viernes, 30 de octubre de 2009

La formación de los niños

Derek y Michelle Brookes

colección Soluciones para padres


En tu infancia, probablemente te considerabas capaz de juzgar cómo debían ser los padres y qué debían hacer. Ahora que tienes hijos, te das cuenta de que no es tan sencillo. Aprender a ser buenos padres requiere tiempo, determinación, comprensión, experiencia, risas, lágrimas, oraciones, paciencia y sobre todo mucho amor.
¿Cómo enseñar a un niño la diferencia entre el bien y el mal? ¿Cuál es el término medio entre otorgar libertad y fijar límites? ¿Cuándo necesita un pequeño elogios y aliento y cuándo disciplina? La formación de los niños ofrece consejos prácticos que te ayudarán a abordar estas difíciles cuestiones y acercarán a tu familia a Aquel que tiene todas las soluciones.


La formación de los niños

Derek y Michelle Brookes

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él
(Proverbios 22:6).
Colección Soluciones para padres
Título original: Keys to Kids.
ISBN de la edición original: 3-03730-013-2
ISBN de la versión en castellano: 3-03730-115-5

Derek y Michelle Brookes
Traducción: Felipe Howard Mathews

© 2004 Aurora Production AG, Suiza.
Derechos reservados.

Impreso en Tailandia por Than Printing

URL: http://es.auroraproduction.com

íNDICE
Aprender a ser padres 1
Los elogios y el estímulo son muy beneficiosos
La mejor inversión: dedicarles tiempo
Hacia la independencia por el camino de la dependencia
Cómo criar hijos buenos en un mundo malo
Consejos para fomentar el buen comportamiento 15
1. Establecer límites bien definidos
2. Crear una comunicación franca y sincera con los hijos
3. Buscar un término medio entre lo permitido y lo prohibido
4. No escandalizarse demasiado por las apariencias
5. Permitir cierto grado de experimentación
6. Hacerles saber a los hijos que uno los ama incondicionalmente
7. Aceptar las amistades de los hijos
8. Minimizar las influencias malsanas
9. Enseñarles a tener convicciones firmes
10. Enseñarles a ser considerados
Cuando no se sabe qué hacer…
Pautas de disciplina 25
1. No saques conclusiones precipitadas
2. La disciplina debe ser proporcional a la falta y a la edad del niño
3. Establece reglas y castigos
4. Que las reglas sean pocas, sencillas y claras
5. Cumple lo estipulado
6. Sé constante
7. Obra con justicia
8. No conviene disciplinar cuando se está alterado
9. Reitérales a tus hijos tu amor y tu confianza en ellos
10. Concluye la acción disciplinaria con una oración
Un firme fundamento 39
Encamina a tus hijos hacia Jesús
Importancia de apacentar a los hijos con la Palabra de Dios
Relatos de la Biblia para niños
Guardar la Palabra de Dios en el corazón
Dar a conocer a Jesús
Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios 49
Ideas para repasar los versículos memorizados
Lista de relatos de la Biblia
Versículos para memorizar en familia
Otros medios útiles para memorizar y estudiar la Biblia
Epílogo: La fuente de la fortaleza 63

FUENTES
En los casos en que no se indica el autor de una cita es porque no fue posible determinarlo con certeza. Se han hecho diligencias para identificar a los propietarios intelectuales de los diversos pasajes y, de ser preciso, obtener permiso para su publicación. Si se nos ha pasado por alto otorgar el debido reconocimiento a alguna persona, rogamos que acepte nuestras disculpas. Para que se corrijan esas omisiones en futuras ediciones, tenga la bondad de comunicarse con Aurora Production AG escribiendo a aurora@auroraproduction.com.
Salvo que se señale otra cosa, todos los versículos de las Escrituras que se reproducen están tomados de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1960.
Los que tienen las iniciales TLA están tomados de la Traducción en Lenguaje Actual, © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002.
APRENDER A SER PADRES
¿Qué significa ser padre o ser madre? Y ¿cómo se puede desempeñar apropiadamente dicha función? Uno se convierte en padre o madre en el momento en que tiene un hijo; pero ¿cómo y cuándo adquiere la capacidad para realizar dicha labor? Si bien se trata de una función vital en la sociedad, son muy contados los casos en que se le otorga la importancia debida o se incluye siquiera en el plan de estudios de la gente joven. Lamentablemente, son pocos los hogares en que se le da la importancia necesaria, pues en muchas familias ambos cónyuges se ven obligados a trabajar. En consecuencia, pasan poco tiempo con sus hijos. ¿Cómo van a aprender entonces a realizar su cometido los jóvenes que esperan con ilusión la llegada de un hijo? ¿Qué pueden hacer para saber cuál es la mejor forma de orientar a sus pequeños?
A pesar de que tantas pautas y valores tradicionales van cayendo en desuso en la acelerada sociedad de hoy en día, las claves más importantes para ser padres siguen siendo las mismas desde hace milenios:

 amar
 dar buen ejemplo
 disciplinar e instruir (con un patrón muy claro de lo que está bien y lo que está mal)
 aceptar a cada niño tal como es
 tener fe en que cada niño puede alcanzar todo su potencial como ser humano
 orar
 mucha ayuda de Dios
 más amor

De principio a fin, el ingrediente más importante es el AMOR. Aprender a realizar bien la labor de padres es un proceso que toma tiempo y entraña mucha comprensión, experiencia, diversión, lágrimas, oración, paciencia y grandes dosis de amor. Los niños tienen necesidad de saber que los queremos, que siempre los amaremos y que pueden contar con nuestro apoyo. Y también necesitan saber que Dios los ama y siempre está presto a perdonarles sus errores y pecados. Con ese cimiento de amor —confianza en el amor de Dios y en el de sus padres— nuestros hijos pueden adquirir la fortaleza necesaria para sobrellevar muchas dificultades que les surjan en la vida.
Aunque no se te quede grabado nada más al terminar de leer este librito, recuerda que la clave es el amor. El amor es lo único que nunca falla. Proviene directamente de Dios, porque Dios es amor. Aunque uno se considere una nulidad como padre, y por muy difícil que se le ponga la situación, no debe dejar de manifestar a sus hijos un amor incondicional y confiar en que Dios los sacará adelante (v. Versículos sobre la crianza y formación de los hijos en ¿De dónde sacar fuerzas?, publicado en esta misma colección).

Los elogios y el estímulo son muy beneficiosos
A veces los niños se portan mal porque quieren que se les preste atención. Así es como ponen a prueba el amor de sus padres. Y tienen que estar seguros de él porque se trata del principal medio por el que determinan su valía como personas. Dudar de nuestro amor puede llevarlos a dudar de su propia valía. Aun cuando un niño haya obrado mal y sea necesario corregirlo, conviene elogiarlo sinceramente por alguna otra cosa que haya hecho bien. «Sé que estás arrepentido y que quieres portarte mejor, y sé que puedes. ¡Creo en ti!» Necesita saber cuánto se lo quiere y se lo apoya.
Eso no significa, claro está, que debamos pasar por alto su mal comportamiento. Por ser sus padres, seguimos teniendo el deber de meterlo en vereda. Eso es también una manifestación del amor y la seguridad que pide. Pero si nos sentimos decepcionados porque vemos que en algunos aspectos no anda bien o nos damos cuenta que lo corregimos más de lo que lo elogiamos, es hora de replantearse las cosas. En vez de poner de manifiesto nuestra decepción o impaciencia (o peor aún, humillar al niño), debemos pedir a Jesús que nos indique en qué aspectos se desempeña bien y elogiarlo por ellos. El efecto positivo de hacer esto es sorprendente. Todos los niños tienen sus puntos fuertes. Siempre hay algo de bueno que elogiar y apreciar. Por ejemplo, si un hijo ha sacado una mala nota en el colegio, igual se puede dar con algo por lo cual elogiarlo; quizás su buena letra o su actitud alegre y lo servicial que sea en casa.
Los elogios deben ser sinceros. Los niños suelen ser muy sinceros y se dan cuenta cuando los demás no lo son. Sobre todo los más mayorcitos, se sienten tratados de forma paternalista cuando se les prodigan elogios frívolos y fingidos. Es importante que el niño pueda entender fácilmente nuestros elogios. Por ejemplo, si una hija de doce años nos parece muy bonita, pero ella cree que en comparación con otras de su edad no lo es, podría pensar que no somos sinceros o que la estamos adulando al decirle que lo es. Sería preferible ponderarla haciendo referencia a algo más específico que sea particularmente notorio. Quizá no sea lo que se suele considerar una belleza despampanante, pero tal vez tenga unos ojos muy bellos. Puede que tenga el cabello largo y abundante. O quizás una sonrisa impactante. Al ser específicos desviamos su atención de otros rasgos físicos que tal vez considere defectos o imperfecciones, y la inducimos a pensar en las estupendas características que sin duda tiene. Otra posibilidad es elogiarla por alguna otra aptitud en la que destaque, por ejemplo su elocuencia, sus buenas notas o su carácter afable y amoroso, que según la Biblia es lo que hace a la verdadera belleza. «El incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios»1.
Naturalmente todos queremos a nuestros hijos, pero es de suma importancia que lo sepan. Necesitan que se lo digamos y demostremos. No hay que escatimar elogios.

Por experiencia sé que a los niños que se sienten admirados y apreciados por sus padres les resulta fácil mostrar aprecio a los demás. A mí me parece que esta es una de las enseñanzas más importantes que podemos impartir a nuestros hijos: manifestar en todo momento una sentida gratitud. No solo porque las personas agradecidas hacen felices a los demás, sino porque también se hacen felices a sí mismas.
Yo diría que ese es uno de los motivos por los que en la Biblia se nos recomienda innumerables veces que seamos agradecidos, alabemos a Dios y reconozcamos los beneficios que nos otorga. Él sabe que cuando aprendemos a manifestar gratitud, aprendemos también a pensar más en nuestras experiencias positivas que en las negativas.
Amy Vanderbilt



De niño, Sir Walter Scott estaba conceptuado como un alumno de mediocre para abajo, y en muchos casos lo mandaban a un rincón con ignominiosas orejas de burro. Cuando tenía unos doce o catorce años, un día coincidió en una casa con el poeta escocés Robert Burns y otros invitados. Burns se hallaba admirando un cuadro debajo del cual figuraban un par de versos de una poesía. Preguntó quién era el autor, pero nadie lo sabía. Tímidamente, un chiquillo se acercó a su lado, nombró al autor y recitó el resto del poema. Burns se mostró gratamente sorprendido. Apoyando la mano sobre la cabeza del muchacho, le dijo: «Mocito, algún día serás célebre en Escocia». Aquel día la vida de Walter Scott dio un giro. Una palabra de aliento lo había encaminado hacia la grandeza literaria.
Anónimo



Un chico de diez años que trabajaba en una fábrica de Nápoles soñaba con ser cantante; pero su primer maestro lo desanimó. «No has nacido para cantar —le dijo—. No tienes buena voz. Suenas peor que una rana».
De todos modos su madre, una campesina humilde, lo consoló y le dijo que estaba segura de que podía cantar bien y de que estaba haciendo progresos. Andaba descalza para ahorrar dinero y pagarle las clases de música. El ánimo de aquella campesina transformó la vida de su hijo. Se llamaba Enrico Caruso, y llegó a ser uno de los más célebres tenores de su época.
Dale Carnegie

La mejor inversión: dedicarles tiempo
La mejor herencia que un padre o una madre pueden dejar a sus hijos es dedicarles unos minutos cada día.
Orlando Battista
Los hijos nunca olvidan los momentos que pasan con sus progenitores. ¿Acaso no son esos los recuerdos de la niñez que evocamos con más cariño, cuando nuestros padres nos manifestaban amor dedicándonos tiempo y atención?
Los niños aprenden y maduran gracias al amor, la atención, el desvelo y la consideración, y si no se les dan esos elementos —o si les parece que no se les dan—, al igual que todos nosotros, se consideran desdeñados y poco importantes, y al cabo de un tiempo se sienten rechazados. No siempre es necesario pasar mucho tiempo con un niño para que comprenda que se lo quiere y aprecia, pero sí es imprescindible pasar algo de tiempo con él. Y que ese tiempo sea provechoso es tan importante como dedicarle suficiente tiempo.
Lo mejor que podemos invertir en nuestros hijos es tiempo. Y ese es también el mejor regalo que les podemos hacer. Ninguna otra cosa tendrá un efecto tan duradero en su vida. Alguien dijo sabiamente: «Nuestros hijos necesitan más nuestra presencia que nuestros presentes». Juega con ellos, lee con ellos, abrázalos, anímalos, disfruta de ellos. Sal a pasear con ellos y simplemente pasa tiempo con ellos charlando. Hazles preguntas y escucha sus respuestas. Presta atención a lo que dicen.
La mayoría de los padres tienen tanto que hacer que nunca dan abasto. Cuando surgen imprevistos, el tiempo que se pasa con los hijos queda relegado al último lugar. Solemos razonar que ya tendremos tiempo mañana. Pero nuestros hijos nos necesitan hoy.

