viernes, 30 de octubre de 2009

Preescolares

colección Soluciones para padres
Derek y Michelle Brookes


¿Te gustaría canalizar la ilimitada energía y curiosidad de tu hijo de modo que lo pase bien y al mismo tiempo aprenda? Preescolares es una guía pedagógica con cantidad de consejos e ideas de actividades entretenidas y fáciles de realizar con las que tu pequeño terremoto se mantendrá ocupado por horas y horas. Y, lo que es más importante, te enseña a prepararlo para los desafíos y cambios a los que se enfrentará y a cimentar su fe, la cual le orientará y sostendrá el resto de su vida.


Preescolares

Derek y Michelle Brookes

Instruye al niño en su camino, y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él
(Proverbios 22:6).

Colección Soluciones para padres

FUENTES
En los casos en que no se indica el autor de una cita es porque no fue posible determinarlo con certeza.
Salvo que se señale otra cosa, todos los versículos de las Escrituras que se reproducen están tomados de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1960.
Los que tienen las iniciales NVI están tomados de la Nueva Versión Internacional, © Sociedad Bíblica Internacional, 1999.
Los que tienen la indicación DHH están tomados de la versión Dios Habla Hoy, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1983.

Título original: Keys to Toddlers and Preschoolers.
ISBN de la edición original: 3-905332-39-6
ISBN de la versión en castellano: 3-03730-114-7

Derek y Michelle Brookes
Traducción: Felipe Howard Mathews

© 2004 Aurora Production AG, Suiza.
Derechos reservados.

Impreso en Tailandia por Than Printing

URL:
http://es.auroraproduction.com

ÍNDICE
Prefacio 1
Regalos de Dios 3
Cómo enseñar a niños de edad preescolar 5
Importancia del aprendizaje temprano
Conviene buscarse ayuda si es necesario
Ayudarlos a pasarlo bien, ¡con dinamismo!
Ponerse en su lugar
Tomar conciencia de que su experiencia es limitada
Cumplir nuestra palabra refuerza su confianza
Como más enseñas es con tu ejemplo
Los elogios
Qué enseñar a los preescolares 15
Actividades que estimulan el desarrollo
Adquisición de las destrezas necesarias para la vida cotidiana
Desenvolvimiento social (interés y consideración por los demás)
Preparación para la escuela
El arte de corregir a los chiquitines 33
Que le resulte fácil portarse bien

Cómo corregir a un preescolar, paso por paso
Situaciones más graves
Algunos aspectos requieren pautas muy claras
Trabajar codo a codo con el pequeño
El Señor es tu ayudador 43
Acercarlos a Jesús desde chiquitos
El mejor amigo de los niños
El mejor amigo de los padres
Enseñanza de la Palabra de Dios a niños pequeños
Memorización de las Escrituras
Versículos sobre enseñar a los niños la Biblia
Enseñarles a orar y alabar
Ratos para escuchar a Jesús
Lista de relatos de la Biblia 61
Versículos para que memoricen los niños pequeñitos 63

PREFACIO
«La tarea de criar hijos no es nada fácil —nos dijo alguien con experiencia—. Se necesita la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job, la percepción de Daniel, el valor, la determinación y las dotes de mando del rey David, la fe de Abraham y, por sobre todas las cosas, el amor de Dios».
La labor de los padres nunca ha sido fácil; pero en el acelerado, complejo y cambiante mundo de hoy es todavía más difícil. Sin embargo, la clave para educar bien a los niños sigue siendo la misma de siempre: el amor. El amor que tenemos por nuestros hijos, el que tienen ellos por nosotros y el que aprenderán a su vez a brindar a otras personas son facetas del milagoso amor divino. El amor es lo que los motivará a tomar buenas decisiones y elegir acertadamente en las encrucijadas de la vida. Es lo que los ayudará a salir adelante pese a los altibajos propios de la etapa de desarrollo, el antídoto frente a las influencias negativas a las que se verán expuestos a lo largo de la vida. El amor les dará una razón de vivir y motivos para hacerlo con entusiasmo.

Regalos DE DIOS
La Biblia dice: «He aquí, herencia del Señor son los hijos; y recompensa Suya el fruto del vientre»1.
Uno de los mayores regalos que Dios puede concederle a alguien es un niño, un alma eterna a quien amar y de quien recibir amor. Si Dios te ha dado un hijo, o varios, ¡felicitaciones! ¡Has recibido una gran bendición! A cambio, Él espera que los cuides, los formes, los eduques y les manifiestes Su amor. Quiere que les enseñes Su Palabra y Sus preceptos de amor a fin de que ellos también manifiesten Su amor a los demás. Es una ardua tarea; pero Él bendecirá todo el tiempo, la atención, la formación, el buen ejemplo y el afecto que les prodigues.
Una de las claves para disfrutar siendo padres es no dejar que pase un solo día sin darle gracias a Dios por el más preciado de los dones que nos ha concedido: los hijos.

CÓMO ENSEÑAR A NIÑOS
DE EDAD PREESCOLAR
Importancia del aprendizaje temprano
El segundo y el tercer año de la vida de un niño constituyen probablemente una de las etapas más difíciles para los padres y puericultores. El bebito ha crecido y tiene mayor capacidad para explorar el mundo que lo rodea. Como es natural, cuando un chiquillo alcanza ya los 3 ó 4 años su desarrollo motor está mucho más avanzado, pero también suele aceptar encantado toda la atención y enseñanza que se le dispense.
Huelga mencionar la importancia que tiene la educación temprana. Actualmente se ha llegado al consenso de que, para cuando un niño cumple cinco años, ya ha aprendido más de la mitad de lo que aprenderá en toda su vida. Por eso es fundamental empezar a enseñarles cosas pronto, así como enseñarles las cosas apropiadas en esos primeros años tan formativos.
Todos los días son importantes, porque el aprender cosas nuevas todos los días es la principal ocupación de los niños pequeños. Normalmente aprenden mucho más si cuentan con la guía de una persona mayor que si se los deja descifrar las cosas totalmente por su cuenta. Los aspectos principales en los que conviene concentrarse son el desarrollo motor, el del lenguaje y una gran variedad de destrezas de índole práctica.
No se trata de sobrecargar a los niños pequeños con tediosas sesiones a fin de prepararlos para cuando comiencen a ir a la escuela. Sin embargo, es sorprendente la base que se puede cimentar en esos primeros años. Nunca se debe obligarlos a aprender algo que no quieran aprender, pero en seguida se descubre que son muy pocas las cosas en las que no muestran interés. Por lo general se los ve de lo más felices y contentos cuando están aprendiendo algo. Es más, suelen ser tan entusiastas por aprender que agotan a sus tutores.

Conviene buscarse ayuda si es necesario
Un niñito es capaz de absorber todo el tiempo y la atención que uno le ofrezca. Si a los padres les resulta difícil satisfacer todas las necesidades pedagógicas de sus hijos pequeños, conviene que se consigan ayuda, no solo por su propio bien, sino también por el de los niños. Lo ideal es que la persona que los cuide no solo les enseñe cosas prácticas, sino que también refuerce la formación moral y espiritual que les dan los progenitores. Por muy ocupados que éstos estén, deben tomarse el tiempo necesario para establecer una comunicación sincera con el niñero o la niñera de sus hijos. Deben asegurarse de que sea una persona que entienda la necesidad de enseñar a los niños diligentemente y velar por su cuidado físico, y que sobre todo comparta su amor a Dios y tenga el deseo de inculcar ese amor a los niños.
Si alguien se ve obligado a dejar a su hijo al cuidado de otras personas durante el día, lo más recomendable no es ponerlo en una de esas guarderías en las que reina la confusión y se limitan a plantar a los niños frente al televisor o unos cuantos juguetes. Las personas de edad cuyos hijos ya han crecido y que todavía se mantienen activas están en muchos casos en mejores condiciones de prestarle atención al niño y enseñarle. Si se trata de un matrimonio, entre los dos probablemente tendrán paciencia para responder con el tino que les ha dado la experiencia a la multitud de preguntas que les haga el niño.
No debemos olvidarnos de rezar por los niñeros o maestros de nuestros hijos y pedirle al Señor que los ayude a desempeñar bien su labor. También debemos manifestarles sin falta nuestra estima y aprecio por la ayuda que nos prestan. Si los tratamos con amor y les brindamos apoyo, les facilitamos la tarea y hacemos que se sientan motivados a tratar a nuestros hijos y a los demás niños con más amor y desvelo.

Ayudarlos a pasarlo bien, ¡con dinamismo!
Para conseguir que un niño te preste atención tienes que meterte de lleno en lo que estés haciendo. Los mejores docentes son aquellos que hacen del aprendizaje una actividad entretenida. Lo que los chiquillos disfrutan aprendiendo es lo que aprenden mejor y más rápidamente. Un maestro eficaz es una persona que tiene muchas ideas y es capaz de infundirles a los niños deseos de aprender, que sabe convertir toda situación en una actividad didáctica tan placentera y agradable que los niños se mueren de ganas de aprender.
No todos somos así de dotados, pero hay mucho que podemos hacer. A los niños les gusta que los mantengan ocupados. Les encanta hacer cosas, pero a veces no se les ocurre qué hacer. De modo que continuamente hay que crear nuevas formas de canalizar sus energías hacia iniciativas productivas. Tiene que haber animación, entusiasmo, mucha acción, mucho movimiento y efectos de sonido. Hay que ilustrar patentemente lo que se les está enseñando y darle mucho sentido, ¡demostrarles que a uno le parece interesante! Cada uno lo puede llamar como quiera: inspiración, carisma, talento, personalidad o el Espíritu Santo de Dios. El hecho es que hay que tener esa chispa y comunicarles el entusiasmo a los niños. Pídele a Dios que te inspire, y Él lo hará.

En cierta oportunidad una profesora de un jardín infantil pidió a una madre de una familia particularmente numerosa y feliz que observara una de sus clases y le diera algún consejo.
Durante cincuenta minutos la mamá observó los esfuerzos de la profesora con su grupo de niños. Por fin sonó el timbre y la docente lanzó un suspiro de alivio.
Al preguntarle a la madre qué le había parecido la clase, ésta le respondió:
—¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez que lo que tú haces es competir con el Espíritu Santo?
—Claro que no, jamás he pretendido tal cosa.
—Es que fíjate —le explicó la señora—. Dios ha dado a estos niños un período de concentración de unos cuatro o cinco minutos. Tú estabas todo el rato diciendo: «¡Quédense quietos! ¡No hablen!», pero al mismo tiempo Dios les decía: «¡Menéense!» Y ¿qué hacían los niños? ¡Siempre obedecían al Señor!

Ponerse en su lugar
Para entender a un niño, hay que ponerse en su lugar, pensar cómo nos sentiríamos si fuéramos él. Es beneficioso adoptar la costumbre de procurar ver las cosas con sus ojos y entenderlas con su mente, preguntarnos: «Si yo estuviera en su piel, ¿cómo me gustaría que me trataran en estas circunstancias? ¿Cómo me sentiría yo si tuviera cuatro años y los mayores se estuvieran riendo de mí?» A veces algo que a nosotros nos parece simpático o gracioso, al niño le resulta muy humillante o embarazoso. Casi todos sabemos lo que es sentirnos abochornados u ofendidos por lo que dice otra persona. El darnos cuenta de que esas situaciones desagradables pueden ser aun más traumáticas y dolorosas para un niño pequeño carente de experiencia debe motivarnos a hacer todo lo posible por evitar tales incidentes.
Procuremos ver el mundo desde la perspectiva de nuestros pequeños. Naturalmente, la mejor forma de lograrlo es pedirle al Señor que nos haga ver las cosas desde el punto de vista del niño. Dios conoce a nuestros hijos al revés y al derecho. Sabe exactamente lo que sienten y lo que pasa en su interior y, si se lo pedimos, nos lo comunicará.
En el caso de los niños pequeños, a veces conviene situarnos físicamente a su altura cuando les hablamos. Podemos ponernos de cuclillas, arrodillarnos o sentarnos en el suelo a su lado. Si nos ubicamos a la altura de sus ojos, a ellos ya no les parecemos tan distantes. El hecho de ver el mundo desde la perspectiva de los chiquitines también nos ayuda a entender por qué a veces se sienten intimidados cuando los demás son mucho más altos y la mayor parte de la acción ocurre fuera de su alcance. Para ellos unos estantes altos bien son algo así como cornisas en una pared rocosa; los adultos, titanes de doble altura que llenan sus casas de muebles igualmente gigantescos e instalaciones que les resultan completamente inaccesibles. Una casa desconocida puede darle a un niño la impresión de encontrarse en tierra de colosos. Es buena idea procurar que la mayor parte posible de las pertenencias de nuestros chiquitines estén a su alcance. Tal vez no podamos tener una habitación y muebles a escala infantil, pero al menos proporcionémosles banquetas (o cajas firmes) a las que puedan subirse para llegar al lavabo o a otros accesorios.

