domingo, 29 de noviembre de 2009

Cómo lograr que Dios oiga tus oraciones




Creo en la oración, y he sabido de muchas personas cuyas oraciones han sido respondidas; pero las mías parecen ser inútiles. Capaz que estoy haciendo algo mal, pero no sé qué será. ¿Cómo puedo obtener mejores resultados?Cuando oras por alguien o por algo, el primer requisito es tener fe. «Todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11:24). «Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan» (Hebreos 11:6). También hay que observar los siguientes principios elementales:Aunque parezca obvio, es preciso pedir. Es sorprendente cuántas personas se quedan en el mero deseo o en la simple preocupación. No obtienen lo que desean porque no lo piden (Santiago 4:2).A veces pedimos y no recibimos porque no lo hacemos por buenos motivos (Santiago 4:3). Debemos asegurarnos de que nuestros móviles sean puros, confiar en que Dios sabe lo que más nos conviene y aceptar de buen grado Su respuesta, aunque no conteste nuestra plegaria tal y como queríamos o esperábamos.Dios es omnipotente y sin duda quiere darnos lo mejor de lo mejor. Si entiendes y crees esto, te sobrarán motivos para darle las gracias y alabarlo aun antes que te responda. Además, esas alabanzas reforzarán tus oraciones y las llevarán a un plano mucho más elevado.Sin embargo, no se trata solamente de incluir expresiones de alabanza en tu oración; lo importante es más bien la actitud con que reces. Cuando alabas al Señor de todo corazón, demuestras que has depositado tu confianza en Él. Las oraciones que hacemos con plena fe en el poder de Dios y en las que agradecemos todo lo que ya ha hecho y aún ha de hacer por nosotros son vivas manifestaciones de alabanza. Más que rezos frenéticos, son firmes declaraciones de fe. ¿Entiendes la diferencia? Otra clave es hacer de la oración un hábito. Cuanto más ores —aunque sea por cosas triviales de todos los días—, con mayor naturalidad te brotarán las oraciones y más capacidad tendrás de reconocer las respuestas de Dios. La oración y la alabanza van de la mano. Emplearlas juntas es un medio estupendo de incluir a Dios en tu vida cotidiana y tus pensamientos. Cuando las cosas te salgan bien, alábalo; cuando te enfrentes a una dificultad o las cosas marchen mal, agradécele que no siempre sea así. Manifiesta confianza en que de algún modo Él resolverá la situación felizmente, y ruega por la solución. A Él le agrada que tengas una actitud de alabanza y de fe. Como consecuencia, se complace en responder a tus oraciones. «Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón» (Salmo 37:4).

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