martes, 1 de diciembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 91 AÑO 2008


Adivina quién escribió: «La simplicidad [es] cosa rarísima en nuestro tiempo». Si te imaginas que fue uno de los tantos coaches y expertos en gestión del tiempo que hay hoy en día, erraste por unos dos mil años. La frase es del poeta romano Publio Ovidio Nasón (43 a.C.-17 d.C.), conocido comúnmente como Ovidio. Y hablando de complicarse la vida, si hubo alguna vez una persona que entendiera el efecto desastroso que eso puede tener en el alma sería el sabio Salomón, rey del antiguo Israel, que vivió unos mil años antes que Ovidio y protagonizó una de las mayores historias de éxito de la Antigüedad. Luego de enumerar sus enormes logros deploró que todo fuera «vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol» (Eclesiastés 2:11). La fama y la fortuna no eran, después de todo, el fin último del hombre.Figúrate lo que dirían Ovidio y Salomón si fueran testigos de cómo se vive hoy. En su tiempo la riqueza y los triunfos personales eran los patrones generalmente aceptados para medir el éxito. Hoy en día, con la sobrecarga de información, los grandes avances tecnológicos y las celebridades, ídolos del deporte y veintitantos multimillonarios dot.com que nos ponen la vara más alta y van marcando el paso, la mayoría nos vemos sometidos a presiones sin precedentes por lograr más, saber más, llegar más lejos y progresar más rápido. El hacer y el saber han desplazado al vivir y al amar.Pero ¿es esa la razón de la existencia o el rumbo que necesariamente queremos imprimir a nuestra vida? ¿De qué manera incide en nuestra felicidad la presión por mantener el endiablado ritmo moderno? Lograr un éxito moderado en el exigente medio actual, ¿nos proporciona satisfacción y bienestar duraderos? ¿O no hace otra cosa que perpetuar el ciclo y mantenernos con el pie en el acelerador mientras vemos con impotencia que la vida se nos esfuma? ¿Vale la pena el estrés que se sufre para alcanzar un éxito fulminante? ¿O será cierto el refrán: «Cuanto más me apresuro, más me destruyo»?Si te has planteado estos interrogantes, espero que el presente número de Conéctate te ayude a encontrar el equilibrio y la serenidad que Dios nos ofrece en el trajín de todos los días.GabrielEn nombre de Conéctate

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