Tomar conciencia de que su experiencia es limitada
Aun los incidentes de poca monta a menudo se ven exageradamente grandes desde el punto de vista de un niño. La experiencia contribuye a poner las cosas en perspectiva. Todos hemos aprendido por experiencia que no vale la pena alterarse por ciertas cosas. Sabemos que cuando nos hacemos un raspón, enseguida dejará de sangrar y de doler; que el pesar que nos causa una decepción o el haber perdido algo importante pasa relativamente pronto, y en su lugar descubriremos nuevas alegrías; que el mal tiempo no dura para siempre.
Pero los niños pequeños no tienen esa confianza en que los problemas generalmente se solucionan. No cuentan con ese marco de referencia porque aún no han acumulado suficientes experiencias en la vida. Necesitan que los tranquilicemos. Necesitan que les expliquemos las cosas y los consolemos.
El hecho de comprender esta sencilla carencia que tienen los niños nos ayuda a tener más paciencia y compasión; será menos probable, por ejemplo, que le hablemos con brusquedad al pequeño cada vez que llore porque salimos sin él, o porque se le rompió la galleta, o alguien le derrumbó la torre de bloques.
Los niños pequeños viven en el presente. Para ellos todo sucede ahora. El presente es lo único que les importa. A medida que crecen van entendiendo el concepto del tiempo y de palabras como «mañana», «después», «más tarde», etc. A base de tiempo y experiencia, y a veces de sufrimiento, aprenden a superar las decepciones, muchas de ellas provocadas por cuestiones cotidianas que a nosotros nos parecen nimias. En ocasiones el proceso resulta doloroso para los padres también. Nos duele ver a nuestros hijos tristes, inseguros o desilusionados cuando no se cumplen sus expectativas. De todos modos se puede acelerar el proceso de cicatrización mostrándose comprensivos y rezando con ellos. Es igualmente importante animarlos y recompensarlos cuando manifiestan fe y confianza en que las cosas se van a resolver.
Cuando sabemos que algo le va a resultar difícil de aceptar a un niño, conviene prepararlo un poco de antemano para que no le tome por sorpresa. Muchas veces se pueden prever las crisis y procurar evitarlas: «Pronto mamá tendrá que apagar el video porque ya casi es la hora de la siesta. Puedes verlo un ratito más, y luego tendremos que apagarlo».

Cumplir nuestra palabra refuerza
su confianza en nosotros
Los niños pequeños son por naturaleza confiados, de modo que es muy importante cumplir lo que se les dice. No debemos hacerles promesas que no vayamos a poder cumplir. Si luego se produce una alteración en los planes por causa de fuerza mayor, hay que darles una buena explicación y, más tarde, compensarlos, si es posible.

«La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido»1.

Como más enseñas es con tu ejemplo
Por mucho que los padres hablen,
sólo enseñan con lo que hacen.

Los niños son imitadores natos. La mayoría de las cosas las aprenden así: por imitación. Casi nunca se olvidan de lo que ven. Se dejan llevar más por lo que ven que por lo que escuchan. Prestan más atención a nuestras acciones y actitudes que a nuestras palabras. Nuestros hijos son un reflejo de nosotros. Nuestra actitud y ejemplo de fe son el modelo que ellos siguen, y sus actos y reacciones dependen en gran medida de los nuestros.
Muy pocas personas tendrán mayor impacto en la vida de nuestros hijos que nosotros mismos. Sin embargo, el ejemplo de otros puede ejercer una gran influencia. Ver televisión puede tener un marcado efecto en los niños. En la actualidad la TV es la nana más práctica y económica, la más socorrida, pero eso no quiere decir ni mucho menos que sea la más confiable e idónea. Muchos de los malos hábitos y actitudes poco sanas que preocupan a los padres de hoy son el resultado de que los pequeños imitan los ejemplos negativos que ven en televisión. Conviene restringir la influencia televisiva y prestar atención a lo que los niños ven y a lo que nosotros mismos vemos en presencia de ellos, ciñéndonos a los programas que conocemos y que no son perjudiciales para ellos. Esto requiere cierto esfuerzo y una inversión de tiempo por nuestra parte, pero a la larga, el no hacerlo nos obligará a dedicar más tiempo todavía a corregir las malas actitudes que adopten. Lo que los niños ven por televisión y los malos ejemplos que ven en la gente que los rodea —sobre todo en niños de su propia edad o en niños mayores a quienes admiran— son capaces de echar por tierra todos los buenos hábitos y conductas que tanto trabajo ha llevado inculcarles. Hay que estar alerta.

Los elogios
A los niños les sientan de maravilla los elogios. Es mucho más importante alabar a un pequeño por su buen comportamiento que regañarlo cuando se porta mal. Hay que procurar hace hincapié en lo positivo. Elogiar a los niños por sus buenas cualidades es la mejor forma de conseguir que se esfuercen por portarse bien. Cuando les expresamos qué nos agrada de su comportamiento, hacen casi cualquier cosa con tal de seguir complaciéndonos. Además, los elogios sinceros y específicos contribuyen a elevar su autoestima, que es crucial para que se desarrollen felices y equilibrados.

Cada niño necesita saber que tiene algo de especial para sus padres, que es único en algún sentido.
En realidad, todos necesitamos sentirnos muy queridos por alguien. Ése es el motivo por el que la gente se casa y por el que tenemos amigos íntimos: porque a todos nos gusta sentirnos queridos y apreciados. Los niños también necesitan sentir esa estima especial por parte de alguien. Igual que los demás, necesitan saber que son importantes, que son amados y admirados por alguien.
Hay veces en que tenemos que manifestarle a cada niño que es especial; no siempre se debe hacer exactamente lo mismo con todos. Aunque tengas varios hijos, puedes tratar a cada uno con cierta singularidad. A cada uno puedes proporcionarle algo particular. ¡Cada uno de ellos debe sentir que de algún modo es especial para ti!
María David


A un niña le preguntaron cuál de los tres niños de su familia era el preferido de su madre. Su respuesta fue la siguiente: «Mamá quiere mucho a Jaime porque es el mayor. Y quiere mucho a Jorge porque es el más chico. Y me quiere mucho a mí porque soy la única niña». Estaba completamente en lo cierto.
En realidad, así es como nos quiere nuestro Padre celestial. Él ve algo especial y único en cada uno de nosotros, que lo motiva a amarnos y valorarnos de un modo singular, como nunca ha amado a nadie.
Anónimo

QUÉ ENSEÑAR A LOS PREESCOLARES
Actividades que estimulan el desarrollo
EXPERIMENTACIÓN CON LOS SENTIDOS
 Las actividades relacionadas con el agua suelen ser muy divertidas para los niños pequeños, ¡aunque hay que estar preparado para mojarse! Después de comer les gusta lavar sus platos. (Para ello puedes colocar al chiquitín a tu lado sobre una silla firme, junto a la pila; ¡pero no lo dejes solo!) Limpiar ventanas o lavar el auto juntos también puede ser muy entretenido. Otra posibilidad es regar las plantas.
 Se le puede ayudar a experimentar con el sentido del gusto, preparando una bandeja con alimentos variados que pueda probar y conversando sobre la diversidad de sabores.
 Los juegos que tienen que ver con el sentido del oído son muy entretenidos y pueden jugarse en casi cualquier momento y lugar. Se puede enseñar al niño a hacer silencio un rato para escuchar los sonidos que se producen a su alrededor y tratar de identificarlos. Otra idea: Sentarlo de espaldas a uno y hacer algo que produzca un sonido particular. Se le pide que preste atención y adivine —por el sonido— lo que está pasando. Pronto querrá hacer algo él mismo para que el adulto adivine de qué se trata. ¡Es entretenido! Se puede jugar a los sonidos en los paseos; es sólo cuestión de ayudarle a identificar todos los sonidos que se oigan.
 Juego de los susurros: Si hay más de un niño de edad preescolar, el adulto se coloca de espaldas a ellos y pronuncia el nombre de uno de ellos en susurros, junto con una instrucción de algo que quiere que haga si logra oírlo. Otra idea: De un niño a otro se van pasando en susurros unas instrucciones que el último de la cadena debe llevar a cabo. Esta actividad les enseña a escuchar atentamente y a recordar lo que les dijeron. (Si en esto se descubre que uno de los niños no oye bien, tal vez convenga que lo vea un especialista. Lamentablemente, a veces sucede que se diagnostica mal a un niño que tiene problemas auditivos y se atribuye el origen de sus problemas a una deficiencia mental, cuando en realidad se trata simplemente de que no oye bien.)
 Tras colocar en una bolsa no transparente objetos domésticos que no entrañen peligro, se invita al niño a meter la mano en la bolsa e identificar los artículos uno por uno antes de ir sacándolos. Se le enseña el nombre de cada artículo y para qué sirve, o bien a describirlo en términos de tamaño, peso, color, uso, material del que está hecho, etc.
 Juego: Copiar las voces de los animales e imitar sus movimientos.
 Un buen ejercicio para mejorar sus aptitudes auditivas consiste en poner diversos materiales (sal, porotos, canicas, arroz, etc.) en pequeños recipientes opacos (como por ejemplo, tubos de película fotográfica). Pídele que sacuda el recipiente y adivine qué contiene, o que paree los recipientes que hacen el mismo sonido, o que los ponga en orden según si hacen más o menos ruido. (Asegúrate de que los recipientes estén bien cerrados o sellados para que no se salga su contenido mientras juega con ellos o los menea.)
 Dale al niño amplias oportunidades de aplicar el oído para descubrir determinado sonido. ¿Es capaz de identificar ciertos sonidos, palabras, etc.?
 Otra buena idea es hacer unas pruebas sencillas con la vista. (Cúbrele un ojo y pídele que lea una letra o palabra, o que identifique un dibujo o indique en qué dirección se mueve un objeto.) Ten en cuenta que algunas personas son daltónicas, y unas en mayor medida que otras. Si tienes cualquier duda acerca de la vista de tu hijo, consulta con un oftalmólogo. Las deficiencias visuales pueden afectar muchos aspectos de su desarrollo, mientras que normalmente son bastante fáciles de corregir.
 Muchos ejercicios consisten en establecer o comparar la forma y el tamaño de los objetos. Dale al niño una tarjeta con la imagen de un círculo y pídele que en un montón de tarjetas con diversas figuras geométricas, encuentre otra con un círculo. Más adelante puede encontrar la tarjeta que tiene un círculo del mismo tamaño entre varias con círculos de mayor y menor diámetro. Un ejercicio de este tipo le exige pensar y observar cuidadosamente. En las tiendas de juguetes venden juguetes de plástico y de madera que enseñan esas importantes aptitudes perceptivas; entre ellos: vasitos apilables que encajan unos dentro de otros, juegos de anillos de diversos tamaños que se colocan sobre un eje, caja con huecos de diversas formas por los que se meten las figuras, etc. También puedes confeccionar tus propios materiales con cartón o lo que encuentres a mano.
 Inventa juegos a partir de actividades cotidianas. Por ejemplo: Puedes hacer un paquetito con su refrigerio, esconderlo y decirle: «A ver si encuentras tu bolsita de la merienda». Ve dándole pistas de dónde puede encontrarlo. A los niños pequeños les encantan las búsquedas de tesoros y los misterios, ¡y las sorpresas comestibles!
 El juego de «Veo, veo» es uno de los favoritos de los niños pequeñitos y es una forma excelente de enseñarles toda suerte de aptitudes que tienen que ver con la discriminación y clasificación visual y auditiva de objetos. Por ejemplo, pide al niño que busque todos los objetos de una habitación cuyo nombre empiece con cierto sonido, que sean de cierto color o tengan determinada forma: «Veo, veo [...] una cosita en esta habitación que es azul y cuadrada».

