lunes, 12 de abril de 2010

Un mundo de Amor


Así es el Cielo
La Biblia describe muchas de las cosas que nos aguardan en el Cielo. Explica cómo es, cómo seremos nosotros y a qué nos dedicaremos. Además hay numerosos testimonios de personas que, estando clínicamente muertas, tuvieron vislumbres del Cielo. Otros han tenido visiones o sueños de seres queridos ya fallecidos, que en algunos casos les transmitieron mensajes detallados sobre su vida en el más allá. Una de las características más sobresalientes de la vida en el Cielo —y que sorprende a muchos— es que no difiere tanto de nuestra vida terrenal. Soy consciente de que esto tal vez no te parezca muy prometedor, tomando en cuenta los innumerables males que aquejan a este mundo, los pesares que quizá te haya tocado sufrir. Cuando digo que la vida allá es similar a la de la Tierra me refiero a que encontrarás muchas cosas que guardan estrecha relación con tu vida actual. Sin embargo, la gran diferencia es que el Cielo es un mundo perfecto, en el que podremos disfrutar de toda la belleza y los placeres propios de la vida terrena, pero sin la angustia, el dolor, la sensación de vacío, la soledad y el temor que muchas veces se apoderan de nosotros; un mundo libre del egoísmo, la codicia y la destrucción que vemos en nuestro entorno. Todo en el Cielo es amor, belleza, paz, bienestar, comprensión, alegría, voluntad de ayudar, generosidad, consideración e interés por los demás; y por sobre todo prima la sensación de estar completamente envuelto por el amor de Aquel que nos ama más que nadie: Dios. La Biblia enseña que Dios es amor (1 Juan 4:8). Por ende, Su casa —el Cielo— es una morada de amor, donde no hay dolor ni pesar, rechazo ni soledad; únicamente amor. Qué hermoso, ¿no crees? El Cielo guarda mucha semejanza con nuestro mundo material. Según la Biblia y otras fuentes nuestro aspecto será muy parecido al actual. Estaremos rodeados de nuestra familia y seres queridos. Disfrutaremos de su compañía y juntos viviremos felices por la eternidad. Si te parece que será un paraíso, eso precisamente es el Cielo. Muchas personas se han formado la idea errónea de que estaremos muertos de aburrimiento, sin otra cosa que hacer que sentarnos a tocar el arpa y entonar loores a Dios. No dudo que el que quiera podrá tocar el arpa, y desde luego alabaremos a Dios. Pero nuestra vida allá será mucho más estimulante y activa. Nos dedicaremos a labores trascendentes, que afecten para bien la vida de los demás. Emplearemos el tiempo en actividades que nos incentivarán y nos proporcionarán satisfacción y alegría. Los dos últimos capítulos del Apocalipsis describen el Cielo como una gigantesca ciudad de oro de unos 2.200 kilómetros de largo, de ancho y de alto (Apocalipsis 21:16). Es decir, ocupará una superficie equivalente a casi tres veces el área de México, un tercio de Suramérica o casi toda Europa Occidental. Es de suponer que si se divide en múltiples niveles, una ciudad de semejantes proporciones podrá albergar a miles de millones de personas, con espacio de sobra. La Biblia revela que las calles de esa ciudad son de oro, y que está cercada por un muro hecho de doce géneros de piedras preciosas. Viviremos en casas con nuestros seres queridos que hayan creído en Dios y aceptado Su amor. La vida en el Cielo es muy parecida a la que conocemos en la Tierra, solo que muchísimo mejor. Es un lugar cálido, vibrante de vida, donde disfrutarás de todos los placeres que siempre deseaste, donde todos tus sueños se harán realidad. Es como si uno tomara la vida terrenal, la depurara de todo lo malo y le añadiera una enorme cantidad de amor, alegría, paz, felicidad y satisfacción. A estas alturas te estarás preguntando cómo hacer para reservar una plaza en un paraíso tan sensacional una vez concluida tu estadía en la Tierra. Quizás hayas oído decir que solamente los que son muy buenos irán al Cielo y pienses que eso te excluye, porque sabes que has cometido errores y en ocasiones has obrado mal, has hecho daño y ofendido a otras personas. Pues bien, te tengo buenas noticias. Cualquiera puede conseguir una entrada gratuita al Cielo. Todos podemos encontrar en los acogedores brazos de Dios el gozo, la satisfacción y el amor inacabable que Él quiere que tengamos tanto en esta vida como en la venidera. Eso te incluye a ti. No importa quién seas, dónde te encuentres ni qué hayas hecho. Lo bueno o lo malo que seas queda completamente al margen, ya que nadie puede ganarse un lugar en el Cielo por sus propios méritos. Es un regalo de Dios (Romanos 3:23; Efesios 2:8,9). Al morir por nuestros pecados, Él nos pagó la entrada. Con solo aceptarlo como nuestro Salvador nos aseguramos un lugar en el Cielo. Eso nos exime de la preocupación de ganarnos el Paraíso a base de buenas obras. De todos modos nos resultaría imposible, pues somos humanos. Jesús tomó sobre Sí esa carga, de manera que lo único que tenemos que hacer es creer en Él y aceptar la salvación que Él nos quiere obsequiar. Su amor es muy superior a lo que alcanzamos a ver o a entender aquí en la Tierra. Es capaz de corregir cualquier error, de reparar cualquier daño, de llenar cualquier vacío, de aliviar cualquier dolor o angustia. Jesús quiere darte todo esto ahora y además un sitio en el Cielo cuando se cumplan tus días en la Tierra. Le encantaría que vivieras feliz allá para siempre, con Él y con tus seres queridos. Por eso dio la vida por ti. Y ahora te está haciendo un ofrecimiento. Vamos, acepta Su amor. Recíbelo hoy mismo.
Para disfrutar de Su amor y asegurarte un lugar en el Cielo, haz esta sencilla oración:
Jesús, sé que me amas, que viniste por amor y que moriste por mí para darme la oportunidad de vivir eternamente en el Cielo. Te pido que me concedas el don de Tu amor y que me ayudes a comunicárselo a los demás para que ellos también sean dichosos. Amén.
Dios te ama y espera ilusionado el día en que vayas al Cielo para vivir con Él por la eternidad. Y yo también. Nos vemos allá.

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