¡Se ha perdido un muchacho! No lo han secuestrado, no piden recompensa por él mientras la nación entera se embarca en una búsqueda frenética. No. Lo perdió su padre, que estaba muy ocupado para atender a sus preguntas triviales o percatarse de su presencia. En esos años en que el padre es el héroe más querido de un niño, su padre se desentendió. La madre también lo perdió. Enfrascada en su vida profesional y sus actividades sociales, dejó que la niñera escuchara las oraciones del pequeño y le cedió a ella la influencia que habría debido ejercer en él.
Tómate tiempo para apreciar a tus hijos. Es una inversión muy provechosa.
Anónimo

Conviene que determines cuánto tiempo a la semana debes pasar con cada hijo y que busques espacios para ello. Considera que esos ratos son compromisos ineludibles y tienen prioridad sobre todo lo demás. Si surge una emergencia, puede que sea necesario que reprogrames el tiempo que vas a pasar con ellos, pero no lo canceles del todo. Si ves que postergas con frecuencia el tiempo que deberías dedicarles, es necesario que reevalúes tu escala de prioridades y tu plan y que elabores uno que dé resultado.

Un joven abogado que gozaba de éxito profesional dijo: «El mejor regalo que me han hecho en la vida vino en un paquete muy pequeño que pesaba menos que una pluma. Dentro de la caja había una nota que decía: “Hijo, este año te obsequiaré 365 horas. Todos los días después de cenar te dedicaré una hora. Hablaremos de lo que tú quieras, iremos a donde tú quieras y jugaremos a lo que tú quieras. Será tú hora”. Mi padre no sólo cumplió esa promesa, sino que la renovó todos los años. Fue el regalo más valioso que me han hecho jamás. Yo soy el fruto del tiempo que pasó conmigo».
Citado en Moody Monthly

Cuando un niño mayor atraviesa conflictos necesita aún más que se le dedique tiempo, y se hace preciso escucharlo con más atención. No hay que apresurarse a ofrecerle soluciones o consejos, y no conviene sermonearlo, sino escuchar todo lo que quiera decir antes de responderle nada. De ser posible, hay que ayudarlo a arribar por su cuenta a la conclusión acertada. Luego, hay que tomarse el tiempo para orar y escuchar la apacible voz de Dios en el corazón y la mente. Él siempre está presto a responder nuestros interrogantes, y da unas soluciones sorprendentes. (V. los apartados El mejor amigo de los padres y Ratos para escuchar a Jesús del libro Preescolares, de la misma colección. También Escucha palabras del Cielo, de la colección Actívate.)
Además del tiempo que se pasa con los hijos, hay que tomarse tiempo para orar por ellos. Esa es otra de esas cosas para las que no se encuentra tiempo si no se la considera prioritaria. Hay que hacerse el tiempo. Orar por los hijos es una excelente manera de llegar a comprenderlos mejor. Dios puede revelarnos cosas acerca de ellos que no podríamos descubrir de ningún otro modo. Además, nos permitirá saber cuánto los ama, y ello nos motivará a amarlos aún más. Nos llenará de Su amor, el cual nos capacitará tanto a ellos como a nosotros para salir adelante en toda situación.
Muchos padres con hijos ya crecidos dicen que una de las cosas que más les pesan es no haber pasado más tiempo con ellos cuando eran pequeños. Ello conlleva ciertos sacrificios, y al principio puede parecer que no se está aprovechando el tiempo de la mejor manera; pero vale la pena perseverar. Cada momento que se dedica a los hijos es una inversión a futuro. Las recompensas perdurarán por la eternidad.
Para los hijos es fundamental saber que pueden contar con nosotros, aun cuando nos parezca que no estamos haciendo gran cosa por ellos ni logrando nada de mucha importancia.
Hacia la independencia por el camino de la dependencia
Uno de los mitos más extendidos de la educación moderna es que darle a un niño todo lo que quiere y dejarle obrar a su antojo lo hace feliz, y a la larga le enseña a tomar buenas decisiones. Según los defensores de esta doctrina, el niño al que se consiente de tal forma se convertirá en un adulto feliz, productivo, de espíritu libre e independiente.
En realidad es al contrario. Los niños necesitan límites. Es preciso definirles claramente el comportamiento que se les exige. Es menester impartirles principios morales que diferencien entre el bien y el mal. Un niño consentido y caprichoso se convierte en un adulto exigente y malcriado.
Si bien es cierto que se debe dar a los niños la libertad de elegir lo que quieren en muchas esferas, también se les debe enseñar a responsabilizarse de sus decisiones. Cuando los padres son capaces de combinar la libertad y las restricciones de forma equilibrada, los hijos aprenden a escoger bien. Aprenden a ser independientes por el camino de la dependencia guiada.
Se hace de la siguiente manera: En primer lugar, hay que enseñar al niño ciertos principios fundamentales de obediencia, la diferencia entre el bien y el mal y que sus decisiones afectan a los demás y pueden tener buenas o malas consecuencias. Luego, poco a poco, a medida que demuestra que es capaz de asumir responsabilidad en cuestiones de poca monta, se le puede dar más independencia y permitir que tome decisiones más importantes, observando en todo momento cómo va madurando, y ayudándolo a entender y aceptar las repercusiones de lo que decida. Así, adquiere la independencia que quiere y necesita, pero no sin antes haber aprendido a hacer uso de ella con buen criterio.
Una vez que los hijos demuestran que son responsables, tenemos que manifestar fe en ellos evitando supervisarlos muy estrechamente o repetirles a cada rato las instrucciones, o retomar las riendas cuando nos parece que deberían haber actuado de otra manera.
Una transición gradual y asistida de la dependencia a la independencia da como resultado un adulto más equilibrado y competente, que ni depende excesivamente de los demás ni es tan independiente que no pueda relacionarse y llevarse bien con sus semejantes. Si desde temprana edad se le enseña a ser responsable y se lo ayuda con amor a atenerse a las consecuencias de sus actos, madurará rápidamente y adquirirá un cimiento firme que le permitirá hacer frente a las turbulencias típicas de la adolescencia y a toda una vida de decisiones, algunas de las cuales no son nada fáciles de tomar acertadamente.

Cómo criar hijos buenos en un mundo malo
El mundo actual abunda en mensajes confusos e imágenes perturbadoras para el niño. A medida que los hijos crecen uno puede llegar a preguntarse cómo puede enseñarles a ser amorosos, obedientes, respetuosos y positivos cuando viven inmersos en un mundo que es todo lo contrario. Las películas, la televisión, los videos, los juegos de computador, la publicidad, la música, la Internet y las malas compañias contribuyen a extender el desbarajuste moral que afecta tan negativamente a los pequeños. Muchas de las influencias a las que se ven sometidos no solo no les enseñan valores acordes con los preceptos divinos, sino que fomentan en ellos actitudes y patrones de conducta erróneos.
No es de extrañar que los noticieros den cada vez más cuenta de casos de menores que han cometido delitos horripilantes, en muchos casos sin el menor remordimiento. Paralelamente, cada vez se culpa más —y en algunos casos se hace legalmente responsables— a los padres de las fechorías de sus hijos. Paradójicamente, aunque se responsabiliza más a los padres, al mismo tiempo se les socavan los derechos y potestades tradicionales para corregir a sus hijos y ejercer autoridad sobre ellos. Después del trágico incidente ocurrido en un colegio secundario de Littleton (Colorado, EE.UU.) en abril de 1999, en el que dos alumnos mataron a tiros a doce compañeros y una profesora y luego se suicidaron, el columnista Don Feder escribió:

A excepción de la Asociación Nacional de Tiro, ninguna otra institución ha sido más objeto de críticas que la familia a raíz de la matanza de Littleton. «¿Dónde estaban los padres?», claman muchos a voz en grito. Los consejos liberales sobre la educación de los hijos constituyen una mezcolanza de contradicciones: Vigile a su hijo, pero no se meta en su vida privada. Críelo de forma que se conduzca decentemente y respete los derechos ajenos, pero no lo discipline. Mientras nos sermonea sobre nuestras obligaciones, la élite ha creado una cloaca cultural en la que los jóvenes tienen que mantenerse a flote como puedan, si es que pueden. […] Cuando la preocupación de los padres los lleva a tratar de proteger a sus hijos de los aspectos más insidiosos de la juventud, se los tilda de censores y autoritarios, y se les dice que sus métodos represivos suscitarán una reacción por parte de los jóvenes. […] Los padres tienen la batalla perdida. Se les pide lo imposible: que encaucen a sus hijos sin disciplinarlos, que ejerzan vigilancia y control sin pisotear los derechos de un hijo de 12 años, todo ello en el contexto de una cultura que socava la autoridad paterna y seduce a los hijos apelando a sus más bajos instintos1.

¿Qué pueden hacer los padres para conducir a sus hijos a un terreno moral seguro? La Biblia nos da muchas pautas al respecto. Dios promete que si inculcamos a nuestros hijos valores cristianos desde que son pequeños, cuando crezcan y se hagan cargo de su vida continuarán por la buena senda. ¿Por dónde se comienza? Enséñales a amar a Dios y al prójimo para que aprendan a tomar decisiones acertadas y se conviertan en hijos que te enorgullezcan.

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él2.

La Biblia dice también que el niño al que no se corrige ni instruye termina por avergonzar a sus padres3. Dios ha encomendado a los padres el deber de participar activamente en el proceso de aprendizaje de sus hijos y de corregirlos sobre la marcha. A veces no sabemos bien cómo corregir e instruir a nuestros hijos. Si ese es tu caso, sigue leyendo.



CONSEJOS PARA FOMENTAR
EL BUEN COMPORTAMIENTO
Los niños necesitan —y aprecian— un patrón de conducta claramente definido. En muchos casos, el mal comportamiento es uno de los medios de que se vale el niño para exigir que se le indique el camino. A continuación reproducimos algunos métodos básicos de probada eficacia:

1. Establecer límites bien definidos
Hay que dejar claramente sentado lo que se les permite hacer a los niños en casa y fijar castigos razonables por incumplir esas pautas.
Aunque no se pueda intervenir mucho en lo que sucede fuera de casa, se pueden fijar normas de comportamiento aceptables dentro del hogar.

