viernes, 13 de noviembre de 2009

Almuerzo con Dios


Había una vez un niñito que quería conocer a Dios. Sabiendo que éste vivía muy lejos, se surtió de paquetes de galletas y botellas de jugo. Las guardó en su maleta y partió. Apenas si había caminado unas pocas cuadras, se topó con un anciano en una plaza. El hombre se hallaba sentado junto a un estanque dando de comer a los pájaros. El pequeño se sentó a su lado, abrió su maleta y, cuando se disponía a disfrutar de una bebida, advirtió que el anciano tenía hambre. Así que le ofreció una galleta. El abuelo la aceptó con gratitud y le sonrió. Aquella sonrisa era tan hermosa que el niño quiso reeditarla. Total que le ofreció una bebida. El hombre volvió a sonreír, con lo que el niño quedó encantado. Así estuvieron toda la tarde comiendo y sonriendo, casi sin pronunciar palabra. Al caer la tarde, el chiquillo se sintió cansado y se levantó para marcharse. Pero apenas hubo dado unos pasos, se dio la vuelta y regresó corriendo a darle un abrazo al anciano. Él le regaló una enorme sonrisa, la mayor que le había mostrado hasta ese momento. Cuando el niño volvió a su casa, su madre se mostró sorprendida por la expresión de alegría reflejada en su rostro. —¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento? —le preguntó. —Almorcé con Dios —respondió el pequeño. Y antes que su madre pronunciara palabra, añadió: —¿Sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más linda que he visto! Entretanto, el anciano regresó radiante a la casa que compartía con su hijo ya crecido. Éste quedó impresionado con la expresión de paz que exhibía su padre, y le preguntó: —Papá, ¿qué hiciste hoy que se te ve tan contento? —Comí galletas con Dios en la plaza —respondió el anciano. Y antes de que su hijo tuviera ocasión de responder, añadió: —¿Sabes? Es mucho más joven de lo que me imaginaba. Con frecuencia subestimamos el efecto que pueden tener una caricia, una sonrisa, unas palabras amables, nuestra buena disposición a escuchar, un elogio sincero o el más nimio gesto de consideración. Todas esas cosas tienen la capacidad de tornar un día cualquiera en uno muy especial, y de causar una transformación en la vida de una persona.

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