VER Y PALPAR PARA COMPRENDER
Los juguetes que más tardan en aburrir a los niños suelen ser los más sencillos, los que les permiten ejercer dominio sobre la situación, realizar actividades y desarrollar su creatividad. Algunos juguetes costosos o de alta tecnología pronto son descartados, apenas dejan de ser novedad o de ofrecer al niño algo más que aprender. Una vez que ya no queda nada nuevo que hacer con cierto juguete o que el juguete ya hizo todo lo que es capaz de hacer, el niño vuelve a la sencillez de los juguetes con los que puede hacer cualquier cosa: cajas de arena con baldes y palitas; autitos de juguete; crayones y papel; muñecas y juegos de té; agua y recipientes con los que verterla; canicas; bloques y pelotas.
Los niños hacen muchos descubrimientos básicos y desarrollan numerosas aptitudes esenciales de forma espontánea, por medio de sus juegos y las actividades cotidianas más comunes. Es importante dar a los niños ocasión de ver, palpar y probar muchas cosas. Un ejemplo: A los niños pequeños les gusta hacer comparaciones y descubrir diferencias y parecidos entre las cosas. A algunos adultos les cuesta entender o incluso creer que un niño pequeño no siempre es capaz de comprender o apreciar las relaciones de proporción entre los objetos simplemente con mirarlos. Conviene dejar que los niños palpen las cosas lo más posible además de verlas, ya que así captan mejor el concepto de tamaño y entienden —por ejemplo— por qué un objeto grande no cabe dentro de un recipiente más pequeño. Piénsese no más en lo difícil que puede resultarle a una persona que no está familiarizada con las herramientas dar con la llave apropiada para determinado perno o tuerca. Y eso que todos los adultos contamos con años de experiencia, de observación y de tanteos.
Todo objeto presenta diversas características: puede ser liso o áspero, grande o pequeño, largo o corto, frío o caliente, ruidoso o silencioso, de bordes curvos o rectos, blanco o negro o de algún color, etc. Enseñemos al niño a apreciar y describir esas diferencias. Para ayudar a un niño pequeño a entender algo, es beneficioso proporcionarle muchas experiencias y ejemplos. Por ejemplo, si se desea que el niño capte el concepto de lo que es grande, se pueden hacer muchas comparaciones a lo largo del día: compara su camita con una grande, un plato llano con uno de postre, una cuchara con un cucharón, un autito de juguete con uno de verdad, etc.
María Montessori (1870-1952), educadora de renombre por sus avances en materia de educación preescolar, propuso presentar a los niños objetos y materiales que exhibieran claramente alguna cualidad física y permitirles compararlos con otros de características generales similares aunque con algunas diferencias. Sostenía que para facilitar el óptimo desarrollo intelectual del niño, éste necesita un cimiento de experiencias físicas que den a sus sentidos ocasión de ejercitarse evaluando diversos objetos y experiencias. A medida que el niño progresa a lo largo de una serie de actividades guiadas, se le enseñan las palabras y expresiones apropiadas para describir esos objetos y experiencias. Algunos de los materiales didácticos que diseñó son:
 Regletas, bloques y cilindros de madera de diverso tamaño, color y peso para enseñarles a hacer comparaciones y operaciones matemáticas elementales.
 Juegos de tablillas pintadas para enseñarles los nombres de los colores.
 Frascos pequeños con diferentes fragancias.
 Telas y superficies de variadas texturas a fin de enseñarles a distinguirlas e identificarlas por medio del tacto (concepto de liso y áspero, por ejemplo).
 Objetos que parecen iguales pero son de diferente peso.
 Cilindros opacos, idénticos, con diverso contenido, que suenen diferente al sacudirlos (también pueden hacerse dos de cada, a fin de emparejar los que producen el mismo sonido).
 Piezas de madera de diverso tamaño, estilo rompecabezas armables, que los niños pueden aprender a colocar de vuelta en su lugar.
 Rompecabezas con tiradorcitos, que estimulan el desarrollo de la motricidad fina.
No es necesario poseer materiales sofisticados. Simplemente los mencionamos a fin de exponer los principios didácticos que conviene tener en cuenta cuando uno se topa con piedras de diverso tamaño, hojas de diferente color, telas de diferente textura, muestrarios de colores, etc. Así los aprovecha para aportar al niño experiencias que le permitan descubrir muy diversas cualidades y contrastes en los objetos que los rodean.

ACTIVIDADES QUE FOMENTAN LA COORDINACIÓN MUSCULAR
Todo niño necesita desarrollar la coordinación necesaria para caminar, correr y mantener el equilibrio. Pero no sólo eso: también está la motricidad fina, que le posibilitará escribir, moverse con soltura y emplear las manos y otras partes del cuerpo en funciones específicas.
 Es importante inculcarles a los niños la costumbre de hacer ejercicio. Conviene hacerlos correr, saltar, gatear, rodar, brincar a la pata coja, lanzar y agarrar pelotas, esquivarlas, etc.
 Los movimientos más específicos se llegan a dominar con la práctica. Para que aprenda a mantener el equilibrio, se puede hacer que el niño camine sobre una pequeña tabla de madera o una línea dibujada en el piso con tiza o hecha con cinta adhesiva. Hasta podría llevar algo en las manos al mismo tiempo. Se le puede hacer practicar el verter agua (inicialmente se puede hacer con porotos, para evitar que el agua se derrame): desde una jarra a una taza, desde una taza a otra, transferir el agua con una cuchara, verterla en un embudo, etc. A medida que mejore se puede incrementar el peso o la cantidad de agua o de granos con que vaya a trabajar.
 La coordinación entre la vista y las manos es una parte integral de la educación inicial. Sin ella, un niño tendrá dificultades en muchos campos. Los juguetes de construcción que le exigen esa coordinación son ideales. Hay muchas actividades y juegos que un niño puede hacer para desarrollar la motricidad fina. Por ejemplo, poner de punta fichas de dominó una junto a otra (si se tira una se caen todas); juguetes en los que haya que conducir una canica a lo largo de cierta trayectoria evitando que caiga en algún hueco, o bien conseguir que varias canicas entren en un conjunto de huecos. Recomendamos buscar ejercicios que supongan un reto en ese sentido y animar a los niños a ejercitar su coordinación. (Advertencia: ¡Las canicas pueden ser muy peligrosas! Si un niño se traga una se puede asfixiar, pues a veces resulta muy difícil sacársela de la garganta. Antes de darle canicas a un niño hay que estar seguro de que ya dejó atrás la etapa en que se metía todo en la boca.)
 Se puede preparar al niño para aprender a escribir dándole muchos ejercicios para los dedos pulgar, índice y medio de la mano derecha (o izquierda): animándole a agarrar objetos pequeños con esos dedos, haciéndole sostener crayones y otros objetos con forma de lápiz como si se dispusiera a escribir. Los rompecabezas y juguetes con tiradorcitos pequeños son buenos también para esto.
 Es muy fácil confeccionar bolsitas con calcetines viejos o retazos de tela. Se rellenan de frijoles, arroz, lentejas o palomitas de maíz, y luego se termina de cerrar la última costura. El niño puede arrojarlas dentro de un balde o papelero. También se le puede enseñar a equilibrar las bolsitas de lentejas sobre la cabeza mientras camina. Además se pueden usar para que practique atraparlas cuando se le arrojan.
 Algo que fomenta mucho la buena coordinación entre la vista y las manos en los niños muy pequeños es hacer rodar pelotas en dirección a ellos. Basta con conseguirse un juego de tres o cuatro pelotas de goma de diferentes colores que se puedan usar para jugar dentro de la casa. Se pueden inventar y adaptar toda clase de juegos que interesarán a los chiquitines: bowling con botellas plásticas (hay que colocarlas en triángulo, como los bolos); hacer rodar las pelotas por un plano inclinado para derribar un objeto que se haya colocado en el camino; arrojar todas las pelotas a una bañera y adivinar cuál de ellas será la primera en detenerse en el desagüe (hay que asegurarse primero de que las pelotas son más grandes que el desagüe); juegos sencillos de canicas; hacerlas rodar de una mesa tratando de que caigan dentro de vasos, bandejas de huevos, etc.
 El congelado es un juego muy divertido para jugar con niños pequeños: Todos bailan mientras se oye la música. Cuando esta se detiene todos deben quedarse congelados, evitando todo movimiento.
 Es bueno practicar con los hijos juegos que entrañen mucho movimiento, toma de decisiones y observación: brincar al ritmo de una canción, imitar al líder, atrapar la pelota, las escondidas, la mancha, etc.

Adquisición de las destrezas necesarias
para la vida cotidiana
La vida entraña aprender miles de cosas —desde verter agua hasta apagar las luces cuando ya no las necesitamos—, y los niños de 2 y 3 años están en una edad ideal para empezar a hacerlo. El hogar ofrece incontables oportunidades a los niños pequeños en ese sentido. Con solo detenerse un minuto para enseñarle cómo funciona algo y después dejar que lo intente él, se puede hacer de cada cuarto y de cada objeto de cada cuarto una actividad didáctica. Cuando los niños escuchan explicaciones, intentan hacer cosas nuevas y aprenden a usar algo por primera vez se desarrollan física e intelectualmente.

EL CUIDADO DE LAS COSAS
Es muy importante aprender a cuidar bien de las pertenencias personales y del entorno. Se debe tener un sitio donde poner los juguetes después de usarlos, donde guardar la ropa cuando el niño se la quita, etc. Conviene ayudar al niño a habituarse a recoger sus cosas cuando termina con ellas; a colgar su chaqueta, a doblar y guardar sus pijamas en la mañana, etc. Haz que lo disfrute prodigándole abundantes elogios cuando haga bien la tarea.
Un entorno ordenado hace que el niño se sienta más seguro y le ayuda a empezar desde muy pequeño a adquirir buenos hábitos. El entorno en que vive lo afecta directamente (y también a sus padres), así que hay que procurar mantenerlo limpio, luminoso y alegre. Si se le hace participar en la labor de mantenerlo así —empezando por quehaceres muy sencillos— se le enseña a ser responsable. Al mismo tiempo desarrolla nuevas destrezas, mejora su coordinación y aprende a tener consideración por los demás.
Normalmente a los niños pequeños les encanta colaborar en la casa. Son capaces de asistir en pequeños quehaceres que les proporcionan experiencias de aprendizaje. Desde los dos años se les puede enseñar el arte de mover las cosas en forma segura y silenciosa (su mesita y sillitas, por ejemplo). Mientras se cuelga la ropa se le puede enseñar a contar a medida que él te va pasando las pinzas. Que ayude a su papá a lavar el auto. Mientras preparan juntos la ensalada se le puede ir hablando de los alimentos, las vitaminas y la importancia de la higiene.
Los quehaceres domésticos pueden resultar actividades didácticas muy divertidas para los niños pequeños: vaciar los papeleros, limpiar, ordenar, barrer, lustrar, desempolvar, doblar la ropa, poner la mesa y hacer las camas. A la hora de hacer el aseo de su cuarto, el niño puede pasar el trapo a la estantería de los juguetes y lavar los juguetes de plástico. Si se colocan unos ganchos y estantes a su altura para que pueda tomar y dejar solito su toalla, su guante de baño, su cepillo de dientes y su ropa es probable que, de ser un nene dependiente y quejica, ¡se transforme en una personita satisfecha y servicial!
Se les puede enseñar a realizar cada tarea concienzudamente, bien y hasta el final. Para los niños de dos años y medio a cuatro años de edad, estudiar todos los detalles relativos a doblar la ropa o quitar el polvo puede resultar muy interesante, hasta fascinante. Le llevará tiempo aprender a hacerlo solo. No se puede pedir que sus primeros intentos sean muy eficientes. Sin embargo, a los niños les encanta imitar la forma correcta de hacer las cosas si se les indica detenidamente cuál es.

HERRAMIENTAS Y UTENSILIOS
Es importante que el niño aprenda a usar adecuadamente herramientas sencillas y utensilios. El empleo de los cubiertos, por ejemplo, es uno de los primeros. Las actividades cotidianas como clasificar objetos, llevar una bandeja cargada y guardar la comida que se acaba de comprar, o la que sobré del almuerzo, son muy buenos ejercicios que lo preparan para el aprendizaje de la escritura e incluso la lectura.
Para emplear correctamente muchos implementos y utensilios del hogar el niño debe practicar hasta adquirir habilidad. Por ejemplo para tomar trozos de pan con las tenacillas; verter agua en un vaso hasta cierto nivel; emplear un gotero; medir ingredientes; servir una cantidad determinada de cucharadas; usar unas pinzas; untar pan con mantequilla; desenroscar una tuerca; abrir diferentes cerraduras, puertas y cajones; abrir y cerrar diversos recipientes. (Se debe aprovechar para explicarle qué líquidos y recipientes son peligrosos y no se deben tocar, además de mantenerlos fuera de su alcance. Aprovechemos todas las ocasiones que podamos para enseñarle medidas de seguridad.)
Observando detenidamente la habitación del niño y el entorno donde vive se descubren cientos de actividades con las que podrá practicar sus destrezas, así como detalles de seguridad y prevención que enseñarle.

