viernes, 30 de octubre de 2009

El destino de los murmuradores


(Esta historia se encuentra en éxodo 16:31—36; Números 11:1-10,18-24 31-35; Salmos 78:20-32, 105:40)
¡Toda la nación israelita, compuesta por más de tres millones de hombres, mujeres y niños, además de sus enormes rebaños de ovejas y cabras, y su "numeroso ganado", se puso en marcha! Luego de haber cruzado milagrosamente el Mar Rojo se encaminaron hacia el sur de la península del Sinaí. Al cabo de un mes, llegaron al oasis de Elim, en el desolado desierto de Sin, a poca distancia del monte Sinaí. Tras haber levantado sus tiendas bajo la sombra acogedora de las palmeras, diferentes grupos de personas se reunieron en todo el campamento para discutir la situación, que parecía ser grave. Se habían agotado los alimentos que llevaban consigo desde Egipto y se encontraban en medio del árido desierto de Sin. ¡Era una verdadera prueba de fe para ellos, y la mayoría demostró que tenía poca fe o ninguna! En uno de los extremos del campamento un grupo de hombres y mujeres se había reunido en torno a la tienda de Nabal Mur— Mura que se quejaba abiertamente: —¡Jamás en mi vida me había encontrado ante semejante desolación y aridez! ¡No se ve ni una brizna de hierba! —¡Pero Dios proveerá! —le replicó Caleb, uno de los príncipes de Judá—. ¡El nos prometió guiarnos hasta la Tierra Prometida, y así lo hará! Y además, miren qué oasis tan hermoso, tiene 12 fuentes de las que brota el agua y ... —¡Bah! ¿De qué nos servirá? —se burló Nabal—. ¡Se nos han agotado los alimentos y moriremos de hambre! La multitud enardecida se había puesto del lado de Nabal, pero Caleb exclamó en voz alta: —¡Nuestro Dios es un Dios de milagros! ¡Recuerden que apenas un mes atrás nos libró milagrosamente de las crueles garras de la esclavitud en Egipto! ¡Destruyó también los ejércitos del Faraón en el Mar Rojo! Estoy seguro de que... ¡Pero la gente no se hallaba dispuesta a escucharle ni a mostrar la menor fe! Muy pronto, numerosos grupos de personas provenientes de todos los rincones del campamento se habían congregado frente a la tienda de Moisés, quejándose abiertamente de Moisés y de Aarón. Abriéndose paso entre la multitud, Nabal le gritó a Moisés: —¿Para qué nos has sacado al desierto? ¿Para matarnos de hambre a todos? ¡Si habíamos de morir, mejor nos habría sido hacerlo en Egipto, frente a las ollas de carne, comiendo hasta saciarnos! Pero, ¿qué vamos a comer ahora, Moisés? ¡El Señor había escuchado las quejas y murmuraciones de la gente y estaba enojado ante su falta de fe! ¡Les había dicho que los guiaría hasta la Tierra Prometida, pero ellos no confiaban en Sus promesas! No confiaban en que él los abastecería del alimento necesario y manifestaban deseos de regresar a la "seguridad" de Egipto, ¡aun a costa de convertirse nuevamente en esclavos y morir allí! Sin embargo, el Señor comprendía que en ese desierto desolado las perspectivas no se veían muy alentadoras, y en Su misericordia, decidió esta vez pasar por alto sus dudas y murmuraciones, y le dijo a Moisés: —¡Esta misma tarde comerán carne, y por la mañana se saciarán de pan. ¡Yo les haré llover pan del Cielo! Entonces, Moisés y Aarón dijeron a los israelitas: —En la tarde sabrán que el Señor los ha sacado de la tierra de Egipto. ¡No fue idea mía ni de Aarón! ¡Porque el Señor ha oído las murmuraciones que han lanzado contra El, y les enviará pan y carne! Por cierto, es contra el Señor que se quejan, porque, ¿qué somos Aarón y yo? Y así fue. ¡Esa tarde un fuerte ventarrón arrastró tal cantidad de codornices sobre ellos, que el campamento quedó cubierto de esas aves! ¡Los millones de hijos de Israel tenían por fin carne para varios días! ¡Pero un milagro aún mayor habría de producirse esa noche! Mientras se hallaban dormidos, en la fría noche del desierto, una espesa niebla se posó sobre el campamento, y al condensarse, el rocío cubrió la tierra. ¡En la mañana, el rocío que cubría el campamento comenzó a evaporarse y las rocas y arena del desierto aparecieron misteriosamente blancas, como si estuvieran cubiertas de