martes, 1 de diciembre de 2009

Rebosante de alegría


La alegría y la alabanza —con las que manifestamos gratitud a Dios por Su bondad— están estrechamente ligadas. Cuando le agradecemos a Dios los favores que nos concede, nuestros problemas y preocupaciones pasan a un segundo plano. Al concentrarnos en las cosas buenas que Dios ha puesto en nuestra vida, adoptamos una actitud mental positiva. Pruébalo; verás que te sentirás más feliz. Y si insistes en ello, tu felicidad irá aumentando. Cuando albergamos esa alegría en nuestro corazón, los problemas y las preocupaciones no nos abaten tan fácilmente; nuestro espíritu se fortalece y cobra aliento. Este breve ejercicio puede resultarte útil. Se necesita un vaso, trocitos de papel en los que quepa una frase, y un lápiz o lapicero. Toma uno de los papelitos y apunta en él algo por lo que estés agradecido. Arrúgalo para convertirlo en una bolita y ponlo en el vaso. Toma otro papelito, apunta en él algo más que te inspire gratitud, arrúgalo y échalo en el vaso. Haz lo mismo repetidas veces. Elige cosas bien concretas. Por ejemplo, éxitos que hayas logrado recientemente; tu familia y tu círculo de amistades; experiencias de las que has disfrutado; enfermedades de las que te hayas sanado; problemas que se resolvieron; comodidades materiales; aficiones que tengas, etc. Llena el vaso hasta que rebose. Podrás entonces hacer tuyas las palabras de David, el gran salmista de la Biblia: «Mi copa está rebosando» (Salmo 23:5). Te sorprenderá cuántas cosas puedes agradecer y lo reconfortante que es bendecir a Dios por ellas.

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