martes, 10 de noviembre de 2009

Un regalo y un tesoro


Cuentan los libros de Historia que durante las Lupercales, fiestas que con el tiempo probablemente dieron lugar a la celebración del día de San Valentín, los jóvenes romanos echaban suertes para elegir una muchacha a la que harían obsequios y cortejarían durante el siguiente año. En nuestros días se ha abandonado esa elección de novia al azar, pero el 14 de febrero los enamorados de muchos países intercambian tarjetas de felicitación y regalos a fin de expresarse su amor. Esa fecha me evoca el caso verídico de una pareja. Todo empezó hace cinco años... Érica sonrió y pensó: «Este regalo se sale de lo corriente». Ni ella ni Cristian eran muy religiosos, por lo que no sabía con certeza de dónde había sacado la idea de hacerle aquel regalo. Sin embargo, mientras escribía la dedicatoria en la guarda de la Biblia, algo le decía que aquel libro sería con toda seguridad el obsequio ideal para el hombre al que tanto quería. Esta fue la dedicatoria que escribió: «No es un regalo muy habitual para el día de los enamorados, pero va sellado con el amor que siento por ti». Cristian se sorprendió un poco al abrir el regalo de Érica. Al fin y al cabo, él prácticamente jamás había pisado una iglesia. En su opinión, el cristianismo no era más que una religión entre tantas. Transcurrieron dos años. La Biblia yacía olvidada en un estante, mientras la relación de la pareja se iba deteriorando irremediablemente. Todo parecía indicar que estaba abocada al fracaso. Durante aquella crisis, no obstante, aquel libro que rara vez había hojeado, llamó la atención de Cristian. Lo abrió y leyó pasajes al azar. Sorpresivamente descubrió lo que faltaba en su relación con Érica. ¿Cómo era que no lo había visto antes? Ahí estaba, expresado de manera simple, clara y al mismo tiempo muy profunda: «Dios es amor» (1 Juan 4:8). Día a día Cristian continuó estudiando la Biblia, versículo tras versículo, hasta que por fin reconoció a Jesucristo como su gran amigo y salvador. Érica se sorprendió de que Cristian se hubiera aficionado a aquel libro. Juntos fueron descubriendo más tesoros que hasta entonces les habían estado ocultos. El amor de Jesús los unía cada vez más, los ayudaba a rectificar errores pasados y les enseñaba a sincerarse el uno con el otro como nunca lo habían hecho. Aquella Biblia ha sido su fuente de fortaleza y amor y, cuando su relación vuelve a pasar por una etapa difícil, Cristian recuerda el día en que Dios le dio una señal por medio de aquel regalo que Érica le entregó en prenda de amor. Me acordé de esta anécdota por la proximidad del día de San Valentín. El año pasado mis amigos Cristian y Érica se hicieron un obsequio de gran valor para los dos el 14 de febrero: contrajeron matrimonio.

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