domingo, 29 de noviembre de 2009

Sellos y señales


He leído Mateo 24 y Apocalipsis 6 muchísimas veces, pero no fue sino hace poco cuando caí en la cuenta de que los acontecimientos predichos en esos dos capítulos del Nuevo Testamento corren paralelos. [Los discípulos de Jesús le preguntaron:] —¿Qué señal habrá de Tu venida [regreso] y del fin del mundo? Respondiendo Jesús, les dijo: —Mirad que nadie os engañe, porque vendrán muchos en Mi nombre, diciendo: «Yo soy el Cristo», y a muchos engañarán. Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestes, hambres y terremotos en diferentes lugares. Pero todo esto es solo principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, os matarán y seréis odiados por todos por causa de Mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se odiarán. Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin (Mateo 24:3-14). En los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis el apóstol Juan relata que fue trasladado en el espíritu al salón del trono de Dios, donde Jesús —personificado por el Cordero de Dios— recibe un rollo de pergamino cerrado con siete sellos. El capítulo 6 narra la apertura de esos sellos. Entonces vi que el Cordero abrió uno de los sellos. [...] Miré, y vi un caballo blanco. El que lo montaba tenía un arco y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer (Apocalipsis 6:1,2). A nuestro juicio, el jinete de ese caballo es nada menos que Jesús. Después de Su resurrección, Jesús se apareció a Sus discípulos y les encargó lo que se conoce como la Gran Misión: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15). Desde entonces, ellos y muchos millones de cristianos más han difundido el Evangelio por todas las naciones. Además, por intermedio de ellos otros cientos de millones —por no decir miles de millones— han conocido a Dios. Así pues, a través de Sus seguidores Jesús cumplió y continúa cumpliendo esa parte de la visión profética. «Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo» (Mateo 24:14).Luego se abre el segundo sello: Salió otro caballo, de color rojizo. Al que lo montaba le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y hacer que se mataran unos a otros. Y se le dio una espada muy grande (Apocalipsis 6:4). Evidentemente el caballo rojizo es el de la guerra. La gran espada de su jinete representa las armas, y el color del caballo es simbólico de la sangre derramada por los belicistas que lo han montado a lo largo de los siglos. En Mateo 24 Jesús aclara a Sus seguidores que esas guerras humanas —a pesar de lo horrorosas y destructivas que son— no señalan el fin del mundo tal como lo conocemos.Se abre el tercer sello: Miré, y vi un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz [...], que decía: «Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario, pero no dañes el aceite ni el vino» (Apocalipsis 6:5,6). Tradicionalmente la balanza se relaciona con la justicia y con el comercio. En este caso representa lo segundo. El denario era una moneda de plata del antiguo Imperio romano y comúnmente constituía la paga de una jornada de trabajo. Sin embargo, documentos históricos indican que un denario debiera haber alcanzado para comprar entre 15 y 20 veces más trigo del que dice el versículo. La cebada era un cereal de menor calidad y por ende mucho más barato. El hecho de que esos dos artículos fueran tan costosos es un indicador de escasez; tal vez esté relacionado con el hambre a la que alude Mateo 24. El aceite de oliva y el vino eran artículos muy comunes en tiempos de Juan. Sin embargo, no queda claro por qué la voz dijo que no los «dañara».Se abre el cuarto sello: Miré, y vi un caballo amarillo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía: y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra (Apocalipsis 6:8). Aquí vemos a la muerte en algunas de sus múltiples manifestaciones, entre las cuales figuran nuevamente la guerra y el hambre. En la segunda parte de este versículo, algunas versiones dicen peste o enfermedades en vez de mortandad. Las almas de los muertos pasan a la dimensión invisible del espíritu, que los antiguos griegos y romanos denominaban Hades. «Habrá pestes y hambres en diferentes lugares» (Mateo 24:7).Luego se abre el quinto sello: Vi debajo del altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían. Clamaban a gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo Señor, santo y verdadero, vas a tardar en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?» Entonces se les dio vestiduras blancas y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos (Apocalipsis 6:9-11). Esto sin duda coincide con la afirmación de Jesús: «Os entregarán a tribulación, os matarán y seréis odiados por todos por causa de Mi nombre» (Mateo 24:9). Desde el principio los cristianos han sufrido persecución y martirio, tal como le aconteció a Jesús y como predijo Él que les acontecería a Sus seguidores: «El siervo no es mayor que su señor. Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Juan 15:20).Miré cuando abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto (Apocalipsis 6:12). Al igual que guerras, hambre y epidemias, ha habido terremotos tanto antes como después del sermón de Jesús sobre el Tiempo del Fin (Mateo 24) y la visión que le transmitió a Juan en el libro del Apocalipsis. Sin embargo, el hecho de que uno de los siete sellos esté dedicado a este terremoto parece indicar que se trata de uno muy particular, tal vez el mayor movimiento telúrico de la Historia, el cual se menciona en Apocalipsis 11 y 16. Según la profecía, ese terremoto destruirá una décima parte de Jerusalén y muchos otros sitios. Tendrá lugar cuando la ira de Dios se vierta sobre el Anticristo y sus fuerzas, justo antes del Armagedón. Cuando Jesús describió estas hecatombes en Mateo 24, explicó que apenas marcaban el «principio de dolores». Una traducción más precisa del vocablo griego vertido aquí como dolores sería «contracción o espasmo, en particular los del parto». Éstos continúan intensificándose hasta el momento de dar a luz, por lo que cabe esperar que las cosas empeoren antes de mejorar. En todo caso, al final mejorarán. Acontecerá que al final de los tiempos será confirmado el monte de la casa del Señor como cabeza de los montes. [...] Él juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos. Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra (Isaías 2:2,4).Quebrantó el Señor el bastón de los impíos. [...] Toda la tierra está en reposo y en paz (Isaías 14:5,7). Una vez que termine esta era —para lo cual ya no falta mucho—, Jesús regresará para poner las cosas en orden e instaurar una nueva era, el período conocido como el Milenio, durante el cual reinarán el amor y la paz. ?Si aún no conoces al Príncipe de Paz —Jesús—, haz ahora mismo la siguiente oración:
Jesús, quiero conocerte personalmente. Te invito a entrar en mi corazón. Gracias por morir por mí para que pudiera obtener el perdón de mis pecados, hallar paz interior al instante y recibir de Dios el don de la vida eterna. Amén.

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