LA VIDA CON OJOS DE NIÑO
Recuerda que por lo general los niños hacen las cosas por diferentes motivos que los mayores. No suelen pensar tanto en el propósito de una actividad, sino que hacen las cosas porque disfrutan haciéndolas. La actividad en sí suele ser motivo suficiente para hacer algo. Terminar lo que empezaron no es tan importante para ellos. A veces los mayores nos impacientamos con los niños por la lentitud con que hacen las cosas. No vemos por qué simplemente no se apuran y terminan de una vez. Es posible que un niño tenga una buena capacidad de concentración para su edad, pero tal vez no se esté concentrando en lo mismo que tú. Puede que a ti te interese que termine porque tienen que pasar a otra cosa, pero a lo mejor a él no le interesa terminar rápidamente una actividad que le resulta entretenida o poner fin a un momento agradable sólo para empezar otra cosa. Si es necesario darse prisa, tenemos que tomarnos la molestia de explicarle por qué y en qué se beneficiará él.
No conviene andar metiéndole prisa todo el día ni impedirle que absorba las experiencias y disfrute de las actividades que realiza, sino más bien darle tiempo para aprender, observar, explorar y experimentar. Al salir de paseo con él para observar la naturaleza no hay que apurarlo. Puede que tanto él como tú se pierdan algo importante. ¡Ojalá disfruten plenamente la creación divina: las vistas y sonidos, las criaturas pequeñas y grandes, el viento, el sol y la lluvia! Viene bien hacer memoria y evocar las experiencias que tuvimos de niños que se nos quedaron grabadas en la memoria: chapotear descalzos en los charcos, imaginar que las hojas arrastradas por la corriente de un arroyo eran barcos en un río caudaloso... Demos a los niños tiempo y oportunidades para aprender del más fabuloso de todos los maestros: el Creador y Su creación.

ASEO PERSONAL / AUTOSUFICIENCIA
Cuanto más se le enseñe a un niño a cuidar de sus cosas y ser independiente, más tiempo tendrán los padres para realizar otro tipo de actividades con él. Por otra parte, hay que tener en cuenta que mientras los pequeños estén aprendiendo, a nosotros nos parecerá que cada tarea —como la de vestirse— les toma una eternidad. Y es fácil impacientarse cuando se están preparando para salir, por ejemplo. (Naturalmente, habrá ocasiones en que habrá que hacerlo por ellos, ¡pero por lo general no les hace gracia!)
Para que aprenden lo que deben hacer para cuidar y proteger sus cuerpecitos necesitan instrucción y práctica. Hay que explicarles y repetirles muchas veces los principios y pautas de salud, higiene y seguridad: el aseo personal; el cuidado de los dientes, el cabello y la ropa; la limpieza de los oídos (para lo cual no deben usar bastoncillos, sino una toallita y el dedo); el uso del inodoro y lavarse las manos cada vez; el abrochamiento de botones, hebillas, cierres de presión y cremalleras; peinarse y trenzarse el pelo; lustrarse los zapatos; vestirse; comer con buenos modales; cruzar la calle en forma segura, etc.
Aprender a atarse los cordones de los zapatos suele ser un logro mayúsculo. Se puede usar un zapato de cartón para que practique. Primero se dibuja el contorno de un zapato con cordones en un trozo de cartón. Luego se dibujan los detalles del diseño marcando claramente los ojales por donde pasan los cordones. Se agujerea el cartón en esos puntos, se pasa un cordón por ahí, y ya está listo.

Desenvolvimiento social
(interés y consideración por los demás)
Son muchas las destrezas sociales que puede adquirir un niño pequeño. Al permitirle incorporarlas a su conducta canalizamos parte de sus energías en algo positivo. Además hace que se sienta útil y una parte integral de la familia o de una iniciativa determinada emprendida por ésta.
Desde temprana edad se debe enseñar a los niños a ser considerados con los demás. Conviene, por ejemplo, que aprendan a respetar los cuartos privados, a pedir las cosas por favor, a dar las gracias, a decir «perdón» cuando tienen que interrumpir una conversación, a saludar a la gente y a guardar su lugar cuando están en presencia de otras personas que están conversando.
Otra cosa que pueden aprender a hacer por los demás es poner la mesa debidamente, así como preparar y servir ciertas comidas y bebidas (jugos, leche, sandwiches, etc.). Conviene que usen jarras, platos y vasos irrompibles. Les encanta tomar el té con todo el servicio, para lo cual se puede servir agua, leche, jugo o infusiones de yerbas en lugar de té cafeinado.
Si uno se quiere aventurar a preparar alguna comida sencilla con niños pequeños, hay que recordar que no se les debe quitar la vista de encima en la cocina. Pueden ayudar a dar forma de bolita a galletas que no necesiten cocción (hechas con mantequilla de maní, avena, leche en polvo o cosas así), a cortar o mezclar la fruta para una macedonia, a colocar rebanadas de pan en una bandeja para preparar sandwiches, a mezclar los ingredientes para hacer una torta o panqueques. (La parte del fuego es demasiado peligrosa para esta edad.)
Es bueno alentar a los niños a tener gestos de consideración con los demás. Se les puede ayudar a preparar una sorpresa para alguien a quien quieren o que necesita una muestra de cariño o un detalle. A los niños les encanta tener gestos bondadosos porque es muy gratificante. La amabilidad y la consideración se aprenden mayormente viendo un buen ejemplo, y cuando la gente espera de uno que manifieste esas cualidades y le estimula en ese sentido. Los niños aprenden enseguida a ser serviciales, a ordenar el cuarto cuando mamá se siente cansada, a traerle a papá sus pantuflas, etc. Cuando sean amables y considerados con otras personas conviene recompensarlos con una gran muestra de afecto, prodigarles elogios y darles las gracias por el bien que han hecho. Eso refuerza el buen comportamiento y fomenta la adquisición de buenos modales.
Preparación para la escuela
A continuación ofrecemos algunas ideas de lo que se puede hacer para canalizar parte de las ilimitadas energías y aptitudes de los niños chicos hacia actividades provechosas y didácticas.

Importancia de LOS LIBROS
Los libros contribuyen a ampliar el vocabulario del niño y lo introducen en nuevos mundos de experiencias acerca de personas, lugares y cosas que se extienden más allá de su ámbito cotidiano. Inicialmente los chiquitines se interesan más por imágenes de objetos que les son familiares.
Cuando se está con niños pequeños y bebés es importante tener en cuenta la orientación de izquierda a derecha del español impreso (y también de las demás lenguas occidentales). Cuando un niño observa un libro, no lo hace automáticamente de izquierda a derecha. Se trata de algo que hay que enseñarle. A fin de facilitarle la lectura más adelante, conviene enseñarle al niño a dar vuelta las páginas en sentido correcto y, cuando se le lee, señalarle que se está leyendo las palabras en orden, de izquierda a derecha. También se le pueden indicar los puntos al final de las oraciones y explicarle: «Este puntito significa que aquí termina la oración. Entonces, cuando veo un puntito de ésos, hago una pausa. Repasa toda la página empezando por la línea de arriba y de izquierda a derecha, como hago yo cuando te leo, y señálame todos los puntos». (Si es necesario, se le puede tomar el dedito y guiarlo por las líneas, deteniéndose en cada punto.)
Un niño pequeño es capaz de aprender a manipular un libro correctamente. Si uno siempre trata los libros de la misma manera cuando le lee a un niño, al poco tiempo él la imitará. Hay que enseñarle a respetar los libros y no permitirle que arranque páginas ni los deje tirados en el piso. (Si un libro se rompe o rasga sin querer, lo ideal es repararlo junto con el niño.) Hasta a los niños muy pequeños se les puede enseñar a guardar sus libros de vuelta en la estantería. Cultivar buenos hábitos en un niño pequeño requiere tiempo y esfuerzo, pero en poco tiempo disfrutará del sentido de la disciplina y de las ventajas de vivir en un ambiente de orden.
Cuando se le relata una historia o un suceso a un niño pequeño, conviene hacerlo en el orden temporal en que se produjeron los acontecimientos. Para él puede resultar todo un desafío comprender y seguir una secuencia de hechos. Se puede contribuir a desarrollar esa aptitud relatándole narraciones breves (de la historia sagrada, por ejemplo) y luego pidiéndole a él que las cuente. Es útil contar con un libro ilustrado que muestre claramente la secuencia de los acontecimientos. Incluso un juego de dibujos o esquemas sencillos de los sucesos sirve de mucho; sólo hay que pedirle que ponga las imágenes de la historia en el orden en que se la contaste.

PREPARACIÓN PARA LA LECTURA Y LA ESCRITURA
Prepara tarjetas con las palabras nuevas que esté incorporando a su vocabulario o las que más le gusten —con letra minúscula bien clara, trazos grandes y gruesos— y pégalas o cuélgalas en el rincón donde habitualmente juega. Por ejemplo, pon los nombres de sus juguetes favoritos. Eso lo estimula a empezar a leer. Si se pegan tarjetas así a fotos interesantes recortadas de revistas, se le pueden enseñar en momentos en que esté tranquilito, o se le pueden fijar a las paredes de su dormitorio o sala de juegos.
El empleo de juegos y juguetes didácticos que le den ocasión de practicar la lectura y el conteo, así como también otras destrezas, puede resultar muy beneficioso.
Otra idea es ayudar al niño a confeccionar un álbum de recortes pegando en un cuaderno sus mejores dibujos, fotos y recortes de cosas que le gustan. A cada cosa se le puede poner un pie de foto, para que vaya practicando la lectura. Le encantará crear un libro propio.
A los niños pequeños les encanta escribir cartas a todo tipo de gente, tanto real como inventada (a una niñita hasta se le ocurrió escribirles a sus hijitos imaginarios). Se les puede animar a que nos dicten una carta mientras nosotros la vamos escribiendo palabra por palabra. Luego se les dice que lleven la carta a otra persona y le pidan que se la lea. Esta actividad refuerza enormemente la conexión entre el lenguaje escrito y el lenguaje oral, e incentiva al niño a leer y escribir.
Una actividad fácil y rápida de preparar en la cocina es colocar un poco de sal en una bandeja o plato de color oscuro o que haga contraste y dejar que el niño dibuje con los dedos en la misma. Solo hay que sacudir el plato para borrar el último dibujo y volver a empezar.

INTERPRETACIÓN DE DIBUJOS
Da al niño una ilustración o fotografía sencilla de algún acontecimiento y pídele que te diga lo que ocurre o lo que va a suceder en la misma. Si el niño logra comprenderla demuestra que tiene la capacidad mental de la interpretar imágenes y que está preparado para apreciar y comprender cosas y relatos más abstractos.

COMPRENSIÓN
La forma más eficaz de ayudar a un niño a comprender lo que le dices es ponerle un ejemplo en vez darle un sermón. Los actos son más elocuentes que las palabras, aunque también hay que incluir estas últimas.
Hablar con un niño pequeño se asemeja mucho a tratar de comunicarse con alguien que habla otra lengua; hay que valerse de todas las formas posibles para hacerse entender. El que alguna vez haya tenido que echar mano de papel y lápiz y dibujar lo que quería expresar para que alguien lo comprendiera sabe a qué nos referimos. Eso es lo que hay que probar con los niños a veces. Cuando haya que explicarles algo, conviene tener a mano un bloc. Si se puede apelar a dos o más sentidos durante una explicación, mejor. Representar con mímica lo que se quiere decir es también muy eficaz.
Si el niño intenta algo pero le sale mal, tenemos que mostrarle nuevamente la manera de lograrlo. Si se trata de algo que se hace con las manos, da buen resultado sentárnoslo en la falda y rodearlo con nuestros brazos de modo que nuestras manos queden en la misma posición que las suyas para realizar la tarea (por ejemplo atarse los zapatos). Conviene mostrarle las cosas desde su perspectiva.

LENGUAJE
Demos a los niños buen ejemplo de hablar correctamente. Conviene, además, procurar que nos respondan con palabras y ayudarlos a construir bien las oraciones.
Es beneficioso jugar a hacer los sonidos con los que tienen mayor dificultad. Se les puede enseñar a taparse la boca con las manos para conseguir un efecto sonoro diferente, o dar un tubo para que emitan el sonido por él y así generar un efecto de eco. Hasta los niños mayores cantan en voz alta cuando se dan cuenta de que hay un eco.
Vale la pena grabar al niño hablando y luego hacerle escuchar su propia voz; se mostrará sorprendido y en muchos casos eso lo estimulará a emitir más sonidos.
A los niños de edad preescolar les encantan las rimas. Les parece divertido tratar de encontrar palabras que rimen.

