viernes, 13 de noviembre de 2009

Un personaje singular


Jesucristo ha influido más en el devenir de la Historia y la civilización y ha hecho más por mejorar la condición humana que ningún otro dirigente, organización, gobierno o imperio anterior o posterior. Ha comunicado el amor de Dios a miles de millones de personas y ha hecho posible que todos cuantos crean en Él accedan a la vida eterna. Jesucristo no es un filósofo más, un maestro, rabino o gurú como tantos otros. Es incluso más que un profeta: el Hijo del Altísimo. Dios, el gran Creador, es un espíritu omnipotente, omnisciente, omnipresente. Está totalmente fuera del alcance de nuestra limitada comprensión humana. De ahí que Jesús fuera enviado en forma de hombre para hacernos ver cómo es Dios y acercarnos a Él. Aunque muchos grandes maestros se han explayado sobre el tema del amor y de Dios, Jesús es amor y es Dios. Nadie más murió por los pecados del mundo y resucitó. Como Él no hay otro. Es el único Salvador. Dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre, sino por Mí» (Juan 14:6).

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