sábado, 14 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 13 CURSO BASICO


De vez en cuando nos enteramos de algún acontecimiento extraño que nos deja perplejos y a la vez nos incentiva y nos conmueve espiritualmente. Una frágil mujer alza la parte delantera de un camión para liberar a un niño atrapado bajo el mismo. Una luz brillante despierta a un paciente desahuciado, enfermo de cáncer; enseguida una cálida sensación le recorre el cuerpo y queda instantánea y completamente curado. Un delfín rescata a un marinero perdido en alta mar y lo lleva hasta la costa. Alguien reza por un ser querido que se encuentra del otro lado del mundo y luego descubre que en ese mismo instante la persona por quien intercedió se salva de un peligro inminente. ¿Son estos fenómenos coincidencias extremas? ¿Podría alguien explicarlos científicamente de contar con todos los datos y el tiempo necesario para una exhaustiva investigación? ¿Son casos paradigmáticos de la capacidad de superación inherente al espíritu humano, como creen algunos? ¿O constituyen, en efecto, milagros, pruebas de la intervención de un Dios magnánimo y de Sus emisarios en favor de aquellos a quienes ama? De ser cierto que hoy en día ocurren milagros, ¿qué papel nos está destinado a nosotros en ellos? En la Biblia Dios dice: «Mandadme acerca de Mis hijos, y acerca de la obra de Mis manos» (Isaías 45:11). Jesús también aseguró: «Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré» (Juan 14:14). ¿Pueden esos ofrecimientos tomarse al pie de la letra? Y en tal caso, ¿obra Dios Sus portentos únicamente por medio de santos casi inmaculados, o puede hacerlo valiéndose de personas comunes y corrientes como nosotros? La presente revista ofrece sorprendentes explicaciones.

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