2. Crear una comunicación franca y sincera con los hijos
Cuando existe una comunicación abierta entre padres e hijos hay más posibilidades de saber lo que hacen cuando están fuera. Lo ideal es que se sientan con confianza para contar cualquier cosa. Aunque no siempre se esté de acuerdo con ellos ni se les permita hacer todo lo que quieran, deberían confiar con toda tranquilidad en los padres.
El secreto para establecer esa comunicación es aprender a escuchar. Uno de los mejores regalos que se pueden hacer a los hijos es demostrar un sincero interés en lo que les sucede, prestándoles toda la atención siempre que haga falta. Al escucharlos concentradamente les estamos diciendo que queremos entenderlos y ayudarlos, que consideramos que vale la pena escucharlos, que queremos que sepan que tenemos fe en ellos y que siempre pueden contarnos sus cosas porque los amamos.
Hazles preguntas. Eso no sólo da resultado con los niños, sino con cualquiera. Al hacerles preguntas los ayudas a abrirse y les demuestras que te interesas y preocupas por ellos. Hay que motivarlos a hablar, y cuando ellos hacen preguntas, hay que tener cuidado para no filosofar demasiado ni pontificar, ni aparentar ser algo que no se es. No pierdas la sencillez. Trátalos con amor y comprensión. Y evita darles consejos que tú no aplicarías. Conviene aprender a dar los consejos y respuestas de la forma que les resulte más fácil aceptarlos.
Naturalmente, antes de animar a un hijo a contarlo todo, conviene estar preparado para escucharlo sin arribar precipitadamente a conclusiones ni ponerse frenético. De otro modo probablemente se arrepentirá de haberse sincerado. Aunque el asunto amerite una amonestación o un castigo, no es conveniente aplicárselo en el momento, sino tomarse un tiempo para pensarlo. (Al fin y al cabo, de no haberlo contado, no estaría llevándose un sermón o un correctivo en ese momento.) Se le puede decir que nos tomaremos un rato para pensarlo y orar al respecto, pero no hay que dejar de elogiarlo por sincerarse. Conviene abordar la cuestión como un problema que hay que resolver juntos, o del cual pueden extraer enseñanzas los dos. Sea lo que sea, será más fácil superarlo —y más llevadero para los dos— si se logra preservar el vínculo de confianza.
Si queremos que los hijos se sinceren con nosotros, también debemos sincerarnos nosotros con ellos. A los niños les alivia mucho ver que sus padres no son perfectos. (Además, ¡con toda seguridad ya se habían dado cuenta!) Al reconocer con franqueza nuestros errores y debilidades, les damos ejemplo de humildad y franqueza, y eso no hará más que incrementar su amor por nosotros.

3. Buscar un término medio entre lo permitido y lo prohibido
Ayuda mucho pedir a Dios que nos ilumine para determinar qué actividades son inocuas, cuáles hay que vigilar y limitar, y cuáles es necesario prohibir.
Es menester buscar un término medio en cuanto a lo que se les permite hacer a los hijos, sobre todo cuando están fuera de casa. Es posible que no se consiga nada prohibiéndole totalmente cierta actividad a un niño mayor o un adolescente; eso podría motivarlo a rebelarse y hacerla a hurtadillas. Tal vez sea más conveniente acordar unos límites razonables con él y hacerlos valer.

4. No escandalizarse demasiado por las apariencias
No hay que asustarse de un comportamiento que, aunque se salga de la norma, no sea necesariamente malo o perjudicial. Si nos mostramos tolerantes con cosas que quizás no sean de nuestro gusto pero en esencia sean inocuas, es muy probable que los hijos nos obedezcan cuando nos plantemos firmes con otras que estén mal.
Aunque no nos guste la forma en que se viste nuestra hija de doce años, para ella esa no es la cuestión de fondo. Lo importante para ella es contar con la aceptación de los de su edad. Viene bien pedirle a Dios que nos ayude a ver más allá de las apariencias y nos dé paciencia y autocontrol para dejar pasar asuntos de relativamente poca monta.
5. Permitir cierto grado de experimentación
No toda la experimentación es mala; cumple una función importante en el proceso de maduración. No conviene tomárselo a la tremenda cuando los hijos mayores dicen o hacen cosas que nos parezcan impensables. Muchas veces se empeñan en escandalizar por puro gusto, para tomar el pelo. Si les demostramos que somos capaces de reaccionar sin alarmarnos, muchas cuestiones se resolverán por sí solas.

6. Hacerles saber a los hijos que uno los ama incondicionalmente
Un niño cuya necesidad de amor y atención está satisfecha en casa suele comportarse mucho mejor. Es preciso garantizar a los hijos que se los seguirá queriendo hagan lo que hagan y que siempre pueden contar con nosotros. Parte de ese cariño consiste en no dejarles hacer cosas que sabemos que son perjudiciales, pero dándoles al mismo tiempo la seguridad de que nunca dejaremos de quererlos. Cuando nos ponen a prueba y descubren que nuestro amor por ellos no mengua aunque nos contraríen, se sienten más seguros. Así es más probable que la próxima vez se planten firmes ante las presiones sociales negativas y tomen buenas decisiones.

7. Aceptar a las amistades de los hijos
Si te ganas el respeto y la amistad de los amigos de tus hijos, es posible que se aficionen a juntarse en tu casa. Tal vez se incrementen el nivel de ruido y el gasto en alimentación, pero al menos tendrás paz sabiendo dónde están tus hijos y en qué andan. Si en general aceptas a sus amigos, cuando tengas que poner límites a su relación con alguno que tenga mala influencia en ellos, se mostrarán más dispuestos a acceder a tus deseos.

8. Minimizar las influencias malsanas
Mientras tus hijos sean pequeños y seas tú quien tiene en la mano el control remoto, escoge para ellos películas, programas de TV, música y juegos de computadora que sean sanos. Es posible que más tarde se rebelen o se sientan atraídos por otros menos sanos, pero al menos les habrás dado un buen cimiento.
Se debe hablar de esas actividades recreativas con los hijos mayores y, en tanto que sea posible, tomar decisiones conjuntas. Si entienden y respetan los motivos por los que se les prohíben ciertas cosas, es más probable que los respeten cuando no estemos presentes. Lógicamente, es importante proporcionarles actividades alternativas que sean entretenidas y a la vez edificantes.

9. Enseñarles a tener convicciones firmes
Para plantarse firmes ante las influencias negativas y las presiones sociales, los hijos tienen que saber explicar y defender lo que creen, lo que consideran correcto o aceptable y por qué lo es. Aunque no siempre coincidan en todo con nosotros, si entienden nuestra postura con relación a ciertos asuntos y ven que tenemos convicciones, tenderán más a ir contra la corriente de la presión social negativa. Además les ayudará a explicar nuestras creencias a sus amigos.
Es de esperar que los hijos no siempre obren con acierto en las situaciones difíciles, pero se los debe elogiar cuando muestren la convicción para hacerlo. Hay que hacerles saber que se entiende lo difícil que resulta y se está orgulloso de ellos.
10. Enseñarles a ser considerados
A todo el mundo le agradan los niños educados y considerados. Pero muchos no se dan cuenta de la cantidad de tiempo que tienen que invertir sus padres para que sean así. El ejemplo de amabilidad y consideración que se les dé es muy importante. La forma en que tratamos a los demás, sobre todo a los hijos, influye mucho en la forma en que ellos tratan a terceros. Conviene que analices cómo te diriges a ellos. Pregúntate: «¿Cómo me sentiría si alguien me tratara o se dirigiera a mí de la forma en que yo lo estoy haciendo con mi hijo en este momento? ¿Tengo en cuenta la forma en que me dirijo a otros delante de él o donde pueda escucharme? ¿Me río de él o hago chistes acerca de él que podrían humillarlo?»
Los niños suelen discutir mucho entre ellos. Se contradicen, ridiculizan y critican unos a otros. A veces discuten por discutir o tratan de demostrar su superioridad humillándose mutuamente. Es importante enseñarles que no está bien considerarse superiores a los demás.
Es frecuente que los niños mayores menosprecien a sus hermanos más pequeños. A veces necesitan ayuda para darse cuenta de cómo hacen que se sientan los demás con lo que dicen. Hay que enseñarles qué clase de comentarios lastiman o humillan. Hay que preguntarles cómo se sentirían ellos si se volviera la tortilla y fueran objeto del mismo tratamiento, o ponerles un ejemplo para hacérserlo entender. Explícales: «Tu hermano pequeño ya piensa que no es tan bueno como tú y que tú sabes más que él. Es verdad que tú sabes más y puedes hacer las cosas mejor. Por eso, tienes que enseñarle y animarlo a mejorar y superarse». Un niño mayor no debe remedar los errores de sus hermanos menores, ya que puede avergonzarlos o agravar el problema en vez de corregirlo.
Si no se los instruye y corrige, los niños pueden ser muy hirientes con personas que tienen impedimentos físicos notorios, sobre todo otros niños. Es muy importante que aprendan desde pequeños qué cosas no hay que decir y en qué casos es preferible hacer caso omiso del defecto.
Hay que enseñar a los hijos a tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos si padecieran el mismo problema o se vieran en la misma situación embarazosa. En general, cuando un niño se da cuenta de que sus actos duellen a los demás, tiene más cuidado con lo que dice y hace y los trata con más consideración.

Cuando no se sabe qué hacer…
Cuando un niño exhibe una conducta gravemente errónea, por lo general hay una causa subyacente. Tal vez se siente inseguro y por eso obra mal para llamarnos la atención y conseguir que le reafirmemos nuestro cariño. Puede que esté molesto por algo que le pasó en el colegio. Quizás está poniendo a prueba los límites que hemos fijado para ver si vamos a exigir que los respete. Tal vez sea hora de cambiar algunas reglas a fin de darle más espacio para madurar. En todo caso, es importante averiguar por qué se porta mal y cómo podemos ayudarlo a encarrilarse. La mayoría de los malos hábitos no se corrigen por sí solos, y no es muy común que un niño sea capaz de hacerles frente por su cuenta. En muchos casos ni él mismo sabe lo que le pasa. Necesita el amor y orientación de sus padres.
Es deber nuestro darle la formación que necesita. Nuestra labor abarca mucho más que consolarlo cuando se cae y encargarnos de que esté bien alimentado y se lave los dientes. Tenemos la obligación de impartirle también formación espiritual. La piedra angular de dicha labor es una disciplina impartida con amor y constancia, gracias a la cual aprenda a tener temor de Dios y respeto por Su Palabra y Sus instrucciones y a amar al prójimo.
La mejor forma —en realidad la única— de saber lo que necesita un niño y cómo ayudarlo es preguntárselo al Señor. La clave para realizar bien nuestra labor, aparte de estar llenos del amor de Dios, es aprender a pedirle las soluciones a nuestros problemas. Jesús siempre conoce el remedio idóneo. El hecho de contar con Su asistencia alivia enormemente nuestra carga. Sabemos que siempre podemos acudir a Él en oración y que nos dará la orientación que necesitemos.
Si un hijo tuyo está pasando por una etapa difícil desde hace semanas, meses o incluso años y estás empezando a perder la paciencia —o incluso si ya la perdiste al cabo de dos minutos—, puedes pedirle ayuda a Jesús. Comparte con Él tu carga; Él tiene mucha paciencia. Y como es muy paciente con nuestras faltas y errores, nos ayuda a tener paciencia con los de nuestros hijos. Cuando estamos a punto de perder los estribos, podemos pedirle paciencia y amor. Si recurrimos a Él, Su Espíritu nos serenará, nos dará soluciones y nos ayudará a capear todo temporal de dificultades que surja. Puede llenar nuestro corazón y nuestros pensamientos de Su amor, y así ayudarnos a tener una paciencia que supere nuestra capacidad natural.


