lunes, 6 de diciembre de 2010

Aprender a rebotar


Esta mañana me sentía abatido y decepcionado. Mi esposa, consciente de lo que me pasaba, se puso a cantar alegremente:Ánimo, pues no hay motivo de preocupación.Todo temor absurdo es, toda vacilación.¿Por qué no habrías de cantar si nunca nos falla Dios? Y mañana te alegrarás de haber confiado(Canción tradicional escocesa).Lo malo es que si nos ponemos a hablar de la situación cuando estamos deprimidos, por lo general terminamos soltando quejas y dudas derrotistas. Eso fue lo que hice cuando contesté: «¡Ríndanse, pues no hay motivo de alegría!» Así me sentía, y por un momento hasta me pareció simpático: «¡Pooobre de mí!»Generalmente lo que pretendemos con eso es llamar la atención e inspirar lástima. Tenemos el orgullo herido, el amor propio por los suelos, y nos sentimos algo inseguros. Aparecen entonces el señor y la señora Duda, arrimamos unas sillas y los invitamos a conversar. Al poco tiempo les damos la razón: «Sí, así es. No soy perfecto, y pocos motivos tengo para estar contento. Mejor será que me dé por vencido».Eso nos pasa por fijar los ojos en nosotros mismos en vez de poner la mira en la bondad del Señor. Nos ponemos a pensar tanto en nosotros mismos y en nuestras faltas, debilidades y errores que nuestra realidad nos hunde. El Diablo es el archienemigo de la felicidad, y es capaz de decirnos muchas verdades atroces sobre nosotros mismos, eso sin mencionar las mentiras con que nos bombardea. Si nos ponemos a escucharlo, es el cuento de nunca acabar.Me recuerda algo que dijo el rey David: «Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl» (1 Samuel 27:1). ¿Cómo habría podido el rey David componer una canción con esa letra? Menudo canto lúgubre habría sido, interpretado en una triste tonalidad menor. «Algún día me matarán. Dios me ha defraudado. Más me vale darme por vencido». Habría sonado espantoso. Supongo que por eso no aparece ese lamento en ninguno de sus salmos. Aunque lo dijo, al menos tuvo la sensatez de no ponerle música. Por el contrario, en el libro de los Salmos David adopta una actitud positiva. Alaba al Señor a pesar de sus dificultades, convencido de que al final Él lo solucionará todo. Lo ha prometido, y Él siempre cumple Sus promesas.Cuando estamos abatidos, el Diablo hace que nos enojemos con las personas que quieren levantarnos el ánimo. Es que no podemos regodearnos tanto en nuestra desdicha cuando hay personas empeñadas en alegrarnos la vida. Nos da vergüenza que nuestro derrotismo se vea tan mal al lado de la actitud victoriosa que ellas tienen. Por tanto, buscamos faltas en quienes pretenden ayudarnos y en otras personas, en todo, hasta en Dios, para justificar nuestro descorazonamiento.Así las cosas, esta mañana, cuando mi mujer quiso levantarme la moral entonando esa cancioncita, me irrité y en son de broma me puse a cantarla al revés. Hasta ahí era un poco cómico, pues evidenciaba mi actitud desafiante. Pero cuando llegué al tercer verso y vi cómo quedaría la canción si la seguía cantando a la inversa, me asusté y preferí no seguir en esa veta. ¿Cómo iba a cantar: «¿Por qué no habrías de dudar si siempre nos falla Dios? Y mañana te pesará haber confiado»? Si de algo estoy seguro es que Dios nunca me ha fallado. Siempre me he alegrado de haber confiado en Él. Por muy deprimido que me sintiera, no podía cantar la canción al revés.Una de las cosas que me hicieron reaccionar fue el tomar conciencia del pésimo ejemplo que le estaba dando a mi mujer, que intentaba alentarme. Tenía que cambiar de actitud aunque no fuese más que por ella.Mi abuelo decía: «Si te vas a ir al infierno, por lo menos vete solo. No hagas que otros tropiecen y terminen en el infierno contigo». Claro que eso es imposible, pues si te vas al infierno seguro que arrastrarás a otros contigo. «Ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí» (Romanos 14:7). Nadie es una isla. Nuestra vida afecta inevitablemente a los demás. Cuando les levantamos el ánimo, los estamos poniendo a nuestra altura; cuando se lo bajamos, también.No hay medias tintas: nuestra actitud es positiva o negativa. No puede ser un poco de cada. En cuanto nos ponemos a escuchar al Diablo, estamos perdidos. El muy ladino no se detiene hasta habernos sumido en la más honda desesperación y dejarnos totalmente derrotados.Fijemos la mirada en el Cielo. Pongamos los ojos en la meta con una actitud victoriosa. Apliquémonos en hacer algo positivo. Digamos algo alegre y alentador, como hizo mi esposa conmigo esta mañana cuando se lanzó a cantar para recordarme que confiara en el Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario