jueves, 19 de noviembre de 2009

Algo del otro mundo


En la actualidad mucha gente está dándose cuenta de que el mundo espiritual es muy real, de que existe algo que trasciende nuestro mundo cuatridimensional delimitado por la longitud, la altura, la anchura y el tiempo. Muchos anhelan sinceramente descubrir la verdad y una espiritualidad genuina. Lamentablemente, en numerosas ocasiones recurren a personas que no saben nada del tema. Y en su búsqueda de realidades espirituales no les queda más remedio que probar otros medios que les permitan conectarse con la dimensión del espíritu. Pero la mayoría no tiene conciencia del terreno en que está hurgando. El mundo espiritual tiene dos facetas, una buena y una mala, y las fuerzas que pugnan en él son muy poderosas. De modo que quien penetra en esa esfera sin la guía y protección del Señor está jugando con fuego. Por eso tanta gente se vuelve loca cuando incursiona en el ocultismo o toma alucinógenos. Vislumbra el lado oscuro del mundo del espíritu sin estar preparada para lo que ve y sin ninguna protección. Lo mismo les sucede a algunos científicos y a otros estudiosos de los fenómenos paranormales como la percepción extrasensorial, la telepatía y la hipnosis. Lo que la mayoría quizá no comprende es que se enfrenta a fuerzas espirituales ligadas a la dimensión sobrenatural. En los últimos tiempos se han puesto de moda películas que han vuelto a despertar el interés de la gente por el mundo espiritual. Desgraciadamente, suelen acentuar el aspecto negativo del tema —el Diablo y sus fechorías— y plasmar horrores que no siempre son fantasías del guionista. Los demonios son un fenómeno tan común hoy en día como en todas las épocas.La guerra espiritual Como puntualizó el apóstol Pablo, no luchamos «contra sangre y carne, sino contra [...] los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efesios 6:12). Nuestra vida cotidiana, los acontecimientos que se producen y, en última instancia, el futuro del mundo se ven influidos por las batallas que se libran en la dimensión espiritual entre Dios y Sus ángeles por un lado, y el Diablo y sus demonios por el otro. Lo que sucede en la superficie no es sino una manifestación física de la verdadera acción, que se desarrolla en el mundo de los espíritus. Aunque mucha gente se ve atormentada por demonios y necesita liberarse de ellos, no entiende que su enfermedad es de índole espiritual, o bien no sabe cómo valerse de la ayuda del Señor. Por ejemplo, muchos médicos y siquiatras tratan la esquizofrenia como si fuera un trastorno puramente psicológico o fisiológico. Para contrarrestarlo emplean medicamentos, cuando en realidad la causa en muchos casos es de orden espiritual. Nosotros también desempeñamos un papel trascendental en la guerra espiritual, pues estamos en condiciones de determinar el desenlace según las decisiones que tomemos y el fervor con que oremos. Tenemos autoridad sobre todos los demonios del infierno y sobre el Diablo mismo gracias al poder que Jesús prometió a Sus seguidores (Lucas 10:19). Por ejemplo, en el caso de que una persona se vea atormentada mental o emocionalmente por espíritus perversos, podemos ordenarles que se marchen y dejen de afligirla.El aspecto tenebroso Pero ¿qué hay del culto al Diablo, la brujería, la magia negra, etc.? ¿Es posible recurrir a fuerzas espirituales para influir en otras personas o hechizarlas? Veamos: así como Dios tiene Sus medios de comunicación en el mundo de los espíritus, también los tiene su imitador, el Diablo. Así como Dios tiene Sus hijos, el Diablo tiene sus cautivos. ¡Así como el Espíritu de Dios puede poseernos a nosotros que somos hijos de Dios, el espíritu del Diablo puede poseer a sus hijos! Dios ha estimado conveniente otorgar al Diablo cierto poder y control en la dimensión espiritual, siempre dentro de ciertos límites. La magia negra, la demonolatría y otras vertientes del ocultismo no son supercherías; existen realmente. Y quienes las practican ejercen verdadero poder. Así como los hijos de Dios pueden acudir a Él y pedirle que ayude a ciertas personas o que intervenga en determinada situación, los hijos del Diablo pueden comunicarse con él para maldecir a otros. Dios ha concedido ciertos poderes al Diablo, particularmente sobre sus hijos, los que han rechazado a Cristo y por ende carecen de la protección del Espíritu de Dios. Por misericordia, el Señor da a todos cierta inmunidad o protección contra la influencia de Satanás hasta el momento en que deciden aceptar o rechazar a Jesús. Quienes rechazan la verdad se exponen a ser presa de las mentiras del Diablo (2 Tesalonicenses 2:10,11).El bando de Dios Naturalmente, existe también la parte buena del mundo de los espíritus: la de la luz, en la que moran el propio Dios, Su Hijo Jesús, el Espíritu Santo y muchos otros espíritus buenos. Entre estos se cuentan los siete espíritus de Dios mencionados en Apocalipsis 4:5; las siete estrellas o ángeles o espíritus de las siete iglesias de Apocalipsis 1:20; los cuatro espíritus de los cielos de Zacarías 6:5, y un sinnúmero de otros mensajeros celestiales, ángeles y espíritus de Dios referidos en la Biblia, además de los espíritus de los santos difuntos. Todos ellos evidentemente son buenos espíritus. Es a estos a los que alude Pablo en Hebreos 12:1, la «grande nube de testigos» que tenemos en derredor nuestro ahora mismo. A semejanza de una