MANUALIDADES
No es que queramos promover que los niños desperdicien alimentos, pero de vez en cuando resulta entretenido hacer otras cosas con los alimentos que no sea comerlos. El arroz, los macarrones, los espaguetis y las papas bien pueden contribuir a evitar que un niño pequeño se trepe por las paredes en un día lluvioso porque no puede salir. Con ellos se pueden realizar actividades tranquilas y muy entretenidas sin necesidad de encender la televisión.
Con papas: Se talla en la superficie de cada papa o trozo de papa una figura plana que se usará a modo de sello o tampón (pueden ser cuadrados, rombos, círculos, corazones, estrellas, signos de suma y resta, el signo igual, etc.) Hasta se puede hacer una almohadilla con una esponjita empapada de pintura lavable.
Con papas y palillos escarbadientes, trocitos de pajitas o ramitas: clavando los palitos en las papas a modo de piernas y brazos se pueden formar figuras muy graciosas.
Con fideos o macarrones huecos (crudos): Se pintan y se ensartan en un hilo para hacer un sencillo collar.
Con granos de arroz, lentejas, espaguetis, semillas de lino, etc.: Se sitúan los diversos materiales en un cartón o cartulina —en el que se puede haber trazado un dibujo de antemano— y se crea un collage en relieve. La superficie sobre la que se colocan las semillas se cubre primero con una mezcla de harina, sal y agua, para que se queden pegadas.
Para todo este tipo de actividades conviene usar delantales. Un beneficio de ellas es que favorecen el desarrollo de la motricidad fina, de la coordinación de los dedos, pues el niño tiene que tomar cada piececita y ponerla en su lugar.
EL ARTE DE CORREGIR A LOS CHIQUITINES
Reglas, razones y repercusiones

Cuando se amonesta a un niño pequeño que se propone hacer algo que podría resultar peligroso, hay que procurar no asustarlo mucho, sino señalarle el peligro y explicarle lo que podría ocurrir; y de ser posible, mostrarle cómo abordar el asunto en forma correcta y segura.
Al corregir a un niño por romper algo, es importante no menoscabar su confianza en que, por muy valioso que fuera el objeto dañado, para sus padres él es mucho más valioso aún. Los niños necesitan esa seguridad; necesitan saber que —pase lo que pase— los queremos un montón y significan mucho para nosotros. Se les debe explicar lo más claramente posible por qué uno está dolido o disgustado. «Mi madre me regaló esto cuando yo tenía tu edad y por eso le tengo mucho cariño. Me pone muy triste que lo hayas roto».
Los niños necesitan pautas claras. Un ejemplo: solo deben gritar en caso de emergencia, cuando se encuentran en verdadero peligro o se hayan hecho mucho daño. Hay que corregirlos cuando chillan por pura frustración, disgusto o enfado.
No hay que pensar mucho para justificar la regla de que no se debe gritar: Cualquiera que escuche gritos tiene que saber que no son producto de una rabieta sino una señal de emergencia, y que ameritan dejar de inmediato todo lo que se esté haciendo para acudir en auxilio del niño. Además, conviene que desde chicos aprendan a controlarse para que puedan vivir en armonía con su familia y con sus compañeritos durante su infancia, y con el resto del mundo cuando crezcan.
Los adultos comprendemos enseguida los fundamentos de las reglas, pero es posible que los pequeñines no. ¿Qué han de hacer, pues, los padres cuando un niño no obedece reglas que se han establecido por un buen motivo? Aquí es donde entra a desempeñar un papel importante una disciplina constante, amorosa y conforme a los preceptos divinos.
Según la Biblia, Dios ha encomendado a todo el que tiene hijos el deber de ejercer una autoridad firme pero tranquila y amorosa sobre sus niños, de establecer límites y pautas de conducta y de administrarles el castigo o correctivo correspondiente cuando traspasen dichos límites.
Cuando no hay límites ni disciplina los problemas se multiplican y agravan rápidamente. De modo que los padres que no tienen claro qué les quieren exigir a sus niños se crean dificultades a ellos mismos y se las crean a sus hijos. El establecer pautas específicas le facilita la vida a todo el mundo.
Los niños tienden a oír sólo lo que les interesa; cuando lo que uno les dice no concuerda con lo que ellos preferirían hacer, no oyen. En casos así, da la impresión de que no escuchan o no entienden, ni responden cuando les hablamos. A veces sucede que están muy enfrascados en lo que están haciendo y de verdad parece que no oyen, o bien que no quieren que se les moleste en ese momento. Conviene manifestar respeto por ellos cuando se les interrumpe, pero si hay algo que deben hacer, no es bueno permitir que hagan oídos sordos.
A veces los padres se preguntan si el niño tiene algún defecto auditivo. Conviene verificarlo con el médico, pero otra forma de evaluar la capacidad auditiva del niño es observar su comportamiento a lo largo del día, cómo se conduce y reacciona en otras situaciones. Eso permite saber hasta qué punto emplea su conocida capacidad de responder si quiere hacerlo. ¡El paso siguiente es conseguir que quiera hacerlo!
Si a un pequeño se le permite no responder a lo que le decimos y nos habituamos a repetir las cosas una y otra vez en lugar de exigirle que nos responda a la primera, es fácil que desarrolle el mal hábito de oír sólo lo que le interesa. No siempre es fácil captar la atención de un niño y conseguir que nos responda, sobre todo cuando le pedimos que efectúe un cambio en su comportamiento. Tiene que aprender que lo que dices es en serio, que es importante para ti y para él, de otro modo no estarías diciéndoselo. Ayúdale a constatar que cuentas con que te va a responder y que, si después de advertirle y darle un tiempo razonable para obedecer continúa ignorándote, tomarás medidas.

Que le resulte fácil portarse bien
Es responsabilidad de los padres mantener al mínimo aquellas situaciones que ameriten una medida disciplinaria. Para ello hay propiciar que les resulte fácil a los niños cumplir las reglas. Por ejemplo, a los niños pequeños no deben jugar con fósforos, pero los mayores no deben dejar fósforos a su alcance.
Con un poco de sentido común y adaptando la casa a la edad de los niños se evita tener que aplicar muchas medidas disciplinarias, se alejan peligros y se promueve la calma, pues no hay que estar constantemente diciéndoles: «No toques esto, no toques aquello», y no hace falta imponer tantas reglas.
Alguien dijo una vez que la mejor forma de evitar accidentes es hacer imposible que ocurran. Naturalmente, en el caso de niños chicos que no paran de moverse es prácticamente imposible retirar todo con lo que pudieran hacerse daño, pero debemos hacer lo posible, como por ejemplo mantener fuera de su alcance los objetos frágiles o peligrosos, y no dejarlos solos en situaciones que pudieran entrañar algún peligro.
Como en cualquier otro aspecto de la educación, una vez que hemos hecho nuestra parte, podemos enseñarle al niño unas reglas básicas y hacerlas cumplir. Es muy importante hacer que las cumpla, por el propio bien del niño y para nuestra propia tranquilidad. Hay diversidad de opiniones —y en algunos países hasta leyes— sobre cuáles son los métodos beneficiosos y aceptables de corregir a un niño. La forma de hacer cumplir las reglas a los hijos depende de cada familia y de las convicciones de los padres.
Cuando los niños son chicos suele dar resultado hacerles quedarse sentados un ratito (entre 2 y 5 minutos) en un lugar tranquilo, teniendo que abandonar temporalmente la actividad en que estaban enfrascados. Otra alternativa es que se pierdan una merienda, juego o entretención. Una palmada correctiva o dos en la mano o el trasero también sirve para recalcar la importancia de cumplir las reglas, sobre todo en lo que atañe a su seguridad, como por ejemplo, en el caso de salir a la calle o tocar la cocina. Cuando los niños son pequeños, cualquiera que sea el método que se emplee, generalmente hay que aplicarlo enseguida para que entiendan claramente que la medida es consecuencia directa de su desobediencia. Una vez que el niño entienda las reglas y las consecuencias de desobedecerlas, tendrá menos ganas de violarlas.

Cómo corregir a un preescolar, paso a paso
A un niño pequeño le encanta hacer cosas con sus padres. Procura ayudarlo a resolver sus dificultades.

1. Detén su actividad y explícale el problema.
2. Propón una solución.
3. Procura obtener su colaboración.
4. Ayúdale a hacer lo que sea necesario para corregir el problema.
5. Elógialo y anímalo por desempeñarse bien. Resúmele en una frase lo que aprendió y señálale que a partir de ahora podrá evitar ese error, así como ayudar a otros que lo puedan cometer.

Situaciones más graves
Un niño pequeño no está en condiciones de determinar cuán grave o peligrosa puede ser para él cierta situación. No ve el peligro del auto que se acerca; solo ve la pelota que ha ido a parar al otro lado de la calle. No se da cuenta del peligro de correr con un objeto filoso en la mano o de jugar demasiado cerca del agua, de asomarse por la ventana a varios pisos de altura, de probar unas píldoras de un frasco o meter objetos en un tomacorriente. Habrá ocasiones en que obedecer al instante lo salvará de lesiones graves e incluso de la muerte.
A veces se le puede dar al niño bastante independencia, dejarlo conducirse a su propio ritmo y descubrir las cosas a su tiempo y manera, pero también hay que enseñarle que en otras situaciones tiene que cooperar con el adulto, quedarse pegado a él o ella y obedecerle.
Muchas veces hay que ayudar a los niños a darse cuenta de que en una situación determinada hay que dejarse de juegos y tomarse las cosas muy en serio, sobre todo si están habituados a que uno se ocupe de todos los detalles logísticos de la vida cotidiana. Cuando una familia se ve enfrentada a una situación muy grave, de ser posible conviene detenerse unos minutos para explicar a los niños lo que ocurre, orar con ellos y distribuirse entre todos las diversas tareas que haya que llevar a cabo. Conviene decirles claramente lo que se espera de ellos y, si es necesario, cuáles podrían ser las consecuencias de no seguir puntillosamente las instrucciones.
Si los niños ya son mayorcitos, se puede convenir en una palabra o frase para cuando suceda algo grave que les ataña. Si se presenta la ocasión, se les puede decir, por ejemplo: «Niños, ¡atención! Hagan silencio y escuchen atentamente. Esto es una emergencia. Ahora mismo tenemos que orar, obedecer y trabajar en equipo; no podemos jugar. Lo que ocurre es que…» La vida tiene sus momentos serios, y los niños tienen que aprender a prestar atención en tiempos de peligro y colaborar con los grandes para sacar adelante al equipo. Aunque parezca que los chicos no pueden hacer gran cosa por ayudar en el plano físico, siempre pueden colaborar orando juntos e intercediendo por sus padres o las personas que estén manejando la crisis.

Algunos aspectos requieren pautas muy claras
Los niños respetan a sus padres cuando éstos encaran con firmeza aquellas cosas que consideran importantes. Puestos en una situación en que deben evaluar si algo es bueno o malo, si está bien o mal, muchas veces los niños se guían por los padres. Desde chiquitos nos ponen a prueba constantemente por medio de sus palabras y acciones para ver qué hacemos nosotros al respecto. Quieren que les hagamos saber lo que nos parecen. Si no reaccionamos, dan por sentado que lo que hacen está bien. Cuando observan un cambio repentino, que de pronto nos ponemos serios —por nuestro espíritu, nuestro semblante, nuestra mirada o el tono de nuestra voz—, se dan cuenta enseguida de que algo no anda bien o entraña algún peligro y debe evitarse, siempre y cuando les hayamos enseñado a respetarnos y seguir nuestras indicaciones, a tener sensibilidad para captar nuestra actitud, y estén acostumbrados a acudir a nosotros en busca de orientación.
Cuando hagan algo que está mal o es peligroso, hay que tomarse el tiempo necesario para explicarles por qué está mal. Por ejemplo, nunca se deben permitir manifestaciones de crueldad; ni para con animales, con el bebé, ni con nadie. Simplemente, no se tolera.
Cuando queremos a nuestros hijos y nos tomamos la molestia de corregirlos, les enseñamos no solamente a ser más sensibles y compasivos, sino que los ayudamos a ser más estables emocionalmente y mejor adaptados socialmente. Se llevarán mejor con sus semejantes, porque se acostumbran a ser considerados, a tener en cuenta las necesidades y deseos de las personas con quienes conviven.

