oración es como un golpecito del corcho. Aunque no se vea ningún efecto, con el tiempo irán cobrando ímpetu hasta provocar el efecto deseado. ¿Qué habría pasado si al toparse con aquel pesado objeto el corchito se hubiera empecinado en que era inútil tratar de moverlo, que no cedería? ¿O qué habría pasado si, tras golpear el objeto una o dos veces, se hubiera dado por vencido? ¿O si hubiera pretendido hacerlo a su propio ritmo, rompiendo la cadencia establecida por el operario que lo puso en movimiento? Cuando te parezca que tus plegarias no surten ningún efecto, no te desanimes ni trates de obrar por tu cuenta. La clave del éxito del corcho reside en persistir en su quehacer. Nosotros somos incapaces de cambiar a una persona o de modificar la situación por la que imploramos. Únicamente Dios puede hacer eso. Lo que nos corresponde a nosotros es orar, orar con persistencia, porfiar en dar bien esos golpecitos. Los resultados se producirán en el momento que Dios disponga.

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