PAUTAS de DISCIPLINA
Disciplina significa: «Instrucción de una persona, especialmente en lo moral»1. En otras palabras, es la formación con la que se procura modelar el carácter o la conducta. A la luz de esto, la mejor disciplina es la que ayuda al niño a aprender y evita que caiga otra vez en los mismos errores. Esto no implica severos castigos corporales. Hay muchas formas de corregir a un niño sin maltratarlo ni hacerle daño. Se le pueden asignar más tareas, prohibirle que salga, castigarlo privándolo de ciertas actividades o exigirle que haga algo para remediar el perjuicio causado por su mala acción. La disciplina aplicada con amor y buen criterio le transmite al niño un mensaje sin hacerle daño, ni física ni emocionalmente.
Con todo, en el momento de administrarse, la disciplina es difícil, tanto para el niño como para sus padres. Exige convicción por parte de estos; pero si se administra con buen tino, a la larga tanto padres como hijos son más felices y se benefician de una relación más estable y gratificante2. Conviene reducir al mínimo las situaciones que ameriten una medida disciplinaria haciendo que les resulte lo más fácil posible a los niños cumplir las reglas.
Dice la Biblia que la necedad está ligada en el corazón del muchacho; pero cuando lo corregimos lo ayudamos a adquirir autocontrol y a evitar caer en otras actividades imprudentes que podrían ser aún más graves o peligrosas3.
Para disciplinar eficazmente a un niño, tenemos que estar firmemente convencidos nosotros mismos de lo que está bien. La Palabra de Dios es un patrón confiable por el que nos podemos guiar. Ha soportado la prueba del tiempo con mejores resultados que las opiniones de presuntos expertos de la actualidad y que los criterios personales de muchos. El nivel de obediencia que exijamos a nuestros hijos debe ser un patrón que nosotros mismos respetemos, una meta que nos esforcemos por alcanzar y nos conduzca a una vida más feliz, fructífera y armoniosa. (Para familiarizarse con lo que dicen las Escrituras sobre el particular, se puede leer el apartado Versículos sobre la crianza y formación de los hijos del libro ¿De dónde sacar fuerzas?, de esta misma colección.)
A continuación damos unas pautas generales que conviene tener en cuenta al disciplinar a los niños.

1. No saques conclusiones precipitadas
«Es muy tonto y vergonzoso responder antes de escuchar»1. Cuando surge un problema, es importante escuchar las versiones de todos los afectados antes de aplicar un correctivo o castigo. Siempre hay como mínimo dos versiones, y no todo es siempre como parece a simple vista. El hecho de que nos molestemos en escuchar a nuestros hijos, además de ayudarnos a averiguar lo que pasó, aumenta el respeto que nos tienen y nos ayuda a tomarnos las cosas con calma y orar para ver la situación con los ojos del Señor.

2. La disciplina debe ser proporcional a la falta y
a la edad del niño
Las reglas muy permisivas casi nunca se obedecen, y las que se pasan de estrictas casi nunca se aplican. No se deben imponer reglas tan estrictas que los hijos no las puedan cumplir. En ese caso, es probable que se vuelvan rebeldes y las rechacen por completo.
Tampoco es justo exigirle lo mismo a un niño pequeño que a uno mayor. Por ejemplo, si instituyes una regla según la cual a la hora de cenar hay que quedarse sentado en silencio hasta que todos hayan terminado, sería ilógico esperar que Tomás, de dos años, la cumpla al pie de la letra en la misma medida que María, que tiene 10. O si María se porta mal en público contigo, es probable que te respete más y que acepte mejor la corrección si esperas a hablar con ella en privado. En cambio, en el caso de Tomás, si esperas a llegar a casa probablemente habrá olvidado el asunto, no entenderá por qué lo castigas y pensará que es una injusticia.
Otro ejemplo: Un gráfico fijado a la pared con estrellas para premiar el buen comportamiento y caritas tristes para reprobar el malo daría buen resultado con Tomás. Un niño más pequeño no lo entendería, y a María le parecería muy infantil.

3. Establece reglas y castigos
Hay que establecer reglas y los correspondientes castigos por su incumplimiento. Así los niños saben a qué atenerse y es menos probable que reaccionemos exageradamente cuando se portan mal.
Los niños necesitan límites y tienen que saber qué les pasará si los traspasan. Si tales consecuencias están claramente definidas, es más fácil reaccionar con calma y ecuanimidad, lo cual redunda en beneficio de todos.
Pongamos por caso que les prohíbas a los niños correr en la casa y les expliques que si lo hacen les harás quedarse tres minutos sentados. Tomás, de dos años, está emocionado por algo, pasa por la sala corriendo, tropieza y tumba tu planta preferida. Tú te enojas y tienes ganas de aplicarle un castigo que nunca olvide. Pero ¿se lo merece? Si sabes que el castigo son tres minutos sentado, es menos probable que tengas una reacción de la que después te arrepientas.
El mejor momento para fijarles límites a los niños es cuando ninguno de ellos haya cometido una fechoría y estemos tranquilos. Conviene escoger un sitio cómodo, tal vez hasta servir una merienda para que el clima sea más relajado, y conversar sobre las normas que han de regir en la casa. Si se tienen niños de edades bastante dispares, probablemente convenga hablar por separado con los pequeños y con los grandes.
Naturalmente, lo ideal es que los niños entiendan la necesidad de cada regla y acepten el castigo correspondiente por infringirla. Primero se pueden enumerar las reglas, y luego decidir los castigos. Eso ayuda a ver las cosas objetivamente y a reservar los castigos más severos para las faltas graves.
Es preferible que los propios niños confeccionen la lista, o al menos un bosquejo de ella. Puede que sorprenda descubrir que cuando se encomienda a los hijos la misión de ser sus propios jueces se fijan a veces niveles de exigencia más altos y estrictos que los que uno les impondría. No obstante, si se ve que son demasiado estrictos, conviene moderar sus exigencias.

4. Que las reglas sean pocas, sencillas y claras
Cuantas menos reglas estrictas haya, mejor. Eso es lo que ha hecho el Señor con nosotros. Lo simplificó muchísimo diciendo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas»1. En realidad es una sola regla: «Amarás». Si enseñamos a nuestros hijos a regirse por el amor, prácticamente no hará falta ninguna otra regla.
Es conveniente pedirle a Dios buen tino para saber qué reglas son necesarias y cuáles no2. Es mucho mejor contar con unas pocas reglas importantes y adherirse a ellas que tener una extensa lista de normas detalladas que ni los padres ni los hijos son capaces de observar.

5. Cumple lo estipulado
Debes enseñarles a tus hijos que lo que dices va en serio. Es mejor no prometer un castigo que prometerlo y no cumplirlo. Si les adviertes a los niños que no hagan tal o cual cosa y les explicas que si desobedecen los castigarás, puede que desobedezcan para ponerte a prueba. Y si no cumples el castigo, lo intentarán otra vez. Si les permites que se salgan con la suya una y otra vez, tu autoridad sobre ellos se verá menoscabada.
Naturalmente, eso no significa que no vayan a desobedecer si aplicas las consecuencias previamente acordadas. Algunos niños necesitan aprender un concepto varias veces para que se les grabe la enseñanza. Pero al ponerles límites firmes, se consigue que aun esas pruebas se conviertan en oportunidades de madurar en vez de que el niño simplemente averigüe hasta dónde y con frecuencia pueda salirse con la suya. Una vez que se dé cuenta de que, en efecto, tendrá que afrontar las consecuencias de sus acciones, lo más probable será que mejore su comportamiento.

6. Sé constante
No hay peor disciplina que una disciplina irregular. ¡Eso no es disciplina ni es nada! Debes ser fiel a tu palabra y ejecutar la sentencia con amor, paciencia y oración. Sé franco, justo, amoroso, firme y constante.
Que se esté de buen o de mal humor no debe afectar en absoluto la corrección que se les imparta a los hijos. Si no, en vez de aprender buenos principios, solo aprenderán a andarse con cuidado en nuestra presencia. Se aprovecharán de nosotros cuando estemos de buen humor y evitarán nuestra presencia cuando estemos de mal humor.
En circunstancias excepcionales, el Señor puede indicarte que no apliques un castigo acordado previamente con tus hijos. Eso probablemente solo ocurrirá muy de vez en cuando, pero puede suceder, así que es importante pedirle al Señor que te ayude a decidir atinadamente en cada caso.

7. Obra con justicia
Pocas cosas socavan más la relación entre padres e hijos que el resentimiento y la desconfianza que alberga un niño injustamente castigado. Lo que convierte esto en algo tan riesgoso es que, dependiendo de su madurez, su concepto de justicia puede diferir sustancialmente del de sus padres. Pero es igual de fuerte y, a su modo de ver, igual de válido. ¿Qué hacer entonces?
No hay que sacar conclusiones precipitadas. Hay que darle al niño oportunidad de explicar su postura y procurar ver el asunto desde su punto de vista. Si nos tomamos un tiempo para evaluar su versión, estaremos en mejor situación para juzgar el asunto con equidad. Y al ver que nos esforzamos por ser comprensivos y justos, nos tendrá más respeto y valorará más nuestro discernimiento.
Una forma de ayudarlo a entender tu punto de vista es tomarte un rato —antes o después de aplicarle la medida disciplinaria— para explicar qué fue lo que salió mal. A veces los niños se enfrascan tanto en algo que no se dan cuenta de lo que hacen. Un niño entusiasmado con una idea es capaz de pisar la alfombra nueva de la sala con las botas llenas de barro y no darse cuenta. El hecho de que te tomes unos momentos para explicarle su error y el motivo por el que tienes que castigarlo según lo acordado, verificando que ha comprendido bien lo que pasó, contribuirá mucho a que sienta que se lo ha tratado con justicia.
Una debilidad humana en la que caen a veces los padres y cuidadores de niños es mostrar favoritismo hacia algunos. Es fácil ser más indolente con la niña chiquita y bonita que con el niño travieso. Las reglas pueden servir para constatar si se obra con equidad. ¿Cómo reaccionamos al aplicar correctivos a diversos niños? Lógicamente, también hay que tener en cuenta que cada niño tiene una personalidad y un temperamento distinto. Algunos son tozudos y se resisten a la disciplina; otros son más dóciles. A algunos se los puede tratar con mano blanda; otros requieren una mano firme. Hay que procurar apartarse un poco de la situación y serenarse respirando hondo. Tómate unos momentos de tranquilidad y pídele al Señor que te ayude a ver las cosas con ecuanimidad.
8. No conviene disciplinar cuando se está alterado
Uno de los errores más graves que se pueden cometer es aplicar un castigo más severo del que amerita la falta.
Aunque es normal enojarse con un niño cuando se ha portado mal, hay que darse un poco de tiempo para calmarse antes de aplicar una medida disciplinaria. Si es muy pequeño y necesita un correctivo de inmediato, pero no te sientes capaz de reaccionar con paciencia y objetividad, pídele a tu cónyuge que le aplique el castigo. Si no hay nadie que lo pueda hacer por ti, puedes pedir al niño que se quede un rato en silencio para reflexionar sobre su conducta. Durante ese tiempo procura serenarte y pregúntale al Señor qué debes hacer.
Disciplinar con ira generalmente es injusto para con el niño y puede invalidar los efectos beneficiosos del correctivo. Él piensa que sus padres lo han castigado porque están enojados y no porque haya incurrido en una falta. Para él, la cuestión de fondo termina siendo la reacción de sus padres. No entiende la enseñanza derivada del error cometido, y en consecuencia es muy posible que se resienta del castigo.