una escarcha fina y menuda! Cuando los israelitas vieron esto, se dijeron unos a otros: —¿Maná? ¿Maná? —que significa: "¿Qué es esto?" Moisés les respondió: —¡Es el pan que el Señor les da para comer! ¡Recójanlo antes de que el sol lo derrita! Cada familia recoja lo que pueda comer, de manera que cada persona tenga tres kilos al día. Pueden cocerlo o hervirlo, como les plazca. La gente recogió entonces en recipientes las hojuelas redondas y finas de maná, hasta tener suficiente. Luego lo llevaron a sus tiendas para cocerlo. Algunos lo molieron con grandes piedras y otros elaboraron harina en los morteros. Luego lo cocieron en ollas e hicieron panes delgados. Nabal le decía jubiloso a su esposa: —¡Es la comida más deliciosa que he comido en mi vida! ¡Se parece a una galleta de miel, pero es aún mejor! —¡Sí! —respondió ella—, parece que hubiera sido cocido con aceite vegetal nuevo y elaborado con aquella semilla aromática de gusto fuerte, la semilla de cu lantro, que solo la gente rica de Egipto podía comprar! En eso, apareció Caleb comiendo una galleta de maná y les dijo: —¿No les dije que el Señor proveería? ¡No solo nos guiará a la Tierra Prometida como lo prometió, sino que durante toda la travesía comeremos los panes y tortas más finos del mundo! ¡Pan del Cielo, manjar de ángeles! Durante el año que siguió, la gente no volvió a quejarse por la comida, ya que el maná era delicioso y sumamente nutritivo; además, sabían que contaban con ese maná debido a la milagrosa provisión del Señor. ¡Pero cuando llegaron a Kibrot—hataava, comenzaron nuevamente las quejas! Todo empezó entre los extranjeros, los egipcios que habían escapado de Egipto junto con los hebreos. ¡Ellos estaban acostumbrados a comer mucha carne, y comenzaron a quejarse de que les faltaba! ¡En poco tiempo, la ola de murmuraciones se extendió por el campamento y todo el mundo comenzó a quejarse de que no había suficiente carne! ¡Y muy pronto terminaron quejándose por todos los alimentos que no tenían! Nabal inmediatamente se adhirió a la protesta general pero Caleb le dijo: —Nabal, ¿no te das cuenta? ¡Te estás dejando llevar por la codicia! ¡De vez en cuando sí comemos carne! Poseemos rebaños y ganado, tenemos carne de vacuno y cordero.. —Sí, ¡pero tenemos que sacrificar el ganado con moderación! —objetó Nabal—. ¡No comemos suficiente carne para mi gusto! ¿Acaso no puede Dios tendernos una mesa bien provista en el desierto? Ya nos ha dado pan, ¿no puede darle carne también a Su pueblo? ¡Lo dudo! Pero aun si pudiera, ¿qué tal si nos envía algunas de esas deliciosas codornices que nos dio en Elim? La ola de quejas y protestas creció de tal modo que finalmente toda la gente del campamento se congregó frente a sus tiendas a quejarse y lamentarse: —¡Ojalá tuviéramos carne para la cena! —protestaban—. ¡Qué rico era el pescado que comíamos en Egipto, los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos! Comenzaron a quejarse incluso del maná celestial que recibían. —Y ahora nuestra alma se seca; ¡pues nada sino este... este horrible maná ven nuestros ojos! ¡Ojalá estuviéramos de vuelta en Egipto! Esta vez el Señor se enfureció de verdad y ordenó a Moisés: —Al pueblo le dirás: Han llorado en los oídos del Señor diciendo, ¿puede darnos Dios carne para comer? ¡Por lo tanto, Yo les daré carne! ¡Mañana tendrán carne para comer! ¡Lo suficiente para un mes entero! ¡Comerán codornices hasta que les salga por las narices y las aborrezcan! Porque han menospreciado Mi voluntad al lamentarse, diciendo: ¿por qué salimos de Egipto? Esa noche el Señor agitó los vientos del oriente y un fuerte ventarrón sopló sobre el campamento israelita. ¡Entonces se produjo el milagro! ¡Millones y millones de codornices que sobrevolaban el golfo de Acaba fueron arrastradas por el viento directamente hacia el campamento israelita! Como dice en el Salmo 78:27-28: "¡Hizo llover sobre ellos carne como polvo, como arena del mar, aves que vuelan!" ¡Todo el terreno del campamento quedó cubierto de codornices en un área de varios kilómetros! ¡Ese día, durante la noche y todo