domingo, 6 de diciembre de 2009

Te toca a ti amarlos


Tienes padres, abuelos u otros seres queridos que sufren de algunos de los típicos achaques de la vejez? A continuación te damos cinco consejos para devolverles el cariño y el apoyo que en otros tiempos te entregaron ellos:
1. Empatiza con ellos. Ponte en su pellejo. Quizá piensas que llevas una vida difícil, pero si procuras imaginarte las dificultades que se experimentan a esa edad te harás una idea más cabal de lo que sufren algunas personas mayores. Muchos ancianos ya no tienen la capacidad física para hacer ciertas cosas a las que estaban acostumbrados. Eso puede ser desalentador y generarles sentimientos de impotencia. Algunos han perdido la vista o el oído o ni siquiera pueden comer o caminar por su cuenta. Les da vergüenza. Se sienten humillados y privados de su dignidad. Otros sufren dolores o malestares constantes. Dado que su sistema inmunológico está debilitado, hasta las dolencias menores pueden acarrear complicaciones serias. Sus huesos son más frágiles y sus órganos más delicados; de ahí que cuando se fracturan o sufren algún daño, el proceso de curación se dilata. En determinadas circunstancias puede que se inquieten por lo que sucederá si su estado empeora y no tienen a nadie que los cuide. O tal vez se angustien de pensar que son una carga para los demás. La compasión y la misericordia contribuyen mucho a aliviar esas penas y disipar esas aprensiones.
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Saber que alguien nos quiere nos renueva las esperanzas, nos infunde fe, y da un cariz más alegre a todo. David Brandt Berg
* * * * * * * * *2. Valóralos. Puede que algunas personas mayores no sean tan fuertes o despiertas como lo eran tiempo atrás. Eso, sin embargo, no significa que hayan mermado sus valores intangibles —al fin y al cabo, los más importantes—, esos atributos espirituales que hacen de ellas personas únicas. Es más, en muchos casos, cualidades como el amor, la consideración, la lealtad, la humildad, el humor, el optimismo y el buen criterio alcanzan su plenitud durante la tercera edad. Eso explica que los ancianos sean de las personas más fascinantes del mundo. Más aún cuando se considera que han vivido épocas que los más jóvenes no conocieron por propia experiencia. Tómate el tiempo para desvelar sus tesoros latentes. Te sorprenderá lo que puedes llegar a descubrir. Hasta puede que ellos mismos se sorprendan.
3. Demuéstrales cariño y agradecimiento. A veces el sabernos amados cambia radicalmente nuestra perspectiva de la vida y nos permite afrontar mejor las circunstancias. Percibir que se los aprecia por los esfuerzos que hicieron en otros tiempos contribuye a que las personas mayores miren su vida más objetivamente y logren superar sentimientos de culpa por fracasos y errores del pasado, así reales como imaginarios. Algunas de las palabras más tristes suelen pronunciarse en los velorios y entierros: «Ojalá él haya sabido el aprecio que yo le tenía», o «ojalá le hubiera dicho más seguido cuánto la quería». Manifiéstales cariño y agradecimiento mientras puedas.
4. Ayúdalos a mantenerse activos. Numerosos estudios arrojan que la actividad física demora el proceso de envejecimiento, lo que se traduce en longevidad y una mejor calidad de vida. Por el contrario, llevar una vida sedentaria aumenta las probabilidades de contraer enfermedades relacionadas con la vejez y de morir prematuramente. Hasta una breve caminata al aire libre es saludable. (Hay diversas recomendaciones, pero una buena táctica es comenzar de a poco y aumentar gradualmente la duración y frecuencia del ejercicio hasta un mínimo de 20 minutos al día, cinco días a la semana.) Otros estudios demuestran que la estimulación intelectual robustece la mente y previene la pérdida de la memoria, de la misma forma en que el ejercicio físico nos robustece y nos conserva corporalmente. Muchos ancianos, cuando les preguntan por qué no se mantienen más activos física y mentalmente, aducen que no tienen a nadie con quien practicar ejercicio o desempeñar actividades intelectuales estimulantes. Ayúdalos a mantenerse activos. Así inviertes en el futuro de ellos y de paso, también el tuyo.
5. Reza por ellos. Se ha dicho que orar por alguien no es lo mínimo que se puede hacer, sino lo máximo. La oración mueve el corazón y la mano de Dios. Lo insta a actuar conforme a nuestras peticiones y a realizar algo que está completamente fuera de nuestro alcance. «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios» (Lucas 18:27). La oración abre un canal bidireccional de comunicación entre Dios y nosotros. Cuando pedimos a Dios que nos escuche estamos más predispuestos a escucharlo a Él. Algunas de las más prontas respuestas a nuestras plegarias se producen cuando Dios logra concitar nuestra participación. El hecho mismo de rezar por otras personas es prueba fiel de que nos interesan su felicidad y bienestar. Nos pone además en situación de entender mejor los amorosos designios de Dios para los beneficiarios de nuestras oraciones y nos indica de qué manera podemos contribuir a hacerlos realidad. Cuando rezamos para que alguien no se sienta solo, por ejemplo, es muy posible que Dios nos señale qué podemos hacer en la práctica para aliviar esa soledad. Quizás nos sugiera una visita o una salida con esa persona, una llamada por teléfono, un mensaje de correo electrónico o una tarjeta.
Amar más Jesús dijo: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Mayor amor significa hacer un gesto de acercamiento o tender una mano, procurar empatizar con los demás, enjugar sus lágrimas, llevar sus cargas, hacer nuestro su dolor, atenderlos hasta que se repongan de sus enfermedades, escuchar con paciencia y actitud abierta a los que necesitan desahogarse, ser un amigo comprensivo y presto a ayudar, orar por los necesitados, hacer propias sus angustias, así como sus esperanzas y sus sueños.

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