nube, que se compone de millones de partículas de agua, esa nube consta de millones de espíritus buenos. En otro pasaje, Pablo hace la siguiente pregunta retórica: «¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?» (Hebreos 1:14). Es decir, que no solo nos observan, sino que velan por nosotros, nos amparan y procuran influir en nosotros para bien. De principio a fin, la Biblia está salpicada de promesas de protección espiritual, por ejemplo: «El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende» (Salmo 34:7), y: «A Sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos» (Salmo 91:11).Distinguir entre unos y otros ¿Cómo distinguimos entre las buenas fuerzas espirituales de Dios y los perversos espíritus del Diablo? La Biblia nos manda «examinar los espíritus para ver si vienen de Dios» (1 Juan 4:1, Biblia Latinoamericana). La diferencia normalmente es inequívoca: radica en que el poder de Dios es creativo y dispensa amor, mientras que el poder Diablo es destructivo y está lleno de odio. El Espíritu de Dios ministra amor, gozo, paz, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio, todo ello bueno (Gálatas 5:22,23). En cambio, el Diablo y sus espíritus malignos inspiran temor, odio, resentimiento, conflictos, miserias, confusión y tormentos, todo ello malo. Lo mismo vale para los pensamientos, que determinan nuestra actitud y dirigen nuestras acciones. Cuando un pensamiento no armoniza con la Palabra de Dios o nos lleva a ser desconsiderados, a resentirnos, a criticar a los demás o a estar descontentos e insatisfechos, es que no proviene del Señor, sino del enemigo de nuestra alma, el Diablo. La mejor protección El Señor vela por los Suyos. Jesús dijo: «Mis ovejas oyen Mi voz, y Yo las conozco, y me siguen, y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano» (Juan 10:27,28). Una vez que aceptamos a Jesús, pasamos a ser propiedad Suya, y el Diablo no puede recobrarnos. No obstante, eso no significa que no podamos meternos en muchos aprietos si somos descuidados y no oramos como debiéramos; o si desobedecemos tercamente Su Palabra y desoímos Sus advertencias. Así que nos conviene obedecer las leyes divinas basadas en el amor y no dar lugar al Diablo en nuestra vida (Efesios 4:27). «Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7). Quienes conocemos y amamos al Señor no tenemos por qué temer al Diablo: hay una fuerza mayor que nos protege. «Mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4). Es como si Dios nos dijera: «Mi poder en ti es mucho, muchísimo mayor que el que ejerce el Diablo por medio de sus seguidores». La protección que nos proporciona el Señor se asemeja a un campo de fuerzas que nos rodea y que el Enemigo no puede traspasar, mientras que el poder de Dios es como una luz que penetra en las tinieblas del Diablo y las disipa. La oscuridad no puede existir en presencia de la luz. Si somos del Señor y obramos conforme a Su voluntad, el Diablo no puede tocarnos. Por ende, cuando el demonio está en situación de causarnos molestias, es casi siempre porque nos hemos apartado de la protección del Señor a raíz de desobediencias, descuidos o pecados. El Señor se vale de eso para que escarmentemos y volvamos de prisa a Él. Cuando lo hacemos, siempre está presente para librarnos y resguardarnos.Nos aguardan maravillas Aunque la Biblia habla mucho del mundo de los espíritus y de la guerra espiritual, algunos cristianos lo pasan por alto y prefieren hacer como si no existiera. Le tienen aprensión al tema, pues consideran que raya en el espiritismo, y que hablar de apariciones de ángeles o de santos difuntos es muy semejante a convocar espíritus de adivinación y tratar con malos espíritus y diablos, lo cual la Palabra de Dios censura. Eso, sin embargo, no significa que debamos cerrarnos completamente a las realidades del mundo del espíritu, la esfera en que mora el propio Dios con Su Hijo Jesús, el Espíritu Santo, todos Sus espíritus ministradores, los ángeles y también los espíritus de millones de santos difuntos. No podemos condenar toda comunicación con el mundo de los espíritus por el solo hecho de que el Diablo también actúe y more en él acompañado de sus demonios. Eso sería comparable a negarse a escuchar música simplemente porque el Diablo también se sirve de ella. Si rehuyéramos todo lo que el Diablo utiliza, ni a Dios ni a nosotros nos quedaría mucho que pudiéramos emplear para Sus buenos propósitos. No tenemos que esperar a morir para adentrarnos en el mundo que vendrá. «Como está escrito: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman". Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios» (1 Corintios 2:9,10). Dios quiere que despertemos a las realidades de la dimensión espiritual para que disfrutemos de lo bueno, nos beneficiemos de la asistencia que ha dispuesto en él para nosotros y combatamos el mal con mayor eficacia. Una vez que has aceptado a Jesús en tu corazón y por lo tanto has «nacido de nuevo del Espíritu» (Juan 3:5), estás en condiciones de explorar sin peligro las maravillas de la parte buena del mundo espiritual. No tienes que albergar miedos ni preocuparte de ningún demonio, ni siquiera del propio Satanás. Dios, Su amoroso Espíritu Santo y Sus huestes de magníficos ángeles te acompañan, te rodean, te escudan y te libran de todo mal (Salmo 34:7; 91:10-13).

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