sábado, 31 de octubre de 2009

La marca de la Bestia


«Hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis» (Apocalipsis 13:16-18). Estamos frente a una extraordinaria profecía. Reflexionemos sobre su significado: hace casi 2.000 años el apóstol Juan —que antes de conocer a Jesús se había desempeñado como un simple pescador— predijo que un día sería instituido un sistema económico internacional por el que se obligaría a toda persona a llevar un número, sin el cual no podría comprar ni vender. El cumplimiento de este ominoso oráculo no habría sido posible antes del advenimiento del ordenador y de las operaciones bancarias electrónicas. Existen actualmente diversos métodos para adquirir bienes o productos. Se puede pagar en efectivo, girar un cheque o emplear una tarjeta crédito o de cobro automático. Otra modalidad de transferencia de fondos que ya se emplea en muchos países y que se fomenta en otros es la tarjeta inteligente. Ésta tiene el aspecto de una tarjeta común y corriente, pero con una gran diferencia: en el plástico hay un pequeño circuito integrado. Este prodigioso dispositivo electrónico no solo da al portador acceso instantáneo a su cuenta bancaria, sino que además contiene su identificación, su historial médico, su carnet de conducir, fotografías, datos requeridos por la asistencia social y otros varios. En Francia, Canadá, Alemania y Gran Bretaña se utilizan actualmente más de 90 millones de tarjetas inteligentes para disponer de mejor asistencia sanitaria. El papel moneda evidentemente tiene los años contados. Quienes promueven una sociedad en la que no se emplee más el dinero contante esgrimen un sinnúmero de argumentos muy convincentes. Uno de los principales es que el dinero en efectivo posibilita los turbios negocios de los narcotraficantes, quienes suelen realizar sus transacciones con maletas llenas de billetes. En la ausencia de papel moneda, se dificultaría mucho la venta ilegal de drogas. Es más, muchos organismos de seguridad sostienen que la abolición del efectivo acabaría prácticamente con toda actividad delictiva.
Implantaciones de microchips con los datos personales
Para poder eliminar por completo el papel moneda, los cheques y las tarjetas de crédito, es imperativo crear un sistema de identificación a toda prueba. Los comerciantes deben contar con la garantía de que quien presente una tarjeta para realizar una transacción sea en efecto el titular de la misma. Una solución viable y muy económica podría ser tomar un microcircuito similar al de la tarjeta inteligente e introducirlo debajo de la piel. Una vez implantado, el chip podría ser leído por un escáner de bajo costo muy parecido a los lectores de barras de un supermercado. Es decir, que uno mismo se convertiría en una tarjeta inteligente, sorteando así el gravoso obstáculo de garantizar que el titular de la tarjeta sea, en efecto, quien dice ser. Es evidente que se está gestando una sociedad desmonetizada a escala planetaria. El control que hoy se puede ejercer en el mundo mediante la tecnología de fibra óptica, los satélites y las bases de datos es alucinante. Los gobiernos de Australia, Israel, Singapur y Tailandia están formulando políticas con vistas a eliminar los cheques y el papel moneda. Muchos otros países están probando nuevas tecnologías para efectuar operaciones comerciales eludiendo el uso de la moneda corriente. Por primera vez existen los dispositivos de alta tecnología necesarios para cumplir la escalofriante visión que tuvo el apóstol Juan hace casi dos mil años.
El poder oculto
No hay que olvidar que el dirigente supranacional del que ya hablamos no exigirá que el mundo lo adore por razones puramente egotistas. Es que estará poseído por el propio Satanás. «El dragón [el Diablo] le dio su poder y su trono, y gran autoridad» (Apocalipsis 13:2). Satanás siempre ha querido ser Dios. En un principio esa fue precisamente la causa de su caída. El profeta Isaías escribió: «¿Cómo caíste desde el cielo, estrella brillante [Lucifer], hijo de la Aurora? [...] En tu corazón decías: "Subiré hasta el cielo y levantaré mi trono encima de las estrellas de Dios [...]; subiré a la cumbre de las nubes, seré igual al Altísimo". Mas, ¡ay!, has caído en las honduras del abismo, en el lugar adonde van los muertos» (Isaías 14:12-15, Biblia Latinoamericana). Lo que Satanás persigue al inducir a su títere, el Anticristo, a establecer la maquinaria crediticia mundial que ya se ve venir es que el mundo entero se postre y le rinda culto.
¡Ojo con el 666!
Acceder a que le sea a uno implantada la marca de la Bestia no será una decisión meramente económica. Si bien esa marca vendr á camuflada como un avance tecnológico provechoso para la sociedad, aceptarla será en realidad una decisión espiritual: equivaldrá a acoger y rendir culto al diabólico Anticristo. Por eso la Biblia advierte: «Si alguno adora a la Bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios. [...] No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la Bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre» (Apocalipsis 14:9-11). Dios no castigaría tan severamente a una persona por algo tan nimio como aceptar una marca de identificación y crédito que le permitiera adquirir víveres y artículos de primera necesidad. Lo que se desprende de estas palabras es que, cuando veamos surgir un gobierno mundial cuyo dirigente exija nuestra filiación, nuestra lealtad e incluso nuestra devoción, no debemos acceder a sus exigencias. Por muchos que sean los incentivos económicos ofrecidos a cambio o las represalias con que se amenace a quienes rechacen su marca y su número, debemos más bien amar y adorar al Dios verdadero, al Creador, que nos quiere y vela por nosotros. Si ciframos nuestra confianza en Él, nos sacará adelante en los tiempos que se avecinan. (Extracto de Ya estaba escrito, de Michael Roy).

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