viernes, 30 de octubre de 2009

¡El gran tumulto de Efeso!


¡Un acontecimiento real y emocionante tomado del capítulo 19 de Hechos!
Después de su juicio ante el gobernador Galión, en la ciudad de Corinto, Pablo recorrió muchas tierras en sus viajes misioneros. Varios meses después, se dirigía por la carretera imperial romana hacia el interior de Turquía, junto a otros hermanos cristianos. Finalmente llegaron a la ciudad de Efeso, sobre la costa occidental de Turquía, que era en aquel entonces la provincia romana de Asia. Efeso tenía una población de 225.000 habitantes y era el principal centro comercial y religioso de Asia. De hecho, era el centro mundial del culto a Diana, la diosa pagana de los romanos. El templo de Diana estaba construido en mármol muy fino, y con sus 127 columnas griegas, cada una de 18 metros de altura, constituía uno de los edificios más espléndidos construidos por los griegos. ¡Era considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo! Gran parte de la actividad comercial de Efeso giraba en torno al culto de Diana, ya que los fieles, los peregrinos y los viajeros curiosos venían desde los confines del mundo romano para ver el famoso templo y llevarse algún talismán o recuerdo. De modo que había un próspero gremio de plateros que obtenía buenas ganancias fabricando y vendiendo ídolos y pequeñas estatuillas de plata de la diosa Diana. En Efeso había también una población bastante numerosa de judíos, y muchos de ellos, a pesar de profesar la fe en Dios, pertenecían al próspero gremio de los plateros. Durante sus primeros tres meses de estadía en Efeso, Pablo acudía siempre a la sinagoga en el día de reposo para tratar de convencer a los judíos de que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Pero muchos sencillamente se negaban a creerlo, e incluso comenzaron a hablar en contra de Jesús ante toda la asamblea. Así que Pablo simplemente los dejó y se llevó a sus conversos nuevos consigo. Pero ninguno de ellos tenía una casa que fuera lo bastante grande para congregarlos a todos. En el centro de Efeso había una enorme plaza llamada «Agora", y un día, mientras Pablo predicaba a una multitud junto al gran reloj de sol que se encontraba en medio de la plaza, un distinguido caballero de la nobleza romana se detuvo a escuchar. Cuando se hubo retirado la multitud, se acercó a Pablo y le dijo: «Sus palabras me resultan sumamente interesantes, y es usted un orador muy convincente. Pero, dígame, ¿por qué predica usted en la plaza pública?" Pablo sonrió y luego de secarse la frente, dijo: «No tengo otro lugar donde predicar". «En ese caso, tal vez pueda ayudarlo,» dijo el caballero. «Me llamo Tiranno y tengo una escuela aquí en Efeso, a la que viene a estudiar la gente más brillante de toda la provincia de Asia. Si necesita usted un lugar donde enseñar, me complacería mucho que lo hiciera a diario en mi escuela." ¡Qué magnífica oportunidad! Pablo y Tiranno se hicieron muy amigos, y al poco tiempo un pequeño grupo de creyentes se reunía a diario en la casa de estudios más famosa de toda la provincia de Asia, a la que venían a estudiar o dictar conferencias filósofos, poetas, legisladores e hijos de los ricos dirigentes romanos. Muchos asistían por curiosidad, para escuchar lo que decía aquel nuevo maestro judío, y al transcurrir las semanas y los meses, ¡muchos prominentes funcionarios de la ciudad se convirtieron a la fe cristiana! ¡Así, comenzaron a venir estudiantes, funcionarios romanos, miembros de la clase dirigente y ciudadanos comunes, no sólo de Efeso, sino de ciudades lejanas, con el propósito de escuchar a Pablo! ¡Y miles recibían al Señor con alegría y le consagraban su vida! ¡Hasta los dirigentes más escépticos de la ciudad contemplaban maravillados los prodigiosos milagros de curación que obraba Pablo! Uno de aquellos escépticos era un tal Silvano, alcalde de Efeso. Sin embargo, a pesar de que él considerara el cristianismo como una religión extraña, sabía que el nombre de Jesucristo tenía gran poder, y tenía a Pablo en alta estima. ¡Toda la ciudad de Efeso, incluidos los no creyentes, tenían gran respeto por el nombre de Jesús! ¡Pablo continuaba convirtiendo milagrosamente a muchas de las peores personas de la ciudad! ¡Hombres que practicaban la brujería y la magia negra confesaban sus pecados, y una noche, en una conmovedora muestra de arrepentimiento, quemaron cientos de sus extraños libros de ciencias ocultas en una gran hoguera en la plaza pública! Aquello produjo una profunda impresión en Silvano. ¡Al cabo de dos años, la