9. Reitérales a tus hijos tu amor y tu confianza en ellos
Los niños necesitan amor, y más cuando no parecen merecerlo. Necesitan saber que se los ama incondicionalmente, y que aunque se hayan portado mal sus padres siguen siendo sus padres y no pierden la fe en ellos.
Nunca hay que olvidarse de manifestarles una medida mayor de amor y dirigirles palabras de aliento después de corregirlos o de aplicarles una medida disciplinaria. Hay que abrazarlos, hacer algo interesante con ellos o decirles lo mucho que los apreciamos y lo orgullosos que estamos de ellos cuando se esfuerzan por obrar bien. Por último, diles que tienes la seguridad de que la próxima vez actuarán con más acierto. Ese puede ser el factor que determine si se quedan desalentados y resentidos, o bien contentos, motivados y deseosos de complacer.
Manifestar fe en el niño y animarlo constituye una parte importante de la disciplina, porque es un aspecto muy importante del amor. Los hijos serán más felices y se apegarán más a las reglas si los motiva más el amor que el miedo al castigo. Ese debe ser el objetivo. De otro modo, si solo se portan bien por temor al correctivo, es posible que en cuanto estemos fuera de vista sigan haciendo lo que les dé la gana.
Al manifestarles amor y fe los motivamos a comportarse y a hacer el bien porque tienen una noción interior del bien y del mal y porque quieren retribuir el amor que les hemos demostrado, y también el amor de Dios. Esa es en realidad la mejor motivación que pueden tener en la vida: el deseo de complacer al Señor.

10. Concluye la acción disciplinaria con una oración
Hay que animar a los niños a pedir perdón cuando se portan mal, tanto a Jesús como a sus padres. Nunca hay que dejar de hacer una breve oración con ellos después del correctivo, decirles que los perdonas y recordarles que Jesús también los perdona. «Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias»1.

UN FIRME fundamento
Encamina a tus hijos hacia Jesús
Para dar a los niños un buen fundamento y prepararlos para la vida es de suma importancia ayudarlos a entablar una relación personal con Dios por medio de Jesucristo. Cuando son chiquitines es muy sencillo llevarlos a aceptar al Salvador. A continuación reproducimos un pasaje de Preescolares (publicado en esta misma colección) que puede ser de utilidad para abordar esta cuestión con niños pequeños:

Desde chicos los niños pueden rezar para aceptar la salvación eterna que Dios les ofrece y abrirle a Jesús la puerta de su corazón. Es tan sencillo que hasta muchos pequeños de dos años pueden hacerlo. Difícilmente puede encontrarse a alguien más sincero y dispuesto a creer que un chiquitín. Por eso dijo Jesús que debemos hacernos como niños para ir al Cielo1. Si un niño es capaz de hacer una oración sencilla —incluso a los dos años— ya está en condiciones de recibir a Jesús.
Cuando le hayas enseñado quién es Jesús —para ello es ideal una biblia infantil ilustrada—, explícale: «Jesús quiere vivir en tu corazón. Él te quiere mucho. Quiere ser tu mejor amigo y estar siempre contigo. Si le pides que entre en tu corazón, entrará. ¡Y ya nunca te dejará! ¿Quieres que entre en tu corazón?»
Luego haz una pequeña oración para que el niño la repita como buenamente pueda. Aunque no consiga decir más que la última palabra de cada frase, es suficiente, porque para Jesús lo que cuenta es la intención. La oración puede ser algo así como: «Jesús, entra en mi corazón. Perdóname por portarme mal a veces. Ayúdame a amarte y a portarme bien». Con eso, Jesús entrará en el corazón de tu hijo, y será salvo para siempre. Dios lo promete1. ¡Es así de sencillo!
A los niños mayorcitos conviene darles una explicación más completa de lo que es la salvación. Veamos un ejemplo de lo que se les puede decir. También puede ser algo más resumido:

Nadie es perfecto. Todos tenemos nuestros puntos flacos, y a veces hacemos cosas que no están bien. Pero Dios nos quiere tanto que desea perdonarnos y ayudarnos a cambiar. Para ello hizo un gran milagro: ideó un plan muy sencillo a fin de que cualquiera pueda salvarse. Lo único que tenemos que hacer es creer en Jesús y aceptarlo. Cuando él entra en nuestra vida, aparte de ayudarnos en la Tierra, también nos da vida eterna en el Cielo. La salvación es un regalo sensacional que Dios hace a todos los que aman a Jesús y creen en Él.
Dios desea que todo el mundo se salve, pero deja que cada uno escoja. Cada uno decide si acepta a Jesús y la vida eterna que Él nos ofrece.
 Jesús prometió: «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él»2.
 «De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna»3.
 «Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. […] Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo»1.
 «La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro»2.
 «Esta es la promesa que Él nos hizo, la vida eterna»3.

La salvación es así de sencilla. Una vez que tu hijo acepta a Jesús, ya la tiene. Para los padres es una experiencia maravillosa estar junto a sus hijos cuando estos descubren a Jesús y Su salvación.

Importancia de apacentar a los hijos con la Palabra de Dios
«La Palabra de Dios es viva y eficaz»4. Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera.
A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida»5.
Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios.
 «¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar Tu palabra»1.
 «En mi corazón he guardado Tus dichos para no pecar contra Ti»2.
 «Lámpara es a mis pies Tu palabra y lumbrera a mi camino»3.
 «Hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del Diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes»4.
 «Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios»1.

Relatos de la Biblia para niños
Es muy beneficioso leer la historia sagrada a los hijos desde temprana edad; cuanto antes se empiece, mejor. Hasta los bebés pueden asimilar relatos acerca de Jesús y de hombres y mujeres de fe. Esto le servirá de cimiento para hacer descubrimientos más profundos de la Palabra de Dios cuando sea mayor. (En Disfruta de tu bebé y Preescolares se presentan ideas para enseñar la Biblia a niños pequeñitos.)
La Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios que aparece al final del presente librito enumera una serie de historias básicas de la Biblia que se pueden empezar a leer con los niños. Una actividad así estrecha las relaciones entre padres e hijos y los ayuda a crecer en la fe y entender la Palabra de Dios. Al leer y comentar esos relatos, sorprende la cantidad de enseñanzas que se sacan y son de aplicación en la vida cotidiana. El tomarse tiempo para hablar de los detalles y la moraleja de cada caso ayuda a los niños a aplicar esas enseñanzas a su propia vida.
Algunos relatos muy conocidos del Antiguo Testamento no son muy apropiados para niños pequeños porque tratan de violencia o inmoralidad, como por ejemplo la historia de Lot en Sodoma y Gomorra o el asesinato de Sísara a manos de Jael. Naturalmente, hay otros relatos de Antiguo Testamento que sí son apropiados para niños pequeños, como por ejemplo el de la creación, el del arca de Noé, el del llamamiento del niño Samuel, etc.
Explorar la Palabra de Dios constituye una aventura espiritual en la que puede participar toda la familia. No hace falta saberlo todo para empezar. Si tus hijos te hacen preguntas cuya respuesta desconoces, diles simplemente que aún no lo sabes, pero que si siguen leyendo seguramente lo averiguarán. Pídanle al Señor que los ayude a descubrir la respuesta mientras leen Su Palabra. A veces viene bien comentar las preguntas de los hijos con nuestro cónyuge o con algún amigo que sea lector de la Biblia. La Biblia es un libro muy extenso. Aunque se estudie a lo largo de toda la vida, nunca se llegan a extraer todos los tesoros que contiene.

Guardar la Palabra de Dios en el corazón
Un aspecto importante de estudiar la Palabra de Dios en familia es aprenderse de memoria ciertos versículos clave que sean alentadores y reconfortantes. Las promesas edificantes que memorizamos acrecientan nuestra fe y son una fuente de consuelo en los momentos difíciles, tanto para nosotros como para otras personas. En el Salmo 119:11 (al que hicimos referencia más arriba), la Biblia dice que debemos guardar la Palabra de Dios en nuestro corazón a fin de agradarlo y evitar hacer cosas que hieran o perjudiquen a los demás. Meditar en la Palabra de Dios y memorizarla purifica nuestros pensamientos y nuestro corazón. Las palabras textuales de Dios que nos aprendemos se convierten en lámpara para nuestros pies y ancla para nuestra alma. El conocimiento de las Escrituras nos hace crecer espiritualmente y nos permite entender mejor al Señor, a los demás y a nosotros mismos. Y el hecho de sabernos de memoria ciertos pasajes nos facilita la labor de transmitírselos a otras personas aun cuando no tengamos con nosotros una biblia. Si entendemos lo útil e importante que es conocer la Palabra de Dios, nos sentiremos motivados a estudiarla lo más a fondo posible y a no dejar de leerla y memorizarla con nuestros hijos.
En el apartado Versículos para memorizar en familia de la Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios que aparece al final del libro, se incluyen algunos versículos de utilidad para iniciar un programa de memorización con los hijos. Los mismos versículos se presentan con ilustraciones a todo color en los libritos de Apacienta Mis corderos, también de Aurora Production.
Si la memorización es algo nuevo para ti y para tus hijos, empieza con un versículo cada dos días. Lee el versículo del día mientras los niños desayunan. Conviene comentarlo brevemente con ellos para asegurarse de que lo entiendan y vean de qué manera lo pueden aplicar. De ser posible, hay que facilitarles una copia del versículo para que la lleven en el bolsillo o en su mochila escolar y puedan repasarlo a lo largo del día. Al final del primer día, todos pueden recitar el versículo juntos a la hora de cenar y repasarlo una vez más antes de que los niños se acuesten. Lo mismo se puede hacer el segundo día, y al final de la jornada podrías otorgar un pequeño premio a quienes se lo sepan de memoria. Los premios no tienen por qué ser gran cosa. Se trata simplemente de reconocer de un modo entretenido los avances realizados por los niños.
La colección Apacienta Mis corderos incluye una lista de control para ir anotando los versículos que se aprende cada niño. Otra forma de dejar constancia de los progresos que se hacen, si tienes más de un niño, es colocar un gráfico en la puerta del refrigerador o en algún otro sitio visible con sus nombres y la referencia de los versículos que estén memorizando. Cada vez que un niño se aprenda uno, pon un adhesivo o una señal en el sitio correspondiente. Los padres no deben olvidarse de incluir su nombre y ponerse un adhesivo o una señal —también pueden hacerlo los niños por ellos— cuando ya sean capaces de citar bien un versículo. La memorización debe ser un asunto de familia. Para que todos estén motivados e incentivados a seguir avanzando, tal vez convenga variar de vez en cuando de métodos o incentivos. Por ejemplo, se puede probar a colocar una señal junto a cada versículo memorizado, luego un adhesivo cuando se hayan aprendido cinco versículos, y hacer una salida o excursión juntos cuando todos hayan obtenido cuatro adhesivos (20 versículos).
Una vez que se vayan acostumbrando, probablemente podrán hacer un versículo al día. No te asombres si a los niños les resulta más fácil que a ti aprenderse los versículos. Eso debería incentivarlos. Aunque inicialmente memorizar sea un poco difícil, con el tiempo se irá haciendo más fácil y natural. Es como aprender a mecanografiar, conducir, tocar un instrumento musical o utilizar una computadora; la práctica hace al maestro.
Para que un programa de memorización dure, conviene disponer de un medio práctico de recopilar y repasar los pasajes aprendidos. Una idea podría ser escribir cada uno en una ficha, o fotocopiar la lista de control que aparece al final del libro, recortar los versículos y pegarlos en trocitos de cartulina. O bien fotocopiar la lista tal cual a fin de confeccionar un librito para cada niño. Si se escriben los versículos sobre una cara de la ficha y se anotan las referencias o palabras clave por el otro lado, pueden servir para hacer juegos de repaso de lo aprendido.
A veces es más fácil memorizar (y repasar) un salmo entero u otro capítulo de la Biblia que aprenderse un puñado de versículos separados, puesto que en un capítulo, generalmente los versículos tienen continuidad unos con otros; relatan algo o exponen un tema. Por otra parte, puede que resulte más útil contar con una serie de versículos variados y es una tarea de menos envergadura que aprenderse un salmo o capítulo entero, sobre todo al comienzo. Si bien es cierto que algunos pasajes extensos de la Biblia son muy alentadores y viene muy bien aprendérselos, una de las ventajas de memorizar versículos sueltos es que se abarcan más temas en menos tiempo: salvación, Espíritu Santo, curación, oración, fe, dar testimonio, protección de Dios, consuelo, etc. Prueba a aprenderte versículos que contengan promesas del Señor que significan mucho para ti, o que presenten verdades espirituales fundamentales, o que te hablen al corazón de un modo personal.
(El apartado Ideas para repasar los versículos memorizados, de la Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios que aparece al final del presente libro, contiene más consejos para no olvidar los versículos aprendidos.)

