sábado, 5 de diciembre de 2009

Planificación estratégica


¿Tienes en este momento un gran reto o proyecto entre manos? Seguramente ya te has hecho una idea general del rumbo que quieres tomar, pero vas a necesitar una estrategia, un plan gradual para alcanzar el objetivo. Planificar la ejecución de un proyecto es en sí una inversión. Una planificación adecuada y prudente supone horas de trabajo, paciencia, investigación seria, asesoramiento y —para quienes incluimos una dimensión espiritual— oración. En todo caso, un buen plan compensa más que de sobra todo el tiempo y el esfuerzo que se hayan invertido en él. Si bien las fórmulas para crear una estrategia son muchas, a continuación se presentan procedimientos de demostrada eficacia que tal vez te animes a probar.
Determina los objetivos a largo plazo. ¿Qué es exactamente lo que aspiras a lograr? Anótalo en un papel en términos muy concretos y concisos. Quédate con solo uno o dos objetivos primordiales, pues eso multiplicará tus posibilidades de éxito. Más adelante puedes ampliarlos o diversificarlos en la medida en que los recursos lo permitan.
Trázate metas a corto plazo que contribuyan al logro de los objetivos de más largo alcance. Para alcanzar los objetivos a largo plazo necesitas escalones, metas intermedias que te vayan acercando al destino final. Tales metas deben ser detalladas, concretas y verificables. Una meta que no se sabe cuándo se ha alcanzado, que no se puede cuantificar, está expresada en términos demasiado generales. Es vital desglosar los grandes objetivos en pequeños escalones. Mientras más sencillos y alcanzables sean, mejor: así empezarás a ver progresos inmediatos. Es muy fácil pasarse de optimista y proponerse metas demasiado elevadas. Pero vale la pena recordar que toma tiempo alcanzar los grandes objetivos. Por eso es mucho más motivador tener metas intermedias. Así los progresos se hacen más patentes. Cada vez que alcanzas una de esas metas sabes que estás un poco más cerca del objetivo a largo plazo.
Identifica los obstáculos que puedan presentarse. Una vez que hayas determinado los objetivos a largo plazo y las metas a corto plazo, trata de prever los obstáculos, impedimentos y situaciones que podrían enredar el proceso y paralizar tus avances. Si estás al tanto de las dificultades que podrían presentarse, puedes ir buscando soluciones anticipadamente.
Formula una estrategia. Una vez concretados los objetivos a largo plazo y las metas intermedias, te hará falta un plan que establezca tareas específicas para alcanzar cada una de esas metas. Hay que ser pragmático: un plan muy ambicioso puede ser deslumbrante, pero si resulta muy complejo o difícil de llevar a la práctica, no levantará vuelo y por ende acabará siendo ineficaz. Hay que determinar quién realizará cada tarea, quién dirigirá cada paso, cuáles serán los plazos y, si es posible a estas alturas, qué procedimientos se seguirán. Es vital que los encargados de cada tarea se responsabilicen de ella; de otro modo no habrá avances continuados.
Pide orientación a Dios. Una vez que hayas dado los pasos anteriores, pide a Dios que te confirme que vas bien encaminado, que has establecido un buen orden de prioridades, que no has pasado por alto nada sustancial, y que tanto los objetivos a largo plazo como las metas intermedias son realizables. «El corazón del hombre piensa su camino; mas el Señor endereza sus pasos» *1. «No te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas» *2.
Pon el plan por escrito. Si no se redacta claramente, pueden pasarse cosas por alto. Para eso, mejor habría sido ahorrarse la molestia y no dedicar tanto tiempo a crear una estrategia. Es vital que todo quede por escrito, para poder cumplirlo con responsabilidad y ponderar los progresos.
¡Ejecuta el plan! El traspié más frecuente consiste en no seguirlo. Muchos dedican grandes esfuerzos a crear un excelente plan y tienen las mejores intenciones de llevarlo a cabo. Pero luego surgen inconvenientes, terminan muy atareados y no lo cumplen.
Evalúa los progresos. Establece un sistema para medir los progresos a intervalos regulares. Verifica que las tareas se terminan cuando está programado y que se avanza debidamente en la consecución de las metas a corto plazo. Si no te detienes periódicamente a mirar el mapa y ver dónde te encuentras, te expones a salirte del camino del éxito.
Ten en cuenta que habrá imprevistos. Hay que ser flexible. Las cosas en raras ocasiones se dan exactamente como prevemos, por lo que conviene prepararse para imprevistos y adaptarse a las circunstancias cambiantes. Si algo te impide proseguir la tarea como esperabas, busca alternativas. Si algo no da resultado, modifícalo. En términos generales conviene adherirse al plan; pero éste no tiene por qué ser inalterable.
Evita los enredos. Cuidado con los añadidos y las complicaciones que pueden costar más tiempo y recursos de los destinados a alcanzar una meta determinada. Inicialmente, cuando se traza un plan, parece bastante sencillo; pero cuanto más se avanza, más se complica, o bien porque se incorporan nuevas ideas, o porque resulta más complejo de lo que parecía, y a veces por ambas razones. Procura percatarte de cuándo un plan está sobrecargado, y determina lo que es necesario y lo que no lo es. No tengas reparos en eliminar lo superfluo y reducir lo que simplemente absorbe demasiados recursos.
Celebra los éxitos, los hitos que se vayan alcanzando a lo largo del camino. No esperes a haber alcanzado los objetivos a largo plazo. Celebrar el cumplimiento de las metas intermedias produce satisfacción y genera entusiasmo.
*1 Proverbios 16:9 *2 Proverbios 3:5,6

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