el día siguiente, la gente se dedicó a reunirlas! ¡Había millones de ellas y hasta los que acapararon menos, reunieron por lo menos 10 montones cada uno! ¡Aquella noche, decenas de miles de hogueras, donde se cocinaba la carne, ardían en todo el campamento en medio de un ambiente de fiesta! ¡Las codornices tendrían que haberles alcanzado para un mes, pero muchas personas enloquecidas con la gula devoraron ave tras ave, atiborrándose de carne hasta empacharse mortalmente! ¡Esa noche, Nabal se divirtió de lo lindo, relamiéndose mientras embutía codornices! ¡Pero a la mañana siguiente, él y miles de otros amanecieron muertos! La Biblia dice: —¡Comieron y se saciaron hasta empacharse! ¡El Señor les dio lo que codiciaban, y luego hizo morir a los más robustos! Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot— hataava ("sepulcro de codiciosos") por cuanto allí sepultaron a aquellos codiciosos murmuradores.(Sal.78:29-31;Nú.11:33-34)
REFLEXIÓN (1) ¡Quejarse y murmurar son problemas muy comunes entre la raza humana y es muy fácil caer en ello, lo cual no quiere decir que sea correcto, ni lo justifica! ¡A los ojos de Dios la murmuración es absolutamente inadmisible! ¡El no tolera al murmurador y aborrece los lamentos, las quejas, las protestas y las murmuraciones casi más que cualquier otro pecado! (2) Los Hijos de Israel pasaron dificultades, pero ese no era el verdadero motivo de sus quejas. ¡Murmuraban debido a su incredulidad! ¡No confiaban en que Dios pudiera librarlos de sus dificultades! (Ver Salmos 78:19—22,32) ¡La murmuración es manifestación de duda, la alabanza, en cambio, es la expresión de la fe, y a pesar de que uno se encuentre en una situación sumamente difícil, si tiene fe y confía en que Dios lo sacará del trance, no mumurará! (3) Es muy fácil criticar a los israelitas por murmurar en el desierto de Sin debido los alimentos, pero recordemos que a menudo nosotros caemos ante pruebas mucho más sencillas y de menor importancia y acabamos por quejarnos, por eso no tenemos derecho a criticar! ¡Lo único que debemos hacer es temer a Dios y aprender de los errores que ellos hicieron! (Ro. 11:20—22) (4) Algunas de las preocupaciones de la gente eran legítimas, como preguntarse qué comerían. ¡Ni siquiera puede decirse que desear más carne estaba mal, porque el Señor era muy capaz de dársela! Pero lo importante del asunto es: ¡Aun cuando tengamos una legítima necesidad, o supongamos que la tenemos, eso no justifica ponerse a rezongar para tratar de conseguirla o murmurar porque el Señor decide no concedernos lo que le pedimos! Como dice en Filipenses 2:14, "Haced todo sin murmuraciones ni contiendas." Mucho depende de la razón de nuestros deseos, como también del espíritu con que se piden. Una cosa es pedir algo con humildad, mansedumbre y fe; ¡pero es algo totalmente distinto pedir con una actitud exigente y rezongona, o andar de un lado a otro quejándose ante los demás del "mal trato que se recibe"! (5) ¡A veces, sencillamente no es posible tener todo lo que uno quiere, y debemos aprender a contentarnos en cualquier situación! (Filipenses 4:11) ¡A estar contentos no solo cuando sabemos que todas nuestras necesidades han sido atendidas abundantemente, sino también a seguir sirviendo a Jesús alegremente a pesar de las dificultades o necesidades, alabando a Dios por todo lo que sí tenemos! En 1Tesalonicenses 5:18 dice: "Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús." ¡Mientras tengamos presente al Señor y las Escrituras y una canción o alabanza en los labios, nos será imposible quejarnos y murmurar de lo mal que nos sentimos! ¡A veces es necesario que suframos pequeñas inconveniencias para estar agradecidos de que no sucedan todo el tiempo! Uno no se sale siempre con la suya ni consigue hacer todo lo que quiere, ni tiene todo lo que le gustaría, porque si no no lo apreciaría. (6) ¡El maná enviado por el Señor era delicioso y muy nutritivo, y en realidad no necesitaban carne, pero de todas maneras lo exigieron y el Señor les mandó codornices, que engulleron hasta enfermarse! "¡Les dio lo