sábado, 5 de diciembre de 2009

Reposar en Jesús


«Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28,29). Hace poco leí un mensaje de Jesús que alguien recibió mientras rezaba. Decía más o menos lo mismo, pero en términos más acordes con nuestros tiempos: «La única forma de aguantar la presión es aprender a regular tu ritmo y pasar ratos provechosos en comunicación conmigo». Para algunos este concepto puede parecer simple; pero si alguna vez has intentado llevarlo a la práctica, seguramente te topaste con que del dicho al hecho hay mucho trecho. Eso se debe en parte a que es contrario a la naturaleza humana. Cuando hay mucho que hacer, lo que menos quiere uno es aminorar la marcha, parar a meditar, dejar de pensar en el trabajo y concentrarse en el Señor. Eso equivale a dedicar todavía más tiempo y esfuerzo a lo espiritual, a orar y esperar a que Jesús intervenga, lo cual deja menos tiempo para el trabajo físico y mental en el que uno se halla inmerso. Eso no nace naturalmente ni parece lógico cuando se tiene que cumplir un plazo muy apretado, cuando todo avanza a gran velocidad y hay asuntos que atender sin demora. ¿Qué significa exactamente reposar en Jesús? Implica confiar en que una vez que le has pedido que te resuelva el problema o que te ayude con la tarea que tienes entre manos, Él se hará cargo de ello y cumplirá lo que le pediste. Supone confiar en que Él te indicará qué puedes hacer para que la situación mejore, en que te capacitará para hacer lo que está a tu alcance y en que hará lo demás, lo que tú no puedes hacer. Significa apartarse de los problemas o del trabajo, desconectarse de todo lo que hay alrededor y permitir que tu espíritu se fortalezca comulgando con Él.
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La oración es como el vuelo silencioso de las águilas, es estar a solas con Dios en la inmensidad del cielo. En las alturas, en la dimensión celestial, comprendes que nada es imposible.
* * * * * * En resumidas cuentas, descansar en Jesús implica encomendarle los asuntos y confiar en que Él se encargará del desenlace. De esa forma, no sientes tanto la presión, pues la carga la lleva Él, no tú. Aunque sigues ocupado, la mayor parte de tu trabajo —y la más importante— es espiritual; consiste en orar, tener fe y confiar. Cuando te concentras en eso, activas ciertas fuerzas de la dimensión espiritual que tienen la capacidad de producir muchos más resultados en el plano físico de los que serían humanamente posibles, resultados milagrosos. No descansar en el Señor genera un círculo vicioso. Cuanto más trabajamos en el plano físico, menos tiempo tenemos para descansar en Él. En consecuencia, nos vemos obligados a trabajar con más ahínco, lo que nos deja menos tiempo aún. En cambio, al desistir de esforzarnos por hacerlo todo y pedirle a Jesús que nos ayude podemos dar inicio a un ciclo positivo de fortalecimiento, de alivio de la presión y de auténticos progresos. Al poco tiempo nos resultará más fácil detenernos y dedicarle un rato a Jesús, habiendo experimentado en carne propia los beneficios que eso reporta. Lograremos más con menos desgaste, y nos sentiremos más descansados y espiritualmente fuertes. Es fácil quedar bajo un pesado yugo de trabajo y convencerse de que hay que seguir tirando para no quedarse rezagado. Así y todo, uno muchas veces tiene la sensación de que a duras penas avanza. Cuando se llega a ese punto, hay que tomar conciencia de ello, quitarse de encima el yugo y pedirle ayuda a Jesús para progresar a Su ritmo. Si queremos obtener óptimos resultados, los ratos que pasemos con Jesús en oración y comunión no pueden ser algo rápido y superficial que metamos en cualquier huequito cuando todavía andamos con la cabeza en todos los asuntos que tenemos pendientes. Es menester que nos tomemos tiempo para sintonizar con Él, abrirle nuestro corazón y dejar que nos aclare los pensamientos y nos tranquilice el espíritu. El tiempo que pasas con Él es en realidad lo más importante del día. Si te acostumbras a dedicarle un rato a primera hora de la mañana, Su presencia te guiará y te ayudará a lo largo de toda la jornada. Francamente se trata de adoptar una nueva mentalidad. En vez de pretender hacerlo todo tú mismo y terminarlo lo antes posible, debes dejar que Jesús haga la mayor parte del trabajo por ti. De todos modos tendrás que desempeñar el papel que Él te indique, pero te sentirás tranquilo sabiendo que si tú haces tu parte, Él se ocupará de lo demás. «Esforcémonos, pues, por entrar en ese reposo» (Hebreos 4:11, NVI). Parece algo contradictorio —esforzarse por descansar—, pero es en realidad el quid de la cuestión. Apartarse de todo requiere un esfuerzo. No es que el concepto de reposar en Él sea tan complicado. Lo que pasa es que llevarlo a la práctica —dejar atrás nuestros antiguos esquemas y nuestro modo particular de proceder y entrar en el plano espiritual— requiere un esfuerzo que inicialmente puede resultar difícil. Pero una vez que te acostumbres, te ahorrará tanto tiempo, esfuerzos y estrés que acabarás preguntándote cómo te las arreglabas antes.
Si aún no conoces al Príncipe de Paz —Jesús— ni has recibido Su perdón y el don de la vida eterna, haz la siguiente oración: Gracias, Jesús, por borrar mis errores y pecados y ofrecerme Tu perdón. Te pido que entres en mi corazón y me concedas vida eterna. Amén.

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