Dar a conocer a Jesús
Comprobarás que una vez que tú y tus hijos hayan aceptado a Jesús y comiencen a apacentarse de Su Palabra, sus vidas se transformarán. Empezarán a ver la diferencia en ustedes mismos, en sus actitudes y en su forma de encarar diversas situaciones. Es porque Dios les ha concedido el grandioso don de la salvación, el tesoro de Su Palabra y la paz y seguridad de Su amor. Han encontrado un tesoro inconmensurable que Dios quiere que compartan con los demás, para que ellos también puedan salvarse y gozar de las riquezas divinas que han descubierto ustedes.
El amor de Dios es infinito. Alcanza para todos, así que no dudes en abrir el cofre del tesoro a los demás. Una mirada amistosa, una sonrisa, un gesto de cariño o una palabra de aliento pueden brindarte la oportunidad de dar a conocer el mensaje del amor de Dios y Su salvación. Todo lo que has aprendido en este librito sobre aceptar a Jesús, Su salvación y Su Palabra puedes comunicárselo a tus familiares, amistades, compañeros de trabajo o de facultad y otras personas con las que te encuentres a diario. Lee y apréndete los versículos sobre salvación y dar testimonio del apartado Versículos para memorizar en familia que aparece al final de este libro, y deja que el Señor obre por medio de ti y de tus hijos para ayudar a otros a encontrar la salvación y una vida de alegría y satisfacción con Jesús, ahora y para siempre.
Si tus hijos (o tú) son tímidos y les cuesta hablar de Jesús a los demás, pidan juntos al Señor que los llene del Espíritu Santo, el maravilloso regalo que Él nos ha prometido a fin de capacitarnos para dar testimonio de Él. (Si quieres saber más sobre el Espíritu Santo y la forma en que puede ayudarte, lee Los dones de Dios, de la colección Actívate.)

Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos1.

El mensaje que tus hijos pueden dar a sus amigos puede ser muy sencillo. Veamos un ejemplo: «Jesús es mi mejor amigo. Vive en mi corazón. Te quiere mucho y quiere vivir también en el tuyo. Será tu mejor amigo, y así un día todos estaremos juntos en el Cielo. Solo tienes que orar conmigo, y Jesús entrará en tu corazón».

GUÍA DE ACTIVIDADES PARA
ESTUDIar LA PALABRA de Dios
Ideas para repasar los versículos memorizados
Una vez que los niños (y tú) hayan comenzado a aprenderse versículos, será indispensable que los repasen para que no se les olviden. A continuación presentamos algunas propuestas para amenizar el repaso.

 Graba en un cassette los versículos que estén memorizando los niños y pónselo a la hora de la siesta, cuando se acuesten por la noche, etc. (Los niños mayores y los adolescentes pueden grabarse ellos mismos sus cintas y las de sus hermanos menores. Diaria o semanalmente pueden ir añadiéndose versículos.)
 Prepara una tarjeta para cada versículo. Escribe o pega el texto del versículo sobre una de las caras y la referencia en la otra. Otra opción sería incluir las primeras palabras o una o dos palabras clave de cada versículo por el lado de la referencia. Invéntate juegos o preguntas utilizando las tarjetas.
 Es esencial tener los versículos a mano para que sea fácil repasar o memorizar cada vez que dispongan de unos instantes. En el bus, en la consulta del dentista, cuando estés esperando a un amigo o a que los niños salgan del colegio, tómate unos minutos para repasar o aprender un versículo nuevo. Enseña a tus hijos a hacer lo mismo.
 Prepara un cuadro para llevar un registro de lo que vas repasando. Haz un lista de los versículos y capítulos memorizados y repasa algunos cada día con tus hijos. Al terminar de repasar un versículo o un pasaje, pongan en el cuadro un autoadhesivo o una señal. Cuando memoricen algo nuevo, añádanlo a la lista para ir repasándolo con frecuencia.

Ideas aportadas por otros padres y docentes:
 A cada niño le hicimos un escudo en rojo y azul con una banda cruzada en la que estaba escrito su nombre. Pusimos los escudos en la sala de estar donde todo el mundo los viera. Cada vez que los niños se aprenden un versículo, pueden pegar en su escudo una medalla que lleva escrita la referencia del versículo. (Las medallas son de papeles de colores recortados.)
 Prueba a hacer un concurso de memorización. Se dice la referencia y se ve quién es capaz de recitar el versículo correspondiente. O se les pide a los concursantes que se turnen para decir un versículo sobre un tema determinado, como la salvación, la curación, la confianza en Dios en momentos difíciles, etc. Una tercera modalidad consiste en pedir a los niños que den un versículo para determinada situación: «Una familia necesita dinero para comprar algo que le falta. ¿Qué versículo puede invocar?» Nosotros hicimos una cajita con preguntas de este estilo escritas en unas tarjetitas, de las cuales podemos echar mano en cualquier momento para hacer un repaso rápido.
 Las tres variantes del juego también se pueden jugar cuando hay un solo niño con uno de sus padres: en ese caso pueden turnarse haciéndose preguntas mutuamente. De vez en cuando se puede jugar llevando la cuenta de los tantos.
 Compañeros de memorización: Cada uno tiene un compañero que le pregunta los versículos y lo ayuda a memorizar todos los días.
 Repaso: Las primeras tres semanas del mes aprendemos versículos nuevos, y en la cuarta repasamos lo que hemos memorizado ese mes y anteriormente.
 En nuestros paseos siempre nos resulta ameno hacer juegos de repaso con los versículos aprendidos. Yo simulo tener un interrogante o un problema que no sé resolver y hago preguntas que los niños deben responder exclusivamente con versículos de la Biblia. Ejemplos: «¿Quién creó el mundo?» (Génesis 1:1); «¿Quién creó al hombre?» (Génesis 1:27); «¿Qué debo hacer para salvarme?» (Hechos 16:31); «¿Soy pecador?» (Romanos 3:23); «¿Qué es la verdad? (Juan 17:17).
 Mientras los niños comen, les leo lo que están memorizando ese día. Nos gusta representar con gestos el mensaje o las palabras clave de cada versículo, porque ayuda a los niños a repasar y retenerlo con más facilidad. Repasan sus versículos antes de la siesta y de acostarse por la noche.

Lista de relatos de la Biblia
Los siguientes pasajes de la Biblia te proporcionarán muchas horas de lectura e interacción provechosas con tus hijos. Esta lista contiene más relatos que la que se incluye para niños pequeños en Disfruta de tu bebé y Preescolares.

Vida de Jesús
 Nacimiento: Mateo 1:18 - 2:23; Lucas 1:5 - 2:52
 Muerte: Mateo 26:17 - 27:66; Marcos 15;
Lucas 23; Juan 18 - 19
 Resurrección: Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20

Milagros de Jesús
Milagros de resurrección
 El hijo de la viuda: Lucas 7:11-16
 La hija de Jairo: Mateo 9:18-26;
Marcos 5:22-43; Lucas 8:41-56
 Lázaro: Juan 11:32-44
Milagros de curación
 El hijo de un oficial del rey, de una fiebre:
Juan 4:46-54
 Un leproso: Mateo 8:2-4; Marcos 1:40-45;
Lucas 5:12-14
 Un paralítico: Mateo 9:1-8; Marcos 2:3-12; Lucas 5:17-26
 Un hombre que llevaba 38 años enfermo:
Juan 5:1-16
 El hombre de la mano seca: Mateo 12:10-15; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10
 El siervo del centurión, de parálisis:
Mateo 8:5-13; Lucas 7:2-10
 Una mujer que llevaba 12 años con un flujo de sangre: Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-34;
Lucas 8:43-48
 Los dos ciegos: Mateo 9:27-31
 Un hombre sordo y tartamudo: Marcos 7:32-37
 Un ciego: Marcos 8:22-26
 Un ciego de nacimiento: Juan 9:1-11
 Una mujer que llevaba 18 años enferma:
Lucas 13:10-17
 Un hombre que sufría de hinchazones:
Lucas 14:1-6
 Los diez leprosos: Lucas 17:11-19
 Un mendigo ciego: Mateo 20:30-34;
Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43
 La oreja de Malco: Lucas 22:50,51
 La suegra de Pedro: Mateo 8:14-17;
Marcos 1:29-31; Lucas 4:38,39

Otros milagros que obró Jesús
 Agua convertida en vino: Juan 2:1-11
 La red de Pedro se llena de peces: Lucas 5:1-11
 Alimentación de más de 5.000 personas:
Mateo 14:15-21; Marcos 6:35-44;
Lucas 9:12-17; Juan 6:5-14
 Alimentación de más de 4.000 personas:
Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-10
 Un pez provee dinero para el tributo:
Mateo 17:27
 La pesca milagrosa: Juan 21:6-14
 Se seca un higuera: Mateo 21:18-21;
Marcos 11:12-14;20-21
 El viento y el mar le obedecen: Mateo 8:23-27; Marcos 4:37-41; Lucas 8:22-25
 Jesús camina sobre el agua: Mateo 14:25-31; Marcos 6:45-52; Juan 6:19
 Los que son enviados a detenerlo se caen:
Juan 18:4-6
 Jesús pasa por entre la multitud sin ser visto: Lucas 4:28-30

Milagros relacionados con la vida de Jesús
 Una estrella guía a los sabios de Oriente hasta Belén: Mateo 2:1-9
 Señales en Su bautismo: Mateo 3:16,17;
Marcos 1:9-12; Lucas 3:21,22
 Señales en Su transfiguración: Mateo 17:1-9; Marcos 9:1-9; Lucas 9:28-36
 Respuesta a una oración: Juan 12:28-30
 Señales en Su muerte: Mateo 27:45-53
 Señales en Su resurrección: Mateo 28:2;
Marcos 16:4-6
 Señales en Su ascensión: Lucas 24:50,51;
Hechos 1:6-12

