martes, 1 de diciembre de 2009

Con suavidad, sin prisas


Una vez que mi mujer y yo estábamos urgidos por llegar a casa, se nos ocurrió sentarnos unos momentos en un muro de piedra para gozar del paisaje. De ahí nació esta inspiración: Casi nada puede disfrutarse con prisas, ya sea una copa de vino, un paseo, una conversación, un viaje, un paisaje, una comida o un abrazo. Dios rara vez tiene prisa. Le lleva tiempo crear un bebé, una flor, un árbol, una puesta de sol y hasta una brizna de hierba. Es curioso, pero estas ideas me venían cuando era chico. Sentado en algún monte cavilaba y me preguntaba el significado de las cosas que Dios había creado. Para mí todo era una ilustración de algo, todo expresaba algo. El que mucho se apresura, poco dura. No te quemes la boca por comer pronto la sopa. La paciencia requiere fe. Cuando tienes prisa, te despistas, pierdes cosas o las olvidas, y te agotas enseguida. Vives intensamente, pero luego pagas las consecuencias. Te casas corriendo y después te sobra tiempo... para arrepentirte. Ganas un minuto, pero pierdes toda una vida. Aprovechas la ceniza y desperdicias la harina. Si vas despacio, llegas antes. Por lo menos llegas. Más vale tarde que nunca. Más vale andar sobre seguro que arrepentirse luego. Antes que te cases, mira lo que haces. Lo mismo da fallar por mucho que por poco. Se necesita tiempo para apuntar bien. Cuando estuve en el ejército realizábamos con frecuencia prácticas de tiro. Nos ponían unos blancos móviles y otros que aparecían momentáneamente y luego desaparecían. Algunos compañeros disparaban con tanta prisa, temiendo que desapareciera el blanco, que erraban el tiro. Se les zarandeaba el fusil y fallaban. En cambio, yo me lo tomaba con calma, apoyaba el codo firmemente, sujetaba muy bien el fusil, apuntaba con precisión y apretaba el gatillo despacito. Esperaba hasta estar seguro de dar en el blanco, y entonces disparaba. Adquirí tal habilidad en ello que llegué a ser un tirador de primera, un experto fusilero, que acertaba nueve de cada diez tiros en competición. Ni me apresuraba, ni me olvidaba por completo de apretar el gatillo. Me tomaba un tiempo prudencial para apuntar y disparar sin brusquedad. Con suavidad, sin prisas, ¡o te perderás algo! No se ganó Zamora en una hora. Cierta vez que tenía mucha prisa por hacer algo, el Señor me dijo: Toma tiempo edificar una casa. Primero hay que poner cimientos sólidos; luego, colocar firmemente ladrillo sobre ladrillo y piedra sobre piedra uniéndolos con argamasa, cuidando que encajen bien. Eso no se puede hacer arrebatadamente; de lo contrario se vendrá abajo la pared. A continuación, hay que montar el tejado de forma segura, poner las vigas, los cabrios y las tejas uno por uno. Después vienen los yeseros, luego los pintores, y por último los acabadores, que ponen las puertas, ventanas, suelos y techos. Así al fin se logra una casa con las piezas bien trabadas entre sí, bien estructurada, construida despacio y a conciencia, para que dure. Sin embargo, he visto casas edificadas a todo correr sobre las que algunos contratistas nada honrados bromeaban: «Duran tan poco que uno apenas alcanza a salir corriendo antes que se le caigan encima». Esas son precisamente las que se derrumban cuando las azota un vendaval, causando la muerte de sus ocupantes. Una vez fui testigo de miles de viviendas destrozadas por un huracán. Centenares de personas murieron por causa de construcciones defectuosas, hechas al vuelo, incapaces de resistir los vientos de la adversidad. Se puede conservar la serenidad incluso en medio de una tormenta si uno sabe que está a salvo dentro un edificio seguro, firme, sólido, bien construido, que aguante cualquier viento. Un buen edificio no sale volando, no se lo lleva un ciclón. Permanece en su sitio hasta que amaina el temporal. Las Escrituras nos exhortan a aguardar al Señor. «Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas» (Isaías 40:31) y no se agotarán. «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado» (Isaías 26:3). Los que creen han entrado en el reposo (Hebreos 4:3). Descansa en el Señor. Para tener paciencia hay que tener fe. Además, la tribulación produce paciencia (Romanos 5:3), porque te obliga a confiar en el Señor, a tener fe en que Dios lo arreglará todo. «Aquel que se precipita, peca» (Proverbios 19:2). «Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto [...]. “No hay paz para los impíos”, ha dicho mi Dios» (Isaías 57:20,21). Son arrojados de un lado a otro, y no pueden descansar. No hay descanso para los impíos. Pero «queda un reposo para el pueblo de Dios» (Hebreos 4:9). Con suavidad.... sin prisas, o fallarás en algo, y errar el blanco de Dios es pecado. Cuando Moisés quiso librar a toda prisa a los hijos de Israel, mató a un egipcio y tuvo que huir en solitario para salvar el pellejo. No obstante, luego de 40 años apacentando ovejas humilde y pacientemente en el desierto, con tiempo para escuchar la voz de Dios en lugar de dejarse llevar por sus impulsos, estuvo listo para la misión lenta y laboriosa del éxodo. Fue un proceso lento, pero seguro. Posteriormente pasó 40 días y 40 noches escuchando a Dios en la montaña; pero en un arranque de ira quebró las tablas de los Diez Mandamientos y tuvo que regresar y pasar otros 40 días allá arriba. Su prisa le salió cara: le costó el doble de tiempo (Éxodo, capítulos 32 a 34). En la fábula de Esopo, la liebre no llegó, pero la tortuga sí. Cuando nos dirigíamos a una reunión o a una cita, mi mujer acostumbraba decirme: «¡Mira, cariño, hoy no tenemos tiempo para uno de tus atajos!» Porque ya sabía lo que solía suceder cuando yo cortaba a campo traviesa buscando una ruta más corta: ¡nos perdíamos y llegábamos tardísimo! A veces mi mujer se impacienta mucho conmigo si no respondo inmediatamente a una pregunta suya; pero es que hace falta tiempo para pensar y orar, y estar seguro de que se contesta con propiedad. Cualquiera puede abrir la boca y soltar lo que le venga; pero ¿tiene sentido lo que dice? Sé tardo para hablar y tardo para airarte (Santiago 1:19). Ve despacio. Tómate las cosas con calma, que así disfrutarás más. Le sacarás más jugo a la vida. Mi padre cantaba una cancioncilla que decía: «Por nada te preocupes, te apresures, ni te perturbes, si no quieres terminar acosado, casado o enterrado». «Mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos y sé sabio» (Proverbios 6:6). Sin embargo, hasta para estudiar las cosillas que hacen las hormigas y aprender algo de ellas hace falta tiempo. «En lo que requiere diligencia, no perezosos» (Romanos 12:11). El perezoso se pasa el día entero colgado de una rama, dormitando con los ojos cerrados, sin moverse apenas, al punto de parecer parte del árbol. No solo es lento, sino que se comporta como si estuviese muerto. «Demuestra templanza» (1 Corintios 9:25, SSE). «Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres» (Filipenses 4:5, BJ). No corras demasiado, no sea que tropieces; pero tampoco te quedes inmóvil. Haz algo, pero actúa con circunspección y prudencia (Efesios 5:15). Con suavidad, sin prisas, o podrías errar el blanco, lo cual es pecado.David Brandt Berg (1919-1994) fue fundador de La Familia Internacional.

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