martes, 10 de noviembre de 2009

Cómo interpretar LAS PROFECÍAS DE LA BIBLIA 1ª PARTE


Los planes de Dios en cuanto al mundo y a la historia de la humanidad en general, según figuran en las profecías de la Biblia, no van a sufrir ninguna alteración. Los acontecimientos principales, sus protagonistas y el desenlace final se encuentran ya definitivamente establecidos. «Para siempre, oh Señor, permanece Tu Palabra en los Cielos» (Salmo 119:89). «Yo el Señor no cambio» (Malaquías 3:6). Él no cambia, ni Su Palabra. Y Sus planes para el mundo, expresados proféticamente, tampoco van a cambiar. Hay ciertos puntos específicos de los que podemos estar seguros. Sabemos que 1) Jesús va a volver; 2) luego de Su regreso, quienes lo reconozcan como Salvador serán dotados de cuerpos gloriosos y 3) partirán al Cielo durante el arrebatamiento a 4) disfrutar de la Fiesta de las Bodas del Cordero en la esplendorosa Ciudad Celestial, mientras 5) en la Tierra se desatan un infierno y se derrama la ira de Dios sobre los impíos y rebeldes seguidores del Anticristo. Sabemos que luego de esto se producirá 6) la Batalla de Armagedón (derrota total del Anticristo y su régimen), a la que seguirá 7) el Milenio. Además, tenemos conocimiento de que 8) el Milenio concluirá con la Batalla de Gog y Magog, y luego se producirá 9) una restauración total de la superficie terrestre (el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva). Este orden de acontecimientos aparece muy claramente detallado en las Escrituras. No puede ponerse en duda, pues la Biblia lo expone con rigor y precisión. Son datos concretos que conocemos bien, y a medida que nos aproximemos a esos acontecimientos, tendremos una noción más clara y exacta de ellos y de otros relacionados. Si bien todavía ignoramos muchos detalles de estos sucesos futuros, sí se nos dice a qué señales debemos estar atentos, hechos clave que tendrán lugar y a partir de los cuales nos será posible determinar la secuencia y el momento en que se producirán otros acontecimientos de envergadura. Así pues, lo primero que debemos conocer al estudiar la Palabra de Dios son los elementos invariables, los hechos establecidos que vienen respaldados por las Escrituras. Ellos constituyen la base firme sobre la que se asentará nuestra interpretación de las profecías. Es necesario conocer bien esos fundamentos de las profecías bíblicas para poder determinar qué podría suceder, cómo y cuándo. (Nota de la Redacción: La mayoría de esos datos fundamentales se exponen en el librito Ya estaba escrito, editado por Aurora Production.) Bienaventurados los que entienden
En general, los exegetas coinciden en la interpretación de las profecías relativas a hechos históricos. Surgen muy pocas dudas en torno a ellas, por cuanto ya se han cumplido. Los imperios a que se refieren ya surgieron y desaparecieron, y los demás acontecimientos también sucedieron tal como Dios predijo, a veces con cientos de años de antelación. No es, pues, difícil entender o enseñar profecías bíblicas ya cumplidas; como los hechos que anuncian ya han tenido lugar, la interpretación se hace evidente. Al internarse en los acontecimientos del futuro es cuando uno empieza a pisar terreno movedizo. Entonces surgen las diferencias de interpretación o doctrina. Sin embargo, el hecho de que existan lagunas o diferencias de opinión no es motivo para no tratar de esclarecerlas. En la Palabra de Dios dice a quienes leen el libro del Apocalipsis: «Bienaventurados los que oyen y entienden las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas» (Apocalipsis 1:3). Lo mismo se aplica a cualquier otro mensaje profético de las Escrituras. Tratar de entender las profecías de la Biblia, de comparar una con otra hasta arribar a las interpretaciones más plausibles, es algo que requiere esfuerzo. Sin embargo, Dios llama bienaventurado al que lo hace. No es indispensable conocer todos los detalles proféticos referentes al futuro. De una forma u otra se van a cumplir; de modo que no hay que preocuparse por eso. Aun así es conveniente conocerlos todo lo que podamos a fin de advertir e instruir a los demás. Pautas básicas Existen algunas normas básicas para la interpretación de la Palabra de Dios. La primera opción, siempre que sea posible, es interpretarlas literalmente. No debería ser necesaria la interpretación si existe la posibilidad de que el significado sea estrictamente el que señalan las palabras. Hay que tratar de no ver entre líneas ningún significado oculto o fuera de lo común. O sea, si un versículo o un pasaje tiene sentido desde un enfoque literal, es recomendable tomarlo así. Por otra parte, si es algo que no suena lógico ni razonable, o da la impresión de que sea imposible de interpretar de ese modo, puede que se trate de un simbolismo. Se debe entonces analizar el resto del capítulo para ver si se halla allí la explicación. Por ejemplo, está el caso de la imagen y las bestias del libro de Daniel: todas son interpretadas por el ángel o por el hombre que se le aparece a Daniel, o por él mismo. Se nos dice qué representa cada elemento y se nos ofrece la interpretación. Si la explicación no se encuentra en el pasaje mismo, hay que buscar en otra parte de la Biblia a fin de descubrir pasajes en que aparezcan los mismos términos, para ver cómo están empleados y qué significado tienen en esos párrafos. Cuando nos topemos con misterios en la Palabra, lo más importante es dejar que el Autor mismo nos los esclarezca. «Clama a Mí —nos dice en Jeremías 33:3-, y Yo te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces». Pide a Dios que te guíe paso a paso hasta dar con la interpretación acertada. Naturalmente, habrá cosas que Él no te revelará todavía. Quizá no te hace falta saberlo, porque su cumplimiento aún está lejano. Pero no dejes de preguntar, buscar y llamar, y cuando sea el momento oportuno, Él te abrirá el entendimiento.

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