domingo, 25 de octubre de 2009

Pruebas Irrefutables


Pruebas Irrefutables
Nacimiento Nacimiento: Predicho en el año 750 a.C. Isaías 7:14 Cumplimiento: Lucas 1:26-35 Lugar de nacimiento: Predicho en el año 710 a.C. Miqueas 5:2 Cumplimiento: Mateo 2:1 ¿Comprobado?: Sí Uno de los aspectos más llamativos e innegablemente singulares de la vida de Cristo es que cumplió centenares de predicciones y profecías escritas acerca de Él en la Biblia. Dichas predicciones, hechas por antiguos profetas y videntes -muchas de ellas siglos antes que naciera-, revelaron detalles precisos sobre Su nacimiento, vida y muerte que ningún mortal podría haber cumplido. En los primeros libros de la Biblia hay más de 300 predicciones acerca del Mesías o Salvador. El hallazgo de cientos de manuscritos del Antiguo Testamento, llevado a cabo por arqueólogos durante el presente siglo, ha demostrado, sin lugar a dudas, que dichas profecías fueron escritas siglos antes que naciera Jesús. A continuación damos cuenta de apenas algunas de ellas: Nacido de una virgen En el año 750 a.C., el profeta Isaías hizo la siguiente predicción: «El Señor mismo les dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo» (Isaías 7:14). Siete siglos y medio después, en Israel, una joven virgen llamada María fue visitada por el arcángel Gabriel, el cual le anunció que alumbraría un hijo, al que debía nombrar Jesús. El evangelio de Lucas nos dice que María le preguntó al ángel cómo podía ser posible tal cosa si nunca había tenido relaciones con un hombre. El ángel le respondió: «El Espíritu de Dios vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo cual el Santo Ser que habrá de nacer será llamado Hijo de Dios.» (Lucas 1:26-35.) Su lugar de nacimiento Nada menos que 800 años antes del nacimiento de Cristo, el profeta Miqueas predijo el lugar exacto en que el Mesías habría de venir al mundo: «Tú, Belén, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel, y Sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad» (Miqueas 5:2). Si bien José y María vivían en la ciudad de Nazaret, situada en el norte de Israel, poco antes que el embarazo de María llegase a término se vieron obligados a viajar a Belén para cumplir con un censodecretado en esos días por todo el Imperio. Precisamente durante aquella breve visita nació Jesús. Su crucifixión David, rey de Israel, hizo otra importante profecía cerca del año 1.000 a.C., es decir, diez siglos antes que naciera el Mesías. En ella, David ofreció detalles de una muerte cruel y dolorosa que él mismo nunca padeció: «He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron. Mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. [...] Perros me han rodeado, me ha cercado cuadrilla de malignos. Horadaron mis manos y mis pies. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.» (Salmo 22:14-18.) El rey David murió de forma apacible y natural, por lo que sabemos que en ese pasaje de las Escrituras no era alusivo a sí mismo. Sucedió que siendo profeta, predijo con absoluta precisión las circunstancias que siglos después rodearían la cruel muerte en la cruz sufrida por el Mesías, el Cristo que habría de venir. Examinemos algunos de los detalles que aparecen en la profecía anterior: «He sido derramado como aguas. [...] Mi corazón se derritió dentro de mí.» Jesús no derramó Su vida por nosotros de forma exclusivamente espiritual. El Nuevo Testamento dice que, poco después de morir, estando todavía en la cruz, uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua (V. Juan 19:34). «Todos mis huesos se descoyuntaron.» Aqui describe una de las consecuencias más horribles de la muerte por crucifixión. El peso de la víctima hacía que sus brazos se desencajaran. «Perros me han rodeado, me ha cercado cuadrilla de malignos.» Dice el Nuevo Testamento que los pérfidos y rencorosos enemigos religiosos de Jesús, los escribas y los fariseos, se juntaron alrededor de Él cuando estaba en la cruz, para insultarlo y burlarse (V. Mateo 27:39-44). «Horadaron mis manos y mis pies.» Es probable que esta sea la predicción más impresionante de esta profecía. En tiempos de David, los judíos no imponían la pena de la crucifixión. Sus leyes religiosas determinaban que los malhechores fuesen apedreados. Sin embargo, Dios dejó ver a David, Su profeta, la muerte que habría de tener el Mesías diez siglos después, cuando fue ejecutado por mano de Roma, un imperio que ni siquiera existía en los días de David, y cuyo método más común de ajusticiar criminales era la crucifixión. «Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.» En los Evangelios encontramos un cumplimiento casi increíble de esta profecía: «Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron Sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también Su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: "No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será".» (Juan 19:23, 24.) La traición En el año 487 a.C. el profeta Zacarías predijo: «Y les dije: "Si les parece bien, denme mi salario, y si no, déjenlo". Y pesaron por mi salario 30 piezas de plata.» (Zacarías 11:12.) Según el Nuevo Testamento, la noche que Jesús fue arrestado por Sus enemigos, Judas Iscariote fue a los principales sacerdotes y les dijo: «¿Qué me darán si se lo entrego?» Y ellos le asigna-ron 30 monedas de plata. (Mateo 26:14-15.) Es impresionante que más de quinientos años antes de producirse ese acontecimiento, el profeta Zacarías hubiera predicho el precio exacto que los enemigos de Jesús pagarían a Su discípulo traidor, Judas. ¿Qué ser humano corriente podría escoger su lugar de nacimiento? ¿Qué mortal podría -o querría- hacer que las autoridades de un país extranjero decretaran su muerte mediante una ejecución terriblemente dolorosa? ¿Cómo podría alguien manipular a sus acérrimos enemigos al punto de lograr que lo injuriaran y se burlaran de él durante su agonía, y mucho menos, hacer que un grupo de soldados se jugaran su ropa y atravesaran su costado después de muerto? Jesús accedió a sufrir todas esas cosas por ti y por mí. Al morir en la cruz, tomó sobre Sí nuestros pecados, para que al creer en Él, pudiéramos ser salvos. Con ello cumplió asimismo más de 300 predicciones específicas relacionadas con Su nacimiento, vida, obra, muerte y resurrección. Sin duda Él era -y es- único en todo el sentido de la palabra. Todo esto constituye una prueba irrefutable de que la Biblia en efecto es fuente de verdad y sabiduría. Teniendo en cuenta que las numerosas profecías que anunciaron el nacimiento y la vida de Jesús se cumplieron, no podemos menos que concluir que de igual manera habrán de cumplirse muchos otros vaticinios bíblicos acerca de Su regreso a la Tierra con el objeto de regirla con amor.

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