Trabajar codo a codo con el pequeño
A los chiquitines les ayuda mucho trabajar codo a codo con un adulto o un niño mayor. Les hace madurar más rápido, además de enseñarles a apreciar la capacidad y talentos de los demás y la contribución que ellos mismos pueden hacer. Ya sea que se trate de construir un castillo de arena o de bajar un gatito que se subió a un árbol, es muy beneficioso para ellos aprender a colaborar con otras personas. La madurez y la integridad moral se adquieren aprendiendo a compartir, a ser considerados, a dejar de lado los propios deseos y antojos en favor del bien ajeno.
El hecho de realizar diversos quehaceres junto a su papá o mamá incrementa su capacidad de observación y le transmite que el adulto lo quiere y confía en él. Desde que es bebito se le puede enseñar a trabajar en equipo, pidiéndole que:
 haga favores («Por favor, tenme esto mientras te cepillo el pelo»).
 tenga paciencia con los demás («Enseguida te traigo un vaso de jugo, pero primero tengo que apagar el fuego»).
 comparta sus juguetes («Tienes dos autitos, ¿por qué no le prestas uno a Pedrito para que juegue con él»).
 coopere («Pueden jugar a empujar la pelota para que vaya rodando del uno al otro»).
 tenga en cuenta cómo afecta a los demás lo que hace («La abuela está durmiendo, así que tenemos que estar callados para que pueda descansar bien. Hagamos algo que sea entretenido pero que no haga ruido»).
Los niños necesitan orientación, corrección, explicaciones y recordatorios constantes para saber cuándo y cómo manifestar consideración por los demás. A algunos chiquitines, por ejemplo, les cuesta mucho aprender a hablar bajito cuando hay alguien descansando, trabajando o conversando, pero lo pueden lograr. Para ayudarlos a cultivar mejores hábitos se puede confeccionar una tabla en la que se señalen sus progresos con estrellitas o con algún tipo de marca. Conviene concentrarse en un solo aspecto, como puede ser pedir las cosas por favor y luego dar las gracias.

EL SEÑOR ES TU AYUDADOR
Si alguna vez te sientes incapaz de educar bien a tus hijos, recuerda que, si Dios te los dio, es porque te escogió para que les manifestaras Su amor. Es inevitable que metas la pata, que te quedes corto y que no les demuestres suficiente amor y paciencia en algún momento particularmente difícil; nos pasa a todos. Seguramente los malinterpretarás y los juzgarás mal en más de una ocasión. Pero Dios no te pide que seas perfecto ni tampoco espera que cargues por tu cuenta todo el peso de la labor de criarlos. En el amor de Su Hijo, Jesús, te ofrece una ayuda que compensa tus fallas y tus errores.
Si conoces a Jesús personalmente y le has abierto tu corazón y tu vida, tienes a tu disposición en todo momento un infalible ayudador. Puede que tú falles, ¡pero Jesús nunca falla! Si aprendes a trabajar codo a codo con Él en la formación de tus pequeños, siempre podrás contar con Él, con que compensará tus falencias. Juntos criarán niños felices con una personalidad equilibrada.
Eso no significa que jamás volverás a tener dificultades en la crianza de tus hijos, sino que siempre y cuando acudas a Dios en busca de fuerzas y las soluciones a los problemas que se te presenten, lo tendrás a tu lado; Él hará lo que esté fuera de tu alcance. Te ayudará a ser el mejor padre o la mejor madre posible, el padre o la madre que tus hijos necesitan.
Si aún no tienes a Jesús contigo, puedes invitarle ahora mismo rezando esta sencilla oración: «Jesús, creo en que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Necesito que Tu amor me purifique de mis errores y malas acciones. Te abro en este momento la puerta de mi corazón y te pido que entres en mi vida y me des el don de la vida eterna. Te ruego también que me llenes de Tu Espíritu Santo y me ayudes a amar a los demás como Tú me amas a mí. Amén».

Acercarlos a Jesús desde chiquitos
Hoy en día las librerías están repletas de libros para los padres de familia. Muchos contienen consejos muy sensatos e ideas interesantes. Ahora bien, si no incluyen a Dios y Sus enseñanzas y orientación, la ayuda que ofrecen es relativa. Dios, por medio de Su Hijo, Jesús, es la fuente de todas las cosas buenas que tus hijos necesitan: amor, seguridad, valores, propósito en la vida. Es además la fuente del amor, la sabiduría, las fuerzas y la paciencia que necesitamos para ser un buen padre o una buena madre. Él anhela ser el mejor amigo de tus pequeños y a la vez colaborar en su crianza.
Jesús es el cimiento sólido por excelencia sobre el cual edificar tu relación con tus hijos. Por mucho que queramos a nuestros pequeños y por mucho que ansiemos que sean felices y tengan todo lo que necesitan, por mucho que queramos brindarles todas las oportunidades posibles en la vida, nuestros recursos humanos no bastan. Los niños no solo necesitan todo el amor, el afecto, la seguridad y la orientación que nosotros podamos brindarles, sino también todo lo que les ofrece Jesús.
Dicen que Dios no tiene nietos. La fe no es hereditaria. Creer en Dios y amarlo no una decisión que nosotros podamos tomar por nuestros hijos. Tendrán que tomarla por sí solos. Pero sí podemos echar los cimientos mostrándoles el camino con nuestras palabras y ejemplo, y orando con ellos.
Es de suma importancia transmitir a los hijos que Dios los ama inmensamente. Conviene que aprendan que Él les tiene un cariño especial, que hagan lo que hagan, sea cual sea el giro que tome su vida, Él siempre estará a su lado, porque los ama. Dado que nuestros hijos ponen sus ojos en nosotros como nosotros los ponemos en Dios, para ayudarlos a comprender el amor de Dios es importante manifestarles de continuo nuestro amor incondicional. Nosotros somos para ellos la prueba más fehaciente de que Dios los ama. Con nuestro amor y nuestro ejemplo de amar a Jesús y hablar de Él, podemos acercar a nuestros hijos al Señor desde el momento de su nacimiento. Cuando una persona ni se acuerda de cuando no conocía al Señor, pues ha vivido con Él toda la vida, es una maravilla.
Desde chicos los niños pueden rezar para aceptar la salvación eterna que Dios les ofrece y abrirle a Jesús la puerta de su corazón. Es tan sencillo que hasta muchos pequeños de dos años pueden hacerlo. Difícilmente puede encontrarse a alguien más sincero y dispuesto a creer que un chiquitín. Por eso dijo Jesús que debemos hacernos como niños para ir al Cielo1. Si un niño es capaz de hacer una oración sencilla —incluso a los dos años— ya está en condiciones de recibir a Jesús.
Cuando le hayas enseñado quién es Jesús —para ello es ideal una biblia infantil ilustrada—, explícale: «Jesús quiere vivir en tu corazón. Él te quiere mucho. Quiere ser tu mejor amigo y estar siempre contigo. Si le pides que entre en tu corazón, entrará. ¡Y ya nunca te dejará! ¿Quieres que entre en tu corazón?»
Luego haz una pequeña oración para que el niño la repita como buenamente pueda. Aunque no consiga decir más que la última palabra de cada frase, es suficiente, porque para Jesús lo que cuenta es la intención. La oración puede ser algo así como: «Jesús, entra en mi corazón. Creo en Ti y quiero amarte como Tú me amas. Perdona mis faltas y dame vida eterna. Amén». Con eso, Jesús entrará en el corazón de tu hijo, y será salvo para siempre. Dios lo promete2. ¡Es así de sencillo!

El mejor amigo de los niños
«Dejad que los niños vengan a Mí, y no se lo impidáis —dijo Jesús—; porque de los tales es el Reino de Dios»1. Una forma de ayudar a los niños a ver la vida con un enfoque positivo es inculcarles el buen hábito de alabar a Dios y darle gracias desde temprana edad. Hacer eso (entre otras cosas) es echar los cimientos de la fe y el amor al Señor, que son dos de los principios más valiosos que hay en la vida. Manifiesta abiertamente tu gratitud y cariño por Él diciendo sin tapujos: «Gracias, Jesús», «Te alabo», o: «Te amo, Jesús», cuando veas a tus niños contentos, cuando hayan aprendido algo nuevo o alguna de sus oraciones haya sido respondida. La alabanza entusiasta es contagiosa. Pronto estarán haciendo lo mismo por su cuenta.
Las canciones acerca de cuánto los ama Jesús también refuerzan una actitud positiva de alabanza y gratitud y edifican la fe de los niños, pues les recuerdan el amor incondicional que les tiene el Señor.
Busca constantemente formas de asegurarles que Jesús los ama. Cuanto más ores, alabes y hables de Jesús con tus hijos, más se volverá Él parte integral de sus vidas.
Las imágenes de Jesús ayudan a los niños a visualizarlo y les recuerdan Su presencia. Se puede colgar un cuadro de Jesús junto a la cama del niño, o bien darle uno pequeño que pueda tener en las manos. A algunos chiquillos les encanta incluso besar una estampa o cuadro de Jesús cuando rezan o le dan las gracias por algo. Otra idea consiste en colocar un cuadro o póster de Jesús en una silla cuando nos sentamos a leerles o contarles relatos de la historia sagrada. De esa forma se les ilustra que Él está ahí mismo con nosotros en espíritu.
A los niños pequeñitos conviene recordarles que Jesús se pone muy contento cuando actúan amorosamente y se portan bien. También es bueno que entiendan que cuando son desconsiderados o egoístas o hacen daño, Él se pone triste. De todos modos, hay que recalcarles sin falta que, aun cuando se portan mal, Jesús los ama y está presto a perdonarlos.
Aunque a Jesús le disguste y desagrade el mal comportamiento, la Biblia nos dice que es «lento para la ira, y grande en misericordia»1. Si recordamos lo paciente que es con nosotros, es mucho menos probable que nos enojemos más de la cuenta con nuestros hijos por sus fallos y defectos. Dado que los niños pequeños se forman su idea de cómo es Dios a partir de cómo somos nosotros, es preciso que les demos buen ejemplo de Su amor y no los llevemos a pensar que Dios los ha dejado por imposibles o les echa en cara continuamente sus errores.
Una vez que les has ayudado a ver el error de su proceder, ora con ellos y dales una dosis adicional de amor y comprensión. Tienen que sentirse seguros del amor del Señor. Tenemos que transmitirles que Él los ama siempre.

Niños pequeños que aman a su Redentor,
Sus hijitos amados, puros y radiantes,
bellas gemas en la corona del Señor
que deslumbran con su belleza rutilante.
Anónimo

El mejor amigo de los padres
Jesús quiere ser tu mejor amigo también, aparte de tu mentor, tu entrenador y tu colaborador en la crianza de los hijos. De la misma forma que conviene transmitir a los niños la seguridad de que pueden contar con el amor infalible y la presencia del Señor, tú también puedes establecer una relación estrecha y tierna con Jesús. No solo puedes hablarle tú a Él, sino que Él también quiere hablarte a ti directamente. ¡Desea comunicarte incluso instrucciones detalladas, específicas y actualizadas para ayudarte a educar a tus hijos! La Biblia dice: «Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas»1. Cada vez son más los padres que han descubierto que pueden acudir a Dios en oración para plantearle sus interrogantes y problemas y recibir respuestas ellos mismos, pues aprenden a reconocer la voz del Señor cuando les habla al espíritu o les trae a la mente ciertos pensamientos.
Obtener respuestas de Dios no es tan difícil como pudiera parecer. Y, no te preocupes, que no hay que ser un santo inmaculado ni una persona superespiritual. Es sólo cuestión de preguntarle, escucharle y tener fe. Puede hacerlo todo el que haya aceptado a Jesús en su vida, haga un esfuerzo por escuchar y esté sinceramente dispuesto a aceptar lo que Él tenga que decirle. Tenemos la siguiente promesa: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces»2. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»3. ¡Basta con pedirlo!
El Señor nos habla de formas diversas. Algunos ven visiones, otros tienen sueños reveladores y unos pocos hasta llegan a escuchar una voz audible. Pero en la mayoría de los casos el Señor se comunica con nosotros por medio de susurros que oímos sólo espiritualmente, o en forma de pensamientos. A veces es tan claro como un mensaje hablado que uno escucha palabra por palabra. En otras ocasiones es apenas una impresión de que tal o cual cosa es la solución a determinado problema o el curso de acción apropiado que uno debe tomar.
Lo único que hace falta es desear Su orientación y pedírsela, despejar la mente de los propios pensamientos y deseos, y luego creer que las palabras o ideas que a uno le vengan provienen del Señor. Requiere fe y un poco de práctica, pero cuando anhelamos que el Señor nos guíe y nos dé soluciones, Él lo hace. Todas las respuestas son sencillas para el Señor y todas las soluciones son fáciles para Él. Así pues, aprovechemos esa fuente inagotable de sabiduría. Él está deseoso de darnos acceso a ella, tal como expresa la Biblia: «Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente [...], y le será dada»1. Mejorará ciento por ciento la forma en que te relacionas con tus hijos, en que interactúas con ellos y los educas. (El librito Escucha palabras del Cielo, de la colección Actívate, también de Aurora Production, da una explicación más detallada de cómo se puede escuchar la voz de Dios.)

