martes, 17 de noviembre de 2009

Respuestas a tus interrogantes


P.: Trabajo arduamente para triunfar en lo que hago, pero también trato de hacerlo de forma que complazca a Dios. ¿Por qué es necesario que le agradezca mis éxitos si a fin de cuentas son el fruto de mi esfuerzo? R.: Si le has entregado el corazón a Jesús, tal como afirmas, y tu deseo es complacerlo, seguramente acudes a Él para pedirle asistencia y orientación en todo lo que haces, y es lógico que quieras darle las gracias y reconocerle el mérito cuando te ayuda a alcanzar tus objetivos. Un buen ejemplo de esto, tomado de la Biblia, es esa ocasión en que la multitud se reunió en torno a Pedro y Juan después que se sanó un cojo en el pórtico del templo. Pedro dijo: «¿Por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? Dios ha glorificado a Su Hijo Jesús. La fe que es por Él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros» (Hechos 3:1-16). La Palabra de Dios recomienda: «Los que os acordáis del Señor, no os calléis» (Isaías 62:6). El Señor desea y espera que Sus hijos, que lo conocen y lo aman, les hagan saber a los demás que Él es su Dios, su fortaleza y su amparo. No tienes por qué vacilar en decirle a la gente que es Él quien te ayuda a lograrlo todo. «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad» (Filipenses 2:13). Al decir: «¡Gracias a Dios!» cuando las cosas marchan bien, le atribuyes la gloria a Él. Cada vez que le das gracias al Señor le reconoces a Él el mérito. Aunque simplemente le digas a alguien: «Que Dios te bendiga», le estás recordando al Señor. Para lograr lo que Dios quiere que logres es preciso que dependas de Su ayuda. Para hacer frente a los retos que se te presenten debes tener en cuenta que la verdadera fortaleza no proviene de ti ni de tus energías, sino de Su Espíritu (Zacarías 4:6). Si te repites a ti mismo y les recuerdas constantemente a los demás que no eres más que un instrumento en manos del Señor, Él se llevará la gloria por todo lo que bueno que realice por medio de ti. Verás también que te bendecirá y se valdrá de ti más que nunca si le reconoces el mérito en todo. La Palabra de Dios dice: «No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que Yo soy el Señor» (Jeremías 9:23,24).

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