que pidieron; mas envió mortandad sobre ellos!" (Salmos 106:15) Si a veces insistimos en algo, si lo exigimos, diciendo: "¡Dios mío, me es imprescindible, dame lo que te pido!", El nos dará lo que pidamos para hacernos escarmentar y hacernos ver que no era conveniente para nosotros. Aunque terminemos consiguiendo lo que codiciábamos, al final nos quedará una sensación de vacío en el corazón, porque es pecado poner otras cosas delante del Señor y Su voluntad! ¡Cuando uno desea ardientemente algo, por encima del Señor y Su voluntad, pierde su relación íntima con Dios! style='font—size:12.0pt'(V. Santiago 4:3; Salmos 37:4,106:15) (7) "Pan de ángeles les dio el Señor" (Salmos 78:25), ¡y sin embargo, se mostraron desagradecidos y se quejaron! Cuando la gente se queja, murmura y rezonga por lo que no tiene, en vez de apreciar las bendiciones que recibe, Dios pierde las ganas de darle otra cosa. ¡Es más, a menudo retira nuestras bendiciones si no las apreciamos! ¡Y entonces las apreciamos, cuando ya no las tenemos! (8) ¡A pesar de lo que Dios haga por algunos, nunca estarán satisfechos o contentos! ¡Hay quienes siempre encuentran motivos para criticar y quejarse, pase lo que pase! ¡Lo único que alegra al murmurador crónico es tener una razón para quejarse! ¡Pero si le agradecemos a Dios cada una de las bendiciones que nos da, no tendremos tiempo para quejarnos y lamentarnos! (9) En Elim, la gente culpó a Moisés y a Aarón por sus problemas; pero como bien indicó Moisés, ¡en realidad a quien culpaban era a Dios! Mucha gente reconoce que no debe culpar a Dios, por eso culpa a sus supervisores o líderes. ¡Pero en la obra de Dios, los líderes son hombres y mujeres ungidos por Dios, y sería igual que los rezongones le echen la culpa a Dios porque es a El a quien en verdad están culpando! (10) Fue apenas un puñado de personas las que empezaron las quejas en Kibrot— hataava, ¡pero muy pronto millones de israelitas se quejaban con ellos! Es el resultado de expresar con palabras las dudas y temores del Enemigo y de transmitir sus mentiras a los demás. ¡El efecto que esto tiene es totalmente opuesto al de testificar la Verdad de la Palabra de Dios! Hace que los demás se desanimen, duden, se llenen de temores y descontento, y que finalmente acaben quejándose y murmurando igual que uno. Eso es lo que se consigue cuando comenzamos a comentar nuestras dudas a los demás y a darle rienda suelta a las mentiras del Diablo. ¡Así que no lo hagamos! "Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor." (1 Corintios 10:10) (11) El murmurador siempre comienza primero a murmurar en su corazón y por eso termina expresándolo con palabras. "Porque de la abundancia del corazón habla la boca." (Mateo 12:34) ¿Estás tú convirtiéndote en un conducto para las mentiras del Enemigo abrigando murmuración y resentimientos en el corazón?" ¡Cuidado! ¡Murmurar es una enfermedad contagiosa y diabólica; "un poco de levadura leuda toda la masa" (Gál.5:9), y puede envenenar toda la obra del Señor! ¡La murmuración es la voz del Enemigo, y el espíritu crítico siembra discordia y desunión entre los hermanos, una de las siete cosas que Dios abomina! (Proverbios 6:16— 19) ¡Es por eso que El la aborrece tanto! En Hebreos 12:15 se nos advierte: "Mirad bien, que brotando alguna raíz de amargura os estorbe, y por ella muchos sean contaminados." ¡Si uno no se despoja de esa pequeña raíz de amargura o murmuración cuando está empezando a crecer, muy pronto "brotará" del corazón y de la boca para estorbar y contaminar a muchos! ¡No hay que abrigar ningún resentimiento ni murmuración en el corazón! ¿Amén? (12) ¡Murmurar no depende de las circunstancias físicas; es una actitud mental y del corazón! ¡El corazón incrédulo murmura pase lo que pase, pero el corazón lleno de fe alaba al Señor contra viento y marea! ¡Que Dios nos ayude, pues, a ser discípulos alegres y no quejumbrosos! ¡No le cedas terreno al Diablo bajo ninguna circunstancia, y cúidate de andar lamentándote y difundiendo las dudas del Diablo!

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