Palabra del Señor había alcanzado tal difusión e influencia, que todos los habitantes de la provincia de Asia, tanto judíos como griegos y romanos, habían escuchado el evangelio de la Salvación! Hasta aquel momento, la floreciente venta de templetes e ídolos había mantenido muy ocupados a numerosos artesanos. Pero a medida que más y más efesios se convertían al cristianismo, los plateros comenzaron a notar una marcada merma en sus ventas. El dirigente de los plateros era un hombre llamado Demetrio, que comenzó a ver la influencia de las enseñanzas de Pablo cada vez con más envidia y preocupación. Por fin, reunió en su negocio a todos los artesanos del gremio, junto con los trabajadores afines al mismo, y les dijo: «¡Señores, todos saben que nuestro trabajo nos produce buenas ganancias! Pero como han podido comprobar, este Pablo ha descarriado a gran cantidad de personas aquí en Efeso, y prácticamente en toda la provincia de Asia, persuadiéndolos a cambiar de religión!" Señalando los estantes de su negocio, repletos de idolillos y templetes de intrincadas formas, dijo airado: «¡Predica públicamente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos! Si persiste en hacerlo, nuestro gremio corre peligro de perder su reputación! «¡Por supuesto, no hablo únicamente de nuestras pérdidas monetarias, sino también de que el magnifíco templo de nuestra gran diosa Diana perderá su renombre! ¡Y la diosa misma, que es venerada en todo el mundo romano, será olvidada! Al oír los artesanos su arenga, se llenaron de ira y furor religioso, y comenzaron a gritar al unísono: «¡Grande es Diana de los efesios!" ¡La confusión ganó rápidamente la calle, y en muy poco tiempo se había levantado un gran tumulto en toda la ciudad! ¡La turba avanzó por las anchas calles pavimentadas de mármol hasta llegar a la casa donde se hallaban alojados Pablo y sus amigos! ¡Al irrumpir en la casa, descubrieron que Pablo no se encontraba allí, y que los únicos presentes eran dos de sus amigos cristianos, Gayo y Aristarco, de Grecia! ¡Arrebatándoles, la turba enardecida los llevó a la rastra hasta el anfiteatro romano en la parte noreste de la ciudad! ¡Para entonces, todos los funcionarios y dirigentes del gobierno de Efeso se habían enterado de que en la ciudad se había producido un tumulto por causa de Pablo y que la turba había apresado a dos de sus amigos! Pablo se encontraba dando clase a un pequeño grupo de fieles en la casa de un acaudalado comerciante llamado Onesíforo, cuando se enteró de los acontecimientos. A lo lejos se oía el clamor de la turba enardecida! ¡De inmediato, Pablo decidió hacerse presente en el anfiteatro y tratar de hablarles, pero Onesíforo y los demás hermanos se lo impedieron, porque sabían que era muy probable que le costara la vida! ¡Mientras aún trataban de persuadir a Pablo de que abandonara su peligroso plan, entró repentinamente un mensajero, casi sin aliento, y le entregó una nota! «¡Es de mis amigos!", dijo Pablo. «¡Una docena de altos funcionarios de Asia, entre ellos Fortunato, el comandante de la guarnición romana de Efeso, me piden encarecidamente que no intente ir al anfiteatro!» ¡Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, la asamblea en el anfiteatro estaba sumida en total confusión y desorden! Unos gritaban una cosa, otros gritaban otra y la mayoría ni sabía para qué se habían reunido. ¡Entonces se desató el caos! ¡Un calderero judío de nombre Alejandro, que había sido creyente, pero se había vuelto en contra de Pablo y había abandonado la fe en Jesús, se había unido a la ofensiva de Demetrio y los plateros! Los dirigentes judíos persuadieron a Alejandro para que se presentara ante el foro y acusara a Pablo públicamente. Alejandro avanzó hasta ponerse al frente de la multitud, pero mientras hacía señas para que hiciera silencio, algunos de la turba reconocieron que era judío y pensaron que iba a hablar en contra de Diana. ¡La turba enloqueció entonces, llena de fanatismo religioso, y gritaba desaforadamente: «¡Grande es Diana de los efesios! ¡Grande es Diana de los efesios!» ¡Durante dos horas el rugido ensordecedor de casi 25.000 voces hizo temblar la ciudad! En el palacio del alcalde de la ciudad, el general Fortunato caminaba nerviosamente de un lado a otro. Finalmente, señalando amenazadoramente al alcalde, le dijo: «¡Más vale que vaya usted allí y detenga a esa turba antes de que maten a los amigos de Pablo, o enviaré mis tropas! ¡Y usted será el responsable si alguien sale herido! ¡Además, voy a exigirle un informe oficial acerca de este tumulto!» Silvano