Parábolas que contó Jesús
 La paja y la viga en el ojo: Mateo 7:3-5
 La casa edificada sobre la roca y la construida sobre la arena: Mateo 7:24-27; Lucas 6:47-49
 El sembrador: Mateo 13:3-8,18-23;
Marcos 4:3-8,14-20; Lucas 8:5-15
 El trigo y la cizaña: Mateo 13:24-30
 La levadura: Mateo 13:33; Lucas 13:20,21
 El tesoro escondido: Mateo 13:44
 La perla de gran precio: Mateo 13:45-46
 Tesoros nuevos y antiguos: Mateo 13:52
 Los dos deudores: Mateo 18:23-34
 El padre y los dos hijos: Mateo 21:28-31
 Las vírgenes prudentes y las insensatas:
Mateo 25:1-13
 Los talentos: Mateo 25:14-30
 Las ovejas y las cabras: Mateo 25:31-46
 El remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; el vino nuevo en odres viejos: Mateo 9:16,17; Marcos 2:21,22; Lucas 5:36,37
 La lámpara bajo el cajón: Mateo 5:15;
Marcos 4:21-23; Lucas 8:16
 Los convidados a la boda: Mateo 9:14,15; Marcos 2:18-20; Lucas 5:33-35
 Los dos deudores: Lucas 7:41-50
 El buen samaritano: Lucas 10:25-37
 El amigo que llega a medianoche: Lucas 11:5-8
 El rico insensato: Lucas 12:16-21
 Los siervos vigilantes: Lucas 12:35-40
 El siervo fiel: Lucas 12:42-48
 La semilla de mostaza: Mateo 13:31-32;
Marcos 4.31-32; Lucas 13:18-19
 La puerta estrecha: Lucas 13:24-30
 El buey caído en el pozo: Lucas 14:3-6
 Los mejores asientos: Lucas 14:7-11
 La gran cena a la que se invita a pobres, mancos, cojos y ciegos: Lucas 14:12-24
 La oveja perdida: Mateo 18:12-14; Lucas 15:4-7
 La moneda perdida: Lucas 15:8-10
 El hijo pródigo: Lucas 15:11-32
 El deber del siervo: Lucas 17:7-10
 El juez injusto: Lucas 18:1-8
 El fariseo y el publicano: Lucas 18:9-14
 El noble y sus diez siervos: Lucas 19:12-27
 El pan de vida: Juan 6:25-59
 El buen pastor: Juan 10:1-29
 La vid: Juan 15:1-27

Ejemplos de la Biblia de oraciones respondidas
 Abraham pide un hijo: Génesis 15:2-4
 El siervo de Abraham ora para que su misión resulte exitosa: Génesis 24:12-27
 Isaac pide hijos: Génesis 25:21,24-26
 Jacob ora para librarse de un ataque de Esaú:
Génesis 32:9-12; 33:4-10
 Jacob lucha para obtener la bendición divina:
Génesis 32:24-30
 Israel ora para librarse de la esclavitud de Egipto: Éxodo 2:23-25; Deuteronomio 26:7-9
 Moisés ora para que se mueran las ranas:
Éxodo 8:12,13
 Moisés ora para endulzar el agua:
Éxodo 15:23-25
 Moisés pide a Dios que perdone al pueblo:
Éxodo 32:11-14
 Moisés pide la presencia divina: Éxodo 33:12-14
 Moisés pide ayuda a Dios: Números 11:11-17
 Moisés pide ver Canaán:
Deuteronomio 3:24,25; 34:1-5
 Moisés ora por Israel: Deuteronomio 9:18,19
 Israel pide fuerzas para vencer al rey de Canaán: Jueces 4:3-23
 Gedeón pide una prueba y confirmación de su llamado: Jueces 6:36-40
 Sansón pide agua: Jueces 15:18,19
 Ana pide un hijo: 1 Samuel 1:11,17,20
 Samuel ora por Israel: 1 Samuel 7:8-12
 Salomón pide sabiduría: 1 Reyes 3:6-14
 Salomón ora en la consagración:
1 Reyes 8:23 - 9:9
 Elías ora por el hijo de la viuda:
1 Reyes 17:20-22
 Elías pide un triunfo sobre Baal:
1 Reyes 18:36-38
 Eliseo ora para que su siervo vea el ejército de ángeles: 2 Reyes 6:17
 Eliseo pide a Dios que ciegue al ejército enemigo:
2 Reyes 6:18
 Joacaz ora para librarse de la opresión de los sirios: 2 Reyes 13:4,5
 Ezequías pide protección: 2 Reyes 19:15-19,35
 Ezequías ora estando enfermo: 2 Reyes 20:3-11
 Los rubenitas oran para ganar la batalla:
1 Crónicas 5:18-22
 David ora en su lecho de muerte por Salomón:
1 Crónicas 29:10-19,25
 El ejército de Abías ora para obtener la victoria:
2 Crónicas 13:14-16
 Asa ora al partir para la batalla:
2 Crónicas 14:11,12
 Josafat pide protección: 2 Crónicas 20:6-22
 Manasés ora para obtener la victoria:
2 Crónicas 33:12,13
 Nehemías ora por el remanente de Israel:
Nehemías 1:5-2:8
 Jonás pide liberación: Jonás 2:2-10
 Pedro ora para que resucite Tabita: Hechos 9:40
 Los discípulos piden la liberación de Pedro: Hechos 12:5-17
 Cornelio le pide guía a Dios:
Hechos 10:1-6,30-33

Versículos para memorizar en familia
A continuación te ofrecemos una selección de versículos para que los memorices con tus hijos. Está tomada de los libros de Apacienta Mis corderos. Para los menores de 5 años, hay una lista más sencilla en Disfruta de tu bebé y en Preescolares, de esta misma colección. Estos versículos están simplificados y adaptados tomando como punto de partida la versión Reina-Valera, revisión de 1960. Si te interesan más versículos para tus hijos mayores, te recomendamos el librito La Biblia en cápsulas.

Amor
 Mateo 22:37 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente.
 Mateo 22:39 Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
 1 Pedro 4:8 El amor cubre multitud de pecados.
 Juan 13:35 De este modo sabrán todos que son Mis discípulos, si se aman los unos a los otros.

Salvación
 Juan 1:12 A todos los que lo recibieron, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
 Juan 3:16 De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo único, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
 Romanos 3:23 Todos han pecado, y ninguno alcanza la gloria de Dios.
 Hechos 4:12 En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el Cielo en que podamos ser salvos.
 Romanos 10:9 Si confiesas que Jesús es tu Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.
 2 Corintios 5:17 Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.

Fe
 Mateo 9:29 Sea para ti conforme a tu fe.
 Proverbios 3:5 Confía en el Señor de todo corazón y no en tu propia inteligencia.
 Isaías 26:3 Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado.
 2 Timoteo 1:7 No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
 Isaías 41:10 No temas, porque Yo estoy contigo. Soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré.

Promesas de Dios
 Romanos 8:28 Dios hace que todas las cosas sean para el bien de quienes lo aman.
 2 Corintios 12:9 Te basta con Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad.
 Santiago 1:5 Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, y le será dada.
 Salmo 37:4 Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón.
 Proverbios 3:6 Reconoce al Señor en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.

Oración
 Mateo 18:20 Donde dos o tres se reúnen en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.
 Salmo 19:14 Sean agradables los dichos de mi boca y los pensamientos de mi corazón delante de Ti, oh Señor, roca mía, y redentor mío.
 Jeremías 29:13 Me buscarás y me encontrarás cuando me busques de todo corazón.

La Palabra de Dios
 Juan 6:63 Las Palabras que te he hablado son espíritu y son vida.
 Santiago 1:22 No sólo escuches la Palabra: llévala a la práctica.
 1 Pedro 2:2 Desea la leche pura de la Palabra, para que por medio de ella crezcas.
 Salmo 119:11 En mi corazón he guardado Tus dichos, para no pecar contra Ti.
 Salmo 119:18 Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley.
 Salmo 119:105 Tu Palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero.
 Juan 8:31 Si te mantienes en Mi Palabra, serás realmente Mi discípulo.

Vida cristiana
 Gálatas 6:7 Cada uno cosecha lo que siembra.
 Efesios 5:16 Aprovecha bien el tiempo.
 Salmo 133:1 ¡Qué bueno y qué delicioso es vivir juntos en armonía!
 1 Corintios 14:33 Dios no es Dios de confusión, sino de paz.
 1 Corintios 14:40 Hágase todo decentemente y con orden.
 Mateo 5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
 Mateo 5:44 Ama a tus enemigos, haz bien a los que te aborrecen, y ora por los que te hacen daño y te persiguen.
 Lucas 16:10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel.
 Gálatas 6:2 Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas.
 Filipenses 2:14 Hazlo todo sin quejas ni discusiones.
 Proverbios 15:1 La blanda respuesta quita la ira.
 Proverbios 15:3 Los ojos del Señor están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.

Seguir a Jesús
 Juan 15:5 Yo soy la vid, y tú una rama. Si permaneces en Mí, como Yo en ti, darás mucho fruto.
 Hebreos 12:1,2 Teniendo alrededor nuestro una nube tan grande de testigos, corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús.
 Colosenses 3:2 Pon la mira en las cosas de arriba, no en las de la Tierra.

Perdón
 Mateo 6:14 Si perdonas a otros sus ofensas, también te perdonará a ti tu Padre celestial.
 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos y limpiar nuestro corazón.

Espíritu Santo
 1 Corintios 3:16 Eres templo de Dios, y el Espíritu de Dios vive en ti.
 Gálatas 5:22,23 El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.

Dar testimonio
 Mateo 5:16 Deja brillar tu luz, para que los demás vean tus buenas obras y glorifiquen a tu Padre que está en los Cielos.

Curación
 Mateo 4:23 Jesús curaba a la gente de todas sus enfermedades y dolencias.
 Marcos 10:52 Tu fe te ha curado.
 Marcos 16:17,18 Los que creen pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.
 Salmo 34:19 Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará el Señor.

La buena batalla
 Santiago 4:7 Resiste al Diablo, y huirá de ti.
 Efesios 6:11 Ponte toda la armadura de Dios para que puedas hacer frente a los ataques del Diablo.
 1 Juan 4:4 Más poderoso es el que está en ti que el que está en el mundo.

Otros medios útiles para memorizar y estudiar la Biblia
Una forma muy fácil de guardar la Palabra de Dios en el corazón es aprendérsela por medio de canciones. La mayoría de los versículos de la sección Versículos para memorizar en familia (y muchos otros) se han grabado en forma cantada y se incluyen en la colección de cassettes/CD Canciones de vida. Tales canciones son ideales para escuchar mientras se hace la limpieza, se va en auto al trabajo o se hace ejercicio, mientras los niños juegan o cuando se van a la cama. Una manera de introducir variedad en la memorización consiste en poner la cinta que contenga los versículos que se estén aprendiendo y cantar mientras se escucha.
Como su nombre indica, La Biblia en cápsulas es una colección de versículos importantes que te permiten dar rápidamente con las respuestas y el punto de vista de Dios sobre 35 temas. Este librito puede servir también para elaborar una lista más avanzada de versículos para memorizar. Su reducido tamaño lo hace ideal para insertarlo en la funda de la Biblia o llevarlo en el bolsillo o la cartera a fin de tenerlo siempre a mano.
Para hacer estudios sobre temas concretos, los dos tomos Claves para descubrir la verdad, titulados Fundamentos y Una vida más feliz, contienen selecciones muy completas de versículos de la Biblia organizados por materias. Fundamentos cubre los rudimentos de la fe cristiana; Una vida más feliz aborda más de 50 temas relacionados con la formación integral de las personas y la resolución de problemas.
La Biblia en cápsulas, Fundamentos y Una vida más feliz están editados por Aurora Production.

