miércoles, 24 de noviembre de 2010

Extinguir la ira



Ejercicio espiritual
Imagínate tres grandes volcanes. El primero está extinto. Donde una vez corrieron ríos de lava, hoy hay prados y bosques. Múltiples formas de fauna y flora viven en sus serenas laderas. El segundo es un volcán inactivo. Al igual que el primero está cubierto de exuberante vegetación y es el hogar de muchísimos animales. Sin embargo, dentro de él el magma no se ha enfriado ni solidificado. Aunque por fuera todo parece apacible, algún día volverá a entrar en erupción. Con gran furia arrojará rocas y cenizas y destruirá todo lo que crece y vive en sus inmediaciones.En el tercer volcán no hay vegetación ni fauna, pues está activo. Constantemente despide gases sulfurosos y lava hirviente que destruye todo a su paso.La ira es semejante a un volcán. La frustración bulle por dentro, y cuando se desata hace daño y provoca dolor. A veces la exteriorizamos cuando estamos contrariados o nos sentimos incomprendidos, como si fuéramos un volcán activo. De nuestra boca brotan palabras encendidas que hacen daño a las personas contra quienes las arrojamos.En otros casos reprimimos el enojo y vacilamos a la hora de comunicar sinceramente lo que nos molesta o irrita. Poco a poco la exasperación va in crescendo, como el magma sometido a una presión cada vez mayor en el seno de un volcán inactivo, hasta que un buen día damos rienda suelta a la ira y explotamos con palabras hirientes y actos desconsiderados.Un versículo de los Proverbios reza: «El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar» (Proverbios 18:19). Al final la cólera levanta barreras entre nosotros y los seres que nos aman, y terminamos por hacernos daño más que nada a nosotros mismos.Lo bueno es que es posible disipar la ira dejando que el Espíritu de Dios obre en nosotros, nos haga ver las cosas desde Su perspectiva y enfríe ese ardiente magma que es el espíritu de enojo.La próxima vez que estés a punto de perder la paciencia, opta por no reprimirte ni explotar. Respira hondo. Espera antes de expresar lo que te molesta. Ora. Pide a Dios que ponga paz en tu espíritu. A la larga es posible que tengas que hablar con la persona que te contrarió, pero aguarda hasta que te hayas serenado y puedas expresar tus sentimientos con cuidado. Si tratas a los demás como te gustaría que te trataran a ti (Mateo 7:12) serás mucho más feliz.

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