martes, 1 de diciembre de 2009

Acción por medio de la oración


Orar por otras personas es un poderoso medio de llevar el amor a la práctica. Además de pensar en alguien y querer ayudarlo, hacemos algo. La oración surte efecto: lo pueden atestiguar millones de personas de todo el mundo. Nuestras plegarias mueven la mano de Dios y lo llevan a hacer lo que le pedimos. Las respuestas no siempre vienen enseguida ni tal como imaginábamos. Pero a la larga Dios contesta del modo que considera más conveniente para todos los afectados. Las oraciones no solo favorecen a la gente por la que pedimos, sino a nosotros mismos. Generan un espíritu de fe, crean un clima positivo, ya que concentramos la atención en la bondad y el poder de Dios y contamos con que Él responda. El simple hecho de manifestar fe en Él —que es lo que hacemos al orar— le agrada y lo mueve a obrar en la situación o en la vida de la persona por la que se ruega. Él nos ama y ama a la persona por la que oramos; desea efectuar en ella un cambio para bien. Ahí intervienen nuestras oraciones, pues activan el poder de Dios. Ahora pasemos al ejercicio: Comienza haciendo una lista de personas por las que te interesas y que necesitan la ayuda de Dios. Quizá porque están enfermas, o han tenido un accidente, o se sienten solas, o se encuentran en aprietos económicos, o corren peligro, o han sufrido alguna pérdida. Incluye tanto a personas que conozcas personalmente como a gente de la que hayas oído hablar en las noticias o por medio de terceros. Ora por ellas de una en una invocando una de las promesas que Dios nos ha hecho en la Biblia (en la columna de la derecha verás algunos ejemplos). Hazlo durante unos 10 ó 15 minutos, dedicando uno o dos a cada persona. Cuando te enteres de alguien que tenga alguna necesidad, añádelo a la lista. Procura incorporar una nueva persona cada día. A medida que la nómina se vaya haciendo más larga, probablemente no te alcanzará el tiempo para rezar por todas las personas que figuran en ella. Ora primero por las situaciones más graves y urgentes, y luego por algunas de las demás según el tiempo de que dispongas. Cuando llegues al final de la lista, vuelve a empezar de arriba. Cada vez que Dios responda a una de tus plegarias, agradéceselo y elimina esa petición de tu lista. Podrías mantener otra lista en la que apuntas las oraciones respondidas y tomarte un momento al inicio de tus ratos de oración para repasarla y reforzar tu fe en que el Señor también atenderá las necesidades que todavía están pendientes. Hazte la costumbre de rezar por los demás todos los días. Contribuirá a mejorar su vida. Además, ver obrar a Dios te infundirá fe y enriquecerá tu espiritualidad.

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