viernes, 13 de noviembre de 2009

Un regalo único


¿Me permites que te acompañe mientras vas corriendo a la siguiente tienda? ¿Cómo van las compras de regalos? El cansancio se te nota en el rostro. ¿Se te hacen pesadas las largas colas y las ofertas navideñas? Te voy a contar un secreto. El mejor regalo de Navidad que puedes hacer a tus seres queridos no está en las tiendas a las que tienes pensado ir. Tampoco lo encontrarás en ninguna elegante boutique. Es un tesoro muy valioso que está… en ti. Me refiero a tu corazón.
Todo el mundo sabe que el dinero no hace la felicidad. Sin embargo, qué rápido se olvida eso durante las fiestas. Es muy fácil dejarse arrastrar por la fiebre de adquirir juguetes y aparatos último modelo y descuidar los gratos momentos que podrías pasar con tus familiares y amistades, ofreciéndoles el mejor de los regalos: el amor que hay en tu corazón. ¿Te confío otro secreto? Aunque todo ese ajetreo es en honor a Mí —al fin y al cabo es Mi cumpleaños—, rara vez veo en las tiendas regalos que me interesen. Es que poco me importan los aparatos nuevos, los juguetes, la ropa ni nada que se compre con dinero. El regalo que más me agrada es ese mismo que es tan valioso para tu familia y amigos: tu amor y tu amistad.
Sí, quiero un espacio en tu corazón. En serio. Me gustaría instalarme en él y no abandonarlo jamás. El mejor regalo que me puedes hacer es invitarme a tu corazón. Aunque fuerzas no me faltan, nunca derribo una puerta. Siempre aguardo que me inviten. Sencillamente llamo, con la esperanza de que me oigan y abran. No es preciso que pongas regalos para Mí debajo del árbol. Puedes hacerlo para tus hijos y demás parientes, pues me gusta ver felices a las personas. Pero lo que Yo más deseo de ti y, de hecho, de toda tu familia es que me inviten a vivir en su casa. ¿Harás eso por Mí en Mi cumpleaños? Me darías un día inolvidable. Tu corazón es un regalo de gran valor. Es precioso, y lo estimo mucho. Hay regalos que pasan de moda o se descomponen o desgastan con el tiempo; pero te prometo que si me regalas tu corazón, lo llenaré de cariño y amor para que sea eternamente joven. Gracias por pensarlo. En cuanto me digas que sí, me presentaré en tu puerta con la sonrisa más grande que hayas visto jamás. No tienes más que decir esa palabra, y te prometo que nunca te decepcionaré. Siempre a tu disposición, Jesús.

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