EPÍLOGO: LA FUENTE DE LA FORTALEZA
¡Niños! Niños encantadores, niños estupendos, niños traviesos, niños felices. Si tienes hijos, seguramente te habrán cambiado la vida. Ello obedece entre otras cosas a la gran necesidad que tienen de ti. De pequeños son muy desvalidos y dependen enteramente de nosotros. Poco a poco van creciendo, pero de todos modos, nos necesitan y acuden a nosotros en busca de ayuda y de respuestas, al menos hasta que se hacen más mayores y se van independizando.
La Palabra de Dios dice que debemos ser como niños para entrar en el Reino de los Cielos. Viendo cuánto dependen los niños de sus padres cuando son pequeños, comprendemos un poco mejor a qué se refiere Dios y cómo quiere que nos relacionemos con Él. Nuestros pequeños creen en nosotros y nos aceptan; confían y dependen ciegamente de nosotros para que les proporcionemos ayuda y orientación. Acuden a nosotros para todo. A medida que crecen, se hacen más independientes y se muestran menos dispuestos a aceptar nuestra ayuda. Más bien tratan de resolverlo todo por su cuenta. En muchos casos quieren ver todo lo que son capaces de hacer sin nosotros, aun antes de estar en condiciones de hacerlo. En momentos así, uno desearía que vinieran a pedirle ayuda y consejos, que se dieran cuenta de que no tiene nada de malo necesitar y pedir ayuda, que es normal no saberlo todo ni ser capaz de hacerlo todo por cuenta propia.
Nuestro Padre celestial anhela lo mismo de nosotros: que tomemos conciencia de nuestras limitaciones y de que necesitamos Su ayuda y consejos. Por eso nos envió a Su Hijo Jesús. Quiere que en lugar de seguir a trompicones, tratando de resolverlo todo por nuestra cuenta, sin ayuda de nadie, acudamos a Jesús, que seamos como niños que acuden a sus padres para que les brinden la ayuda y las soluciones que necesitan. Y Jesús puede hacer mucho más por nosotros que nosotros por nuestros hijos. Puede darnos luz y amor, la salvación y la promesa del Cielo, Su Reino eterno de gozo y felicidad, donde formaremos parte de Su familia celestial para siempre.
La asistencia más grande que puedes brindar a tus hijos es la de convertirte en un niño tú mismo, aprender a confiar en Jesús y dejar que Él te tome de la mano y te lleve hacia la vida eterna. A medida que aprendas a confiar en el Señor, seguirlo, abrirle tu corazón y tu vida y recibir Sus consejos y Su Palabra, tu vida se verá transformada. Jesús no solo te dará la vida eterna, sino que velará por ti y te proveerá lo que necesites, incluso lo que te haga falta para cuidar y orientar debidamente a tus hijos.
Si aún no has aceptado a Jesús en tu vida, es muy fácil. Basta con que acudas a Él ahora mismo y como un niño pequeño le pidas que te tienda la mano, entre en tu corazón y te ayude a hacer frente a las dificultades. A continuación reproducimos una breve oración que puedes rezar por tu cuenta o con tus hijos:

Jesús, te ruego que me perdones por las veces en que no trato a los demás con mucho amor ni mucha consideración. Perdóname los errores que he cometido y dame el don de la vida eterna. Quiero compartir mi vida contigo. Haz morada en mi corazón para que pueda ser más como Tú en todo lo que piense, diga y haga. Ayúdame a desempeñar lo mejor posible la misión que me has encomendado de cuidar y formar a mis hijos. Amén.


Cuando pensabas que no te miraba
Cuando pensabas que no te miraba
colocaste mi primera pintura en la puerta del frigorífico, y me entraron ganas de hacer otra.
Cuando pensabas que no te miraba
diste de comer a un gato abandonado, y entendí que hay que tratar bien a los animales.
Cuando pensabas que no te miraba
preparaste un pastel de cumpleaños para mí, y me di cuenta de que los detalles así pueden significar mucho.
Cuando pensabas que no te miraba
hiciste una oración, y supe que hay un Dios con el que siempre puedo hablar.
Cuando pensabas que no te miraba
me diste un beso de buenas noches, y me sentí amada.
Cuando pensabas que no te miraba
vi lágrimas en tus ojos, y aprendí que a veces hay cosas que duelen, pero que llorar no es malo.
Cuando pensabas que no te miraba
observé tus desvelos por mí, y decidí llegar lo más lejos posible en esta vida.
Cuando pensabas que no te miraba
miré… y quise darte las gracias por todo lo que había visto cuando pensabas que no te miraba.
Mary Rita Shilke Korazan


Lo que aprende un niño
Si un niño convive con las críticas
aprende a condenar.
Si convive con la hostilidad
aprende a pelear.
Si convive con el escarnio
aprende a ser tímido.
Si convive con la vergüenza
aprende a sentirse culpable.
Si convive con la tolerancia
aprende a tener paciencia.
Si convive con el estímulo
aprende a tener confianza.
Si convive con el elogio
aprende a apreciar.
Si convive con la equidad
aprende el concepto de justicia.
Si convive con la aprobación
aprende a tener autoestima.
Si convive con la aceptación y la amistad
aprende a encontrar amor en el mundo.
Dorothy Law Nolte


1 D.R.A.E.
2 «Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).
3 Proverbios 22:15.


Hijo, voy a decirte esto mientras duermes con una manita bajo la mejilla.
Hace unos minutos, mientras leía el diario, me asaltó el remordimiento y decidí venir a verte.
Esto es lo que pensaba, hijo: He estado enojado contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela porque apenas te mojaste la cara con la toalla. Te llamé la atención por no limpiarte los zapatos. Te grité porque tiraste algo al suelo.
Durante el desayuno también te reñí. Manchaste el mantel. Engulliste la comida. Pusiste los codos en la mesa.
Cuando salías a jugar y yo me iba a trabajar, te diste la vuelta y me saludaste con la mano diciendo:
—¡Adiós, papito!
—¡Ponte bien derecho! —te respondí.
Por la tarde pasó lo mismo. Al acercarme a casa te vi de rodillas jugando a las canicas. Tenías los pantalones agujereados. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte entrar en casa.
—Los pantalones son caros, y si tuvieras que comprártelos tú, no gastarías las rodillas arrastrándote por el suelo.
¿Cómo puede un padre decirle eso a su hijo?
Más tarde, mientras yo leía, entraste tímidamente en el cuarto con una expresión dolida, ¿te acuerdas? Cuando levanté la vista, molesto por la interrupción, te quedaste vacilando en la puerta.
—¿Qué quieres? —te dije bruscamente.
No me respondiste, pero cruzaste corriendo la habitación y en un gesto apasionado me echaste los brazos al cuello y me diste un beso. Me estrechaste entre tus bracitos con un cariño que Dios ha hecho florecer en tu corazón y que ni aun mi abandono ha logrado marchitar. Luego desapareciste escaleras arriba.
Pues bien, hijo, poco después se me cayó el periódico de las manos y me sentí fatal. Me di cuenta de que he adquirido la terrible costumbre de censurarte, de desaprobar lo que haces. Así te premio por ser niño. No es que no te quiera; es que te exijo demasiado por la edad que tienes. Te juzgo como si tuvieras los mismos años que yo.
Por otra parte, tu amor por mí es tan grande, tan intenso y tan imparable como el amanecer. Me lo demostraste con tu besito espontáneo de buenas noches.
Así que he venido a arrodillarme al lado de tu camita en la oscuridad, lleno de vergüenza. Es lo único que se me ocurre hacer como desagravio.
Mañana seré un buen papá. Jugaré contigo y me enteraré de tus alegrías y tus tristezas. Me morderé la lengua cuando afloren a mis labios palabras impacientes. Me acordaré de que eres un niño pequeño, y no te exigiré demasiado.
Adaptación de un texto de W. Livingston Larned


1 Mateo 22:37-40.
2 «Si alguno de ustedes no tiene sabiduría, pídasela a Dios. Él se la da a todos en abundancia y sin echárselo en cara» (Santiago 1:5, TLA).


¿Cuándo queremos a los hijos?
Cuando los hijos son muy buenos
amarlos es normal;
pero no los queremos menos
cuando se portan mal.

Los queremos cuando persiguen
nuestro afecto sincero,
y aún más cuando se resisten
a que se lo expresemos.

Los queremos si nos ofenden.
La razón, ¿cuál será?
Es algo que sólo comprende
quien también es papá.
Richard Armour

Oración de una madre
Padre celestial, te pido que hagas de mí una mejor madre. Ayúdame a entender a mis hijos, a escucharlos con paciencia y responder a todas sus preguntas con amabilidad. Que no los interrumpa ni contradiga. Ayúdame a actuar con ellos con la misma consideración que les exijo. No permitas que me ría jamás de sus errores, ni que me burle de ellos o los ponga en ridículo cuando me disgusten. Que no los castigue nunca por motivos egoístas ni para demostrarles mi autoridad.
Ayúdame a no tentarlos a robar ni a mentir. Y guíame hora tras hora para que les demuestre con todas mis palabras y acciones que la sinceridad es el origen de la felicidad.
Te pido que atenúes mi mal carácter, y que cuando esté de mal humor me ayudes a refrenar la lengua.
Que no olvide jamás que son niños y que no debo esperar que tengan el sentido común de las personas adultas.
Que no les prive de la oportunidad de tomar decisiones por su cuenta.
Bendíceme con grandeza para acceder a todos sus pedidos razonables, y con valor para negarles los privilegios que en mi opinión les resultarían perjudiciales.
Hazme imparcial, justa y bondadosa. Y hazme digna de ser amada, respetada e imitada por ellos. Amén.
Abigail Van Buren


LOS AUTORES
Derek y Michelle Brookes son escritores y pedagogos de amplia trayectoria. Tienen 28 años de casados y llevan ese mismo tiempo trabajando juntos en el ámbito profesional. Luego de varios años de ejercer la docencia, en las dos últimas décadas se han desempeñado como asesores y educadores cristianos. Su mayor ambición ha sido proporcionar a niños de todas las latitudes una educación de primerísima calidad. Esa vocación los ha llevado a recorrer casi todos los continentes ofreciendo asistencia práctica y estímulos a quienes tienen en sus manos el sano desarrollo de los niños.

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Colección Soluciones para padres
Criar bien a los hijos en la sociedad actual no es nada fácil; ¡pero tampoco es imposible! La colección Soluciones para padres revela secretos para cuidarlos y formarlos satisfactoriamente desde el momento en que nacen hasta que terminan la adolescencia. Estos libritos presentan montones de actividades entretenidas y enriquecedoras que favorecen el desenvolvimiento de diversas destrezas en los niños. ¡Ofrecen asimismo abundantes consejos de índole práctica y espiritual para aprender a alentar, inspirar, orientar y corregir a los hijos, disfrutar con ellos y ayudarlos a desarrollar todo su potencial!
¡La colección entera constituye una magnífica adquisición personal, o un estupendo regalo para unos amigos!
¿De dónde sacar fuerzas?: Principios que ayudan a los padres a criar a los hijos con amor y a hacerlos partícipes de una fe que sea su áncora y que permita a unos y otros sortear las tempestades de la vida.
Disfruta de tu bebé está repleto de consejitos de todo tipo para que la mamá, el bebé y toda la familia inicien su nueva vida en común con alegría.
Preescolares enseña a encauzar la tremenda energía que tienen los niños de esa edad, a fin de aprovechar al máximo los primeros años, en que aprenden y se desarrollan con gran rapidez.
La formación de los niños: La labor de los padres tiene sus dificultades; pero si se hace con acierto, reporta recompensas tanto inmediatas como eternas. Cuando uno ayuda a su hijo a descubrir la senda del bien, ve iluminado su propio camino.
¡Urgente! Tengo un adolescente: La típica súplica: «¡Que el Cielo nos asista!» es hoy en día un deseo cumplido. En este librito se presentan mensajes recibidos directamente del Señor en respuesta a preguntas sobre la comunicación con los hijos adolescentes.
La colección Soluciones para padres desvela misterios y allana el terreno para entender a los chicos de cualquier edad. Todo el que tenga algo con ver con niños o jóvenes se alegrará de leerla.

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