Enseñanza de la Palabra de Dios a niños pequeños
La Palabra de Dios fascina a los niños chicos cuando se les enseña de un modo entretenido. La clave está en amar la Palabra uno mismo. Si a ti te encanta, a ellos les encantará. Si tú la abordas con entusiasmo, ellos también lo harán.
A veces viene bien establecer una hora fija para leerles o contarles relatos de la Biblia a los niños. Así no se pasa por alto esta actividad en medio del ajetreo cotidiano. Pero, que no se vaya a convertir en una rutina árida y tediosa. Haz que sea algo animado, emocionante y variado.
Una forma divertida de impartir la Palabra a un niño pequeñito es ayudarlo a visualizar lo que dices. Representa el relato —o haz que lo represente él, o háganlo entre los dos—, o bien ilústralo mientras se lo vas contando, dibujando figuras sencillas de palitos. Prácticamente todo sirve para ayudar a un niño a visualizar un relato: juguetes, piedras, palos, hojas, muñequitos de legos o figuras hechas con los bloques, monigotes de papel, utensilios de la casa... cualquier cosa que se tenga a mano. Los niños tienen una imaginación prodigiosa. Una vez que les ayudas a ver lo que les estás contando, asimilan mejor la enseñanza. Hay muchos libros de relatos bíblicos ilustrados de muy buena factura. La mayoría tienen dibujos coloridos que captan y retienen la atención de los pequeños. Otro medio excelente de enseñar son los franelógrafos.
Los cuatros evangelios contienen relatos estupendos para los niños: el nacimiento de Jesús, Su niñez, los milagros que hizo, las parábolas que enseñó y las aventuras que vivió con Sus discípulos. (En la página 61 hay una lista de relatos de la Biblia para niños pequeños.)
Otra forma de recalcar las enseñanzas extraídas de relatos de la Biblia es con canciones animadas basadas en las Escrituras. (Por ejemplo, las de los dos discos compactos de Grandes aventuras, que hacen un repaso de toda la historia sagrada para niños; y las de la colección Canciones de vida, que consisten en musicalizaciones de algunos de los versículos más básicos e importantes, con pegadizas melodías, a fin de que tanto a chicos como a grandes les resulte fácil aprendérselos de memoria.)
Naturalmente, es importante enseñar al niño la diferencia entre la realidad —los relatos de la Biblia y otros hechos verídicos que les leas— y lo imaginario. Tienen que aprender que, aunque gran parte de lo que ven en las películas y la TV o leen en otros libros de cuentos es ficción, lo que dice la Biblia es verdad.

Memorización de las Escrituras
Para un niño pequeñito es muy fácil memorizar versículos de las Escrituras si se le enseñan de forma entretenida. Si has leído Disfruta de tu bebé (otro librito de la colección Soluciones para padres), es posible que ya hayas empezado con los Versículos y lemas para chiquitines. En la página 63 de este libro encontrarás una lista de versículos que puede memorizar un preescolar, tomada de Apacienta Mis corderos.
Puede que te sorprendan los cambios conductuales que observarás en tus hijos cuando se aprendan aunque sólo sean unos cuantos versículos de la Biblia. Conviene que los ayudes a tomar conciencia de que están estudiando la Palabra de Dios, que es verdad, y de que cada vez que la aprendemos y la ponemos en práctica, hacemos feliz a Jesús. Cuando uno de ellos no obre con amor, recuérdale: «Eso no fue muy amoroso de tu parte. ¿Te acuerdas de lo que dijo Jesús?» Entonces te pueden ayudar a citar el versículo: «Amémonos unos a otros». Y cuando uno parezca preocupado o asustado, tranquilízalo diciéndole: «No tengas miedo. Jesús cuida de ti. Eres Su corderito. ¿Recuerdas? “El Señor es mi pastor”». Sin duda no te faltarán oportunidades de emplear los versículos que hayan memorizado.
Para los que no estén muy seguros de poder enseñar versículos de la Biblia a sus pequeños, reproducimos a continuación algunos consejos aportados por una joven que cuidaba de una niña de dos años:

Cuando Techi tenía apenas dos años, aprendió los primeros versículos del Salmo 23. Más tarde nos regalaron un librito ilustrado de ese salmo. Fotocopié las páginas y las pegué en tarjetas. Eso la ayudó a entender mejor cada versículo. Le hacía mucha ilusión que le diera una nueva tarjeta cada vez que se iba a aprender un versículo nuevo. A los niños mayores les gustó colorearle las tarjetas.
A mí me ha servido mucho establecer una hora fija para la memorización (generalmente por la mañana).
Como ahora mismo no tiene más que dos años y medio, nuestras sesiones de memorización no son nada largas. Conviene no estirarlas mucho. Cuando me dispongo a enseñarle un versículo nuevo, procuro que me preste toda su atención. Normalmente me la siento en la falda, de cara a mí, para evitar distracciones. Dejamos los juguetes y apagamos la casetera. Luego le digo el versículo, que por lo general requiere alguna explicación. Algo que me parece vital es presentar la Palabra de Dios con alegría. Suelo decirle el versículo dos veces. Si es largo, lo estudiamos por partes, y la animo a repetir cada una. Me gusta que escuche bien una parte y luego la repita, en lugar de que trate de decir el versículo conmigo enseguida, con lo que a menudo no se lo aprende bien. Como es muy inquieta, le suelo tomar las manos mientras se lo digo y le pido que me mire. Así la ayudo a concentrarse. Terminamos con un beso y un abrazo, y se queda con un versículo más en el corazón y en la cabeza.
Como con cualquier relato o poesía, viene bien enfatizar algunas palabras empleando un tono agudo o grave, o diciéndolas con voz más fuerte o más suave. De esa manera se subraya el sentido y se facilita la comprensión. Otra técnica de memorización consiste en recitarlo con una cadencia determinada, siempre igual, y a veces incluso dar palmas a ese ritmo. A veces marchamos en círculo diciendo el versículo. Si éste habla de algo loable, movemos la cabeza de arriba abajo; si se trata de algo censurable, la meneamos de lado a lado, o hacemos un gesto de reprensión con el índice. Cuando se menciona a Jesús, a Dios o el Cielo, señalamos arriba, o a nuestro corazón. Todos esos gestos contribuyen a que entienda el versículo y se le quede bien grabado.
Una de las formas más divertidas y fáciles de aprenderse versículos es musicalizarlos. Lo más sencillo es aprovechar melodías que los niños ya conozcan. Se puede, por ejemplo, cantar Hebreos 13:5 al son de En la granja de Pepito:

No te desampararé, ni te dejaré.

Versículos sobre enseñar a los niños la Biblia
Deuteronomio 6:6,7 (DHH) Grábate en la mente todas las cosas [las palabras de Dios] que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes.
Deuteronomio 11:18,19 Pondréis estas Mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma [...]. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes.
Isaías 38:19 (NVI) Todo padre hablará a sus hijos acerca de Tu fidelidad.
Joel 1:3 De esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación.
Juan 21:15b «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» Le respondió: «Sí, Señor; Tú sabes que te amo». Él le dijo: «Apacienta Mis corderos».
2 Timoteo 3:15 Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

Enseñarles a orar y alabar
A los niños pequeñitos les encanta rezar. Les encanta explicar todas sus vicisitudes y saber que Jesús los escucha. Puede que otras personas a veces estén muy ocupadas para prestarles atención, pero a Jesús nunca le pasa eso. Siempre los comprende y es capaz de ver el mundo a través de sus ojos.
Vale la pena inculcar a los hijos la costumbre de orar, ayudarles a empezar y guiarlos de a poco, pero evitando imponerles una formalidad o solemnidad propia de la adultez. Los niños se sienten muy a gusto haciendo algo que les parece de lo más natural: actuar espontáneamente con un Amigo con quien lo pasan muy bien y que es en cualquier momento precisamente lo que ellos necesitan que sea.
Es posible enseñar a un niño a rezar aun antes de que haya aprendido a hablar. Basta con mantener las oraciones muy simples, a su nivel. Se le puede tomar de las manos, o hacer que junte sus dos manitas. Si se le enseña a cerrar los ojos mientras reza, se distraerá menos; pero no se puede esperar que los mantenga cerrados por mucho tiempo. Las oraciones deben ser muy breves y animadas: «Jesús, bendice la comida. Gracias por dárnosla». «Jesús, bendice a papi, que va a trabajar». «Gracias, Jesús, por este buen día. Acompáñanos mientras jugamos». Reza con tu pequeño cuando se raspe una rodilla, cuando pierda su juguete predilecto, y sentirá el consuelo y el amor del Señor junto con los tuyos.
Evita orar con él si eso implica postergar algo que quiere hacer enseguida. No lo fuerces a hacer una oración antes de tomarse una merienda que ya ha visto y prácticamente está degustando. Hay que enseñarle a tener paciencia y a rezar, pero no combines ambas cosas, porque solo conseguirás que se le quite el gusto por la oración. Debe ser algo entretenido para él. Denle gracias a Dios juntos mientras disfruta de su merienda: «¡Gracias, Jesús, por esta comida tan rica!»
Los niños pequeños tienen mucha fe. No necesitan conocer todas las razones y principios por los cuales debemos orar, dar gracias a Dios y alabarlo, o por qué es tan importante Su Palabra. Les basta con saber que necesitan la ayuda de Jesús, que Él los ama y que Su Palabra es verdad. Lo único que tienen que aprender es que la fe en Jesús da resultado. Nada más. ¡Y al Señor le encanta responder sus oraciones! Es perfectamente capaz de hacer cualquier cosa que le pidan, pero no siempre responde enseguida ni exactamente de la forma en que ellos quieren.
Ese es precisamente el motivo de que algunos padres de familia se resistan a enseñar a sus hijos a orar. No quieren que se decepcionen o pierdan la fe cuando llegue el caso de que pareciera que Dios no respondió, ni quieren verse en una situación comprometida si los niños les plantean preguntas que no saben si podrán responder. La solución no es dejar de orar en tales situaciones, sino prepararse con algunas explicaciones. A continuación damos algunas:
 Normalmente Dios espera a que cumplamos nuestra parte del trato antes de cumplir Él la Suya. Por ejemplo, si al niño se le ha perdido un juguete, hay que orar con él y luego ayudarlo a buscarlo.
 Algunas respuestas toman tiempo. Por ejemplo, llevará algún tiempo para que un raspón en la rodilla sane del todo, aunque el niño le pida a Dios que se lo cure.
 Otros de los motivos por los que da la impresión de que Dios no responde a nuestras oraciones son más difíciles de explicar: Tal vez no sea el momento propicio; puede que Dios esté tratando de enseñar al niño a tener paciencia o alguna otra cualidad; quizás lo que el niño pida no sea bueno para él; es posible que el Señor se haya autolimitado en Su accionar a causa de las decisiones que hayan tomado otras personas... Puede que haya incluso otros factores que desconocemos.
 A veces Jesús responde que sí, otras que no, y otras más dice: «Espera». Pero de uno u otro modo, siempre responde cada oración. Si enseñas al niño a confiar en el Señor a pesar de las aparentes decepciones o demoras, le habrás comunicado una de las cosas más importantes en su preparación para afrontar la vida.
Una de las mejores formas de infundir fe a los niños es hablarles de ocasiones en que Dios respondió inequívocamente una oración, ya sea mediante ejemplos tomados de las Escrituras, de su vida personal o de la vida de otras personas a quienes conocen bien. ¿Pidieron por un hermano o hermana mayor que estaba enfermo y ahora está sano? ¿El Señor hizo que el bebito parara de llorar después que oraron por él? ¿Pudieron ir al circo o hacer otra cosa por la que habían rezado? Una idea para que la oración resulte amena y para que los niños vean que el Señor responde consiste en ir anotando las cosas por las que rezan y la fecha en que lo hacen, y luego ir marcando la fecha en que el Señor contesta cada petición. (En la lista de relatos de la Biblia que figura al final del libro se enumeran algunas oraciones respondidas que están registradas en las Escrituras para nuestra edificación.)