se estremeció y dijo: «General, usted sabe que apoyo a los cristianos, y pienso que Pablo ha realizado una buena obra en nuestra ciudad, pero no puedo..." «Muy bien, caballeros...» respondió Fortunato, mientras se dirigía hacia la puerta. «¡No, no, espere!", exclamó Silvano. «¡Iré yo!» Y se marchó. Transcurrieron largos minutos antes de que la turba cayera en cuenta de que era el alcalde quien se hallaba frente a ellos gesticulando frenéticamente. Ya estaban afónicos y exhaustos de tanto vociferar y finalmente, agotados, hicieron silencio. Silvano dijo entonces: «¡Ciudadanos de Efeso, el mundo entero sabe que esta ciudad es custodia del templo de la gran diosa Diana y de su imagen, el meteorito que cayó del cielo! ¡Ahora bien, ya que estos hechos son innegables, debemos calmarnos y no actuar precipitadamente!" Señalando a Gayo y Aristarco, que se hallaban atados con cuerdas, dijo «¡Vean! ¡Han traído aquí a estos dos hombres que no han cometido delito alguno, y ustedes lo saben! ¡No han despojado nuestro gran templo ni han blasfemado a nuestra diosa! Lo único que han hecho es hablar de su fe en Jesús." Adoptando un tono más severo, continuó: «Si Demetrio y sus compañeros artesanos tienen motivos de queja contra alguien y desean presentar querella, el tribunal se halla en sesión y los jueces escucharán su caso. ¡Si tienen acusaciones que hacer, entonces deben hacerlas por vía legal, en una asamblea legítima! ¡En el tribunal! «Tal como están las cosas, y debido a los acontecimientos del día de hoy, corremos peligro de ser acusados de amotinamiento. Si las autoridades romanas me piden explicaciones por este tumulto, no podré justificarlo, ya que no tenemos un motivo válido para él." Después que hubo terminado de hablar, despidió a la asamblea y todos se fueron a sus casas. ¡Pablo y sus amigos quedaron a salvo y la comunidad cristiana de Efeso siguió prosperando!
REFLEXION: (1) ¡Nadie, ni siquiera los escépticos e incrédulos, podía negar que Pablo había hecho una labor magnífica ayudando a la gente y transformando prodigiosamente sus vidas! ¿Quiénes eran entonces sus enemigos? Los envidiosos, los codiciosos y los materialistas que corrían el riesgo de perder sus clientes y su lucrativo negocio debido a la «competencia» de Pablo. (2) ¡La Biblia nos dice que uno de los principales factores desencadenantes de la persecución en Efeso contra Pablo y los cristianos, fue el hecho de que un judío llamado Alejandro se había vuelto atrás abandonando totalmente la fe, y había estado hablando mal de Pablo y de la fe que había profesado antes! Alejandro quiso vengarse de Pablo agitando a la ciudad en su contra, porque éste lo había excomulgado de la iglesia por su actitud rebelde. (1 Timoteo 1:19,20; Hechos 19:33) (3) Varios años después, cuando Pablo estaba preso en Roma, aquel mismo traidor malvado viajó desde Efeso hasta Roma para acusar a Pablo delante del César. Pablo dijo: «Alejandro el calderero me ha causado muchos males", y le advirtió a Timoteo, que era el líder espiritual de Efeso en aquel entonces, que tuviera cuidado con él también allí. (2 Timoteo 4:14,15) (4) Muchos grupos cristianos han tenido este mismo problema, de que algún «Judas» resentido se vuelva atrás y comience a difundir mentiras para tratar de manchar su buen nombre y volver en contra de ellos a todos sus amigos y a los funcionarios que les son favorables. El caso es que muchas personas les creen porque piensan: «¡Al fin y al cabo, antes formaban parte del grupo!" (5) Lo triste del caso es que Alejandro el calderero finalmente logró que la mayor parte de Asia se volviera en contra de Pablo, incluidos dos de sus mejores amigos: Figelo y Hermógenes. (2 Timoteo 1:15) ¡Pero en medio de todo eso hay un rayo de esperanza! ¡Muchos de los amigos de Pablo permanecieron lealmente a su lado a pesar de las continuas campañas de difamación, e incluso años después, cuando estaba en prisión en Roma, continuaron apoyándolo y ayudándolo! ¡Uno de ellos fue Onesíforo, el noble romano! (1 Timoteo 1:16-18) (6) ¿Cuál habría sido tu posición pública de haber estado aquel día en el anfiteatro? (7) ¿Habrías permanecido leal como Onesíforo, aun cuando el resto de la gente había sido persuadida por las mentiras de Alejandro y había abandonado a Pablo?
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Oración: ¡Señor Jesús, por favor, ayúdame a hablar con determinación en defensa de mis amigos cristianos que dan la cara por la Verdad de Tu Palabra! En el Nombre de Jesús. Amén.

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