Ratos para escuchar a Jesús
Además de dar a los niños el fundamento sólido de la Palabra escrita —la Biblia—, es importante enseñarles que es muy importante recibir la Palabra viva directamente de Dios (v. El mejor amigo de los padres, página 48).
Se puede empezar a enseñarle este principio a un niño desde muy pequeño. Siéntate con él y pídanle juntos al Señor que responda a algún interrogante que tenga uno de los dos. Oren juntos y rueguen que les despeje el corazón y la mente de toda idea propia que puedan tener, a fin de poder captar Sus consejos. Luego no queda más que confiar en la promesa divina de que si pedimos, recibiremos1. Seguramente Sus respuestas no serán largas ni complicadas. Cuando de niños se trata, el Señor se ciñe a lo sencillo.
Una joven que cuidaba de dos niños de familias misioneras —ambos de dos años y medio de edad— les enseñó a pedir ayuda al Señor para resolver los problemas de orden práctico que se les presentaban. Aquí nos cuenta su experiencia:

Un día Trévor y Olivia empezaron a pelearse por un almohadón que ambos querían tener, así que hicimos un alto para orar. Les dije que íbamos a preguntarle a Jesús qué debían hacer. Tenía lápiz y papel en la mano y le pedí en voz alta al Señor que les dijera a cada uno lo que tenía que hacer. Enseguida, al sentir la voz del Señor en mi corazón, anoté lo que me dijo y les leí a los niños las instrucciones que me había dado para ellos.
El versículo que Jesús me recordó para Trévor fue: «Aguarda al Señor». Conversamos brevemente sobre eso y lo que significaba en aquella situación. Luego, cuando le pregunté qué debía hacer Olivia, Jesús me dijo: «Sé amable, y no te quedes con él todo el tiempo». Entonces hablamos de eso. Olivia estaba dispuesta a darle el almohadón a Trévor enseguida, pero se puso muy contenta al oír que Jesús había dicho que lo podía tener un rato más. Trévor esperó pacientemente, y al cabo de un rato le tocó a él.
Podría parecer que esa sencilla solución se me ocurrió a mí. Sin embargo, tengo que reconocer con toda franqueza que no se me había pasado por la cabeza esa idea. ¡Yo no sabía qué hacer! Ambos niños lo entendieron con toda claridad, y me resultó mucho más fácil convencerlos que cuando he tratado de resolver situaciones similares por mi cuenta. ¡Jesús nos lo hizo fácil a todos!
Otro día, mientras los niños tomaban la merienda, se me ocurrió preguntarle al Señor si había algo que quería decirles, así que les expliqué que iba a hacer precisamente eso. Se quedaron sentados quietitos mientras yo anotaba lo que el Señor me decía, y luego se lo leí. Jesús les dirigió unas palabras de lo más tiernas, que les hicieron sonreír.
A Trévor le dijo: «Deja que alumbre tu luz. Deja que en ti brille Jesús. En todo lo que hagas, que brille Jesús». Le gustó mucho porque rimaba.
A Olivia le dijo: «Alégrate porque te quiero. No te preocupes ni llores, porque eres Mi cariñito». Le gustó que Jesús la llamara «Mi cariñito».

Díganles a los niños y niñas que las verdades que sienten en lo profundo de su corazón son las auténticas verdades. El amor de Dios nos habla al corazón y procura obrar por medio de nosotros en el mundo. Debemos prestar oído a esa voz. Debemos escucharla cual una melodía pura y distante que distinguimos a pesar de la bulla del mundo. Algunos dicen: «Cuando crezcamos, escucharemos. Ahora, mientras somos jóvenes, preferimos pensar en otras cosas». Sin embargo, con la voz del amor —que es la que Él emplea para dirigirse a nosotros en lo secreto de nuestro corazón—, Dios nos habla cuando somos jóvenes, para que nuestra juventud sea auténtica juventud, y para que nos convirtamos en hijos de Dios. Dichosos quienes le prestan atención.
Dr. Albert Schweitzer (1875-1965), filósofo y médico alemán que realizó una gran obra misionera en el África ecuatorial y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1952.


LISTA DE RELATOS DE LA BIBLIA
Vida de Jesús
 Nacimiento: Mateo 1:18 - 2:23;
Lucas 1:5 - 2:52.
 Muerte: Mateo 26:17 - 27:66; Marcos 15;
Lucas 23; Juan 18,19.
 Resurrección: Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20.

Milagros de Jesús
Milagros de resurrección:
 El hijo de una viuda: Lucas 7:11-16.
 La hija de Jairo: Mateo 9:18-26;
Marcos 5:22-43; Lucas 8:41-56.
 Lázaro: Juan 11:32-44.

Milagros de curación:
 El hijo de un oficial del rey, de una fiebre:
Juan 4:46-54.
 Los dos ciegos: Mateo 9:27-31.
 Un hombre sordo y tartamudo:
Marcos 7:32-37.
 Un ciego: Marcos 8:22-26.
 Un ciego de nacimiento: Juan 9:1-11.
 Un mendigo ciego: Mateo 20:30-34;
Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43.

Otros milagros que obró Jesús:
 Agua convertida en vino: Juan 2:1-11.
 La red de Pedro se llena de peces: Lucas 5:1-11.
 Alimentación de más de 5.000 personas:
Mateo 14:15-21; Marcos 6:35-44;
Lucas 9:12-17; Juan 6:5-14.
 Alimentación de más de 4.000 personas:
Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-10.
 La gran pesca: Juan 21:6-14.
 El viento y el mar le obedecen: Mateo 8:23-27; Marcos 4:37-41; Lucas 8:22-25.
 Jesús camina sobre el agua: Mateo 14:22-33; Marcos 6:45-51; Juan 6:19.

Milagros relacionados con la vida de Jesús:
 Los sabios de Oriente son guiados por una estrella: Mateo 2:1-9.

Parábolas de Jesús
 La casa edificada sobre la roca y la construida sobre la arena: Mateo 7:24-27; Lucas 6:48,49.
 El buen samaritano: Lucas 10:25-37.
 La oveja perdida: Mateo 18:12,13; Lucas 15:4-7.
 El hijo pródigo: Lucas 15:11-32.
 El buen pastor: Juan 10:1-29.

Ejemplos de la Biblia de oraciones respondidas
 Abraham pidió un hijo: Génesis 15:2-4.
 Moisés pidió agua: Éxodo 15:23-25.
 Ana pidió un hijo: 1 Samuel 1:11,17,20.
 Elías rogó por el hijo de la viuda:
1 Reyes 17:20-22.
 Jonás pidió ser liberado: Jonás 2:2-10.


VERSÍCULOS PARA QUE MEMORICEN
LOS NIÑOS PEQUEÑITOS
A medida que el niño se los vaya aprendiendo,
se pueden ir marcando las casillas.

Amor
 1 Corintios 13:8 El amor nunca se apaga.
 1 Juan 4:7 Amémonos unos a otros.

Salvación
 Hechos 16:31 Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.
 Efesios 2:8 Por gracia somos salvados mediante la fe.
 Apocalipsis 3:20 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él.

Fe
 Romanos 10:17 La fe viene de oír la Palabra de Dios.
 Marcos 9:23 Para el que cree, todo es posible.

Promesas de Dios
 Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
 Filipenses 4:19 Dios suplirá todo lo que te falta.
 Hebreos 13:5 No te desampararé, ni te dejaré.

Oración
 Mateo 7:7 Pide, y se te dará; busca, y encontrarás.
 Juan 14:14 Lo que pidas en Mi nombre, Yo lo haré.
 1 Tesalonicenses 5:17 Ora sin cesar.
 1 Tesalonicenses 5:18 Da gracias a Dios en toda situación.

La Palabra de Dios
 Juan 17:17 La Palabra de Dios es verdad.

Vida cristiana
 Lucas 6:38 Da, y se te dará.
 Filipenses 4:4 Alégrate siempre en el Señor.
 Hechos 20:35 Más bienaventurado es dar que recibir.

Dios/Jesús
 1 Juan 4:8 Dios es amor.
 Juan 8:12 Yo soy la luz del mundo.
 Juan 10:14 Yo soy el buen pastor; conozco a Mis ovejas, y ellas me conocen.
 Juan 14:6 Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.
 Juan 15:5 Sin Mí no puedes hacer nada.
 Juan 4:24 Dios es Espíritu.
 Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Obediencia
 Juan 13:17 Si sabes lo que debes hacer, serás feliz si lo haces.
 Efesios 6:1 Hijo, obedece a tus padres por amor al Señor, porque eso es justo.
 Juan 14:15 Si me amas, obedecerás Mis mandamientos.

Espíritu Santo
 Hechos 1:8 Cuando venga el Espíritu Santo sobre ti, recibirás poder y serás Mi testigo.

Dar testimonio
 Proverbios 11:30 El que gana almas es sabio.
 Marcos 16:15 Ve por todo el mundo y anuncia el Evangelio a toda criatura.

Curación
 Santiago 5:15 La oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará.
 Hechos 9:34 Jesucristo te sana.

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Crecer con cuentos: Colección de cuentos salpicados de coloridos y llamativos dibujos, para niños de 2 a 10 años. Presentan sanas enseñanzas de forma entretenida.
Jesús y yo: Un libro de breves y atractivos mensajes de parte de Jesús, para darlo a conocer a los chiquillos y llevarlos a descubrir Su amor y el interés que tiene por cada uno de nosotros.
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Apacienta Mis corderos: Seis libritos con 90 versículos de la Biblia simplificados e ilustrados, para que los niños se los aprendan de memoria.
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LOS AUTORES
Derek y Michelle Brookes son escritores y pedagogos de amplia trayectoria. Tienen 28 años de casados y llevan ese mismo tiempo trabajando juntos en el ámbito profesional. Luego de varios años de ejercer la docencia, en las dos últimas décadas se han desempeñado como asesores y educadores cristianos. Su mayor ambición ha sido proporcionar a niños de todas las latitudes una educación de primerísima calidad. Esa vocación los ha llevado a recorrer casi todos los continentes ofreciendo asistencia práctica y estímulos a quienes tienen en sus manos el sano desarrollo de los niños.


Arcilla viva
Tomé arcilla en mis manos
y le di forma al azar.
Mis esfuerzos no fueron vanos:
se sometió a mi voluntad.

Volví al cabo de unos días.
La misma forma conservaba,
y cambiarla ya no podía
por mucho que presionara.

Tomé también arcilla viva
y con destreza y amor
fui modelando día a día
un tierno y dócil corazón.

Pasaron unos años más,
y se hizo hombre el niño aquel.
Mas nunca se podrá cambiar
la impronta que en él dejé.
Anónimo



El pequeño imitador
Hay ojitos que se fijan,
de día y de noche en ti
y oídos siempre pendientes
de lo que puedas decir.
Hay dos manitas que quieren
copiarte con prontitud.
Hay un niñito que sueña
con hacerse como tú.

El chiquillo te idolatra.
Para él, nadie sabe más.
Sobre ti, nunca sospechas
se le ocurre albergar.
Cree en ti devotamente.
Siempre observa tu actitud.
Lo hará todo a tu manera
cuando se haga como tú.

En su cabecita piensa
que en todo tienes razón.
Está atento a tus palabras,
te mira con atención.
Le das ejemplo a diario
de algún vicio o virtud
a ese muchacho que espera
ser de mayor como tú.
- Leslie Hale

«Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros»1.


Un poco de humor
Es fácil conseguir que un niño nos haga un mandado. Solo hay que pedírselo a la hora de acostarse.



Mi esposa tiene particular debilidad por la pintura. Es capaz de quedarse sin habla al ver un cuadro de gran belleza. Sin embargo, no había llegado a desmayarse ante ninguno ¡hasta que vio la obra de Juanito en las paredes de nuestra sala!


Oración de un padre
¿Cómo indicaré yo el camino
día tras día a mis hijitos
si a menudo me descarrío?

Les transmito conocimientos,
mas sé bien que el proceso es lento
y muy parco mi entendimiento.

Quiero que sean decididos;
pero ¿cómo?, porque yo mismo
peco bastante de indeciso.

Les enseño a tener ternura,
a amar a toda criatura,
mas no tengo mucha dulzura.

Esta será, pues, mi oración:
Que vean a su instructor
sacando fuerzas del Señor.
Leslie Pinckney Hill


La Biblia
La primera vez que a un niño
le regalan una biblia
se le iluminan los ojos
y se llena de alegría.

Mas observando a mi hijito
me asalta el pensamiento:
«Su devoción a la Biblia,
¿dependerá de mi ejemplo?»

Veo cómo le gusta
y hago una oración:
«Que la siga disfrutando
siempre tanto como hoy».

Oigo luego en mi interior
estas palabras solemnes:
«El que la valore o no
sin duda de ti depende».

Ahora aprecio más la Biblia
tras haber sido testigo
de la tremenda alegría
que le ha aportado a mi hijo.

Me esforzaré por leerla
con fruición todos los días,
pues la afición que él le tome
será un reflejo de la mía.


Todos estos versículos aparecen en Apacienta Mis corderos, una colección de versículos simplificados para niños.

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