martes, 17 de noviembre de 2009

Respuestas a tus interrogantes


P.: ¿Qué debo hacer cuando mi fe en Dios y en la Biblia son blanco de ataques por parte de la sociedad secular? R.: La Biblia establece claramente que debemos defender nuestra fe con convicción, si bien acompañando siempre la fuerza de nuestros argumentos con amor y sabiduría y empeñándonos en que nuestro ejemplo sea consecuente con lo que decimos. El hecho de creer en Dios y en la Biblia y de llevar a Jesús en el corazón debería marcar una diferencia positiva en nuestra vida. Eso es lo que deben ver y oír los demás. Es normal que cada uno hable de lo que le resulta importante. Si uno es hincha de un equipo de fútbol que gana el campeonato, rebosa de entusiasmo al contárselo a los demás. Si uno hace un buen negocio o una buena compra, se lo dice a otros. Si da con una dieta o un consejo para conservar la salud, no se lo calla. ¿Por qué no habrías de hacer lo mismo tú con tu fe? Tienes tanto derecho como cualquier otra persona a hablar de lo que es importante para ti. Si hablas de tus experiencias personales («¿Sabes qué me pasó?»), la gente se ve ante la alternativa de decir: «No te creo», o: «Si tú lo dices, debe de ser cierto». Cuanta cómo Dios se ha hecho patente en tu vida y en qué aspectos te ha ayudado tu fe. No te dejes intimidar por preguntas de corte intelectual o filosófico, ni te preocupes por responder a los complicados argumentos de los demás. El apóstol Pablo dijo: «Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder» (1 Corintios 2:4), y: «Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, también corrompa vuestros pensamientos apartándolos de la sencillez de Cristo» (2 Corintios 11:3). A fin de cuentas la mayoría de las personas darían cualquier cosa por alcanzar la felicidad. De modo que si les muestras que eres feliz y les indicas que ellas también pueden serlo, hay más probabilidades de que descarten sus doctrinas ateas, sus teorías inútiles, sus complicadas filosofías y demás creencias falsas. Estarán más que contentas de hacer un trueque, de cambiar su confusión y su ansiedad por la verdad y la paz que les ofreces. Así que, cuando te parezca que alguien está atacando tu fe, conserva la afabilidad y la sencillez y mantén la conversación en un plano personal. Dile a tu atacante: «Desde que acepté el regalo de salvación de Jesús, he descubierto que es cierto todo lo que de Él dice la Biblia. Él es el único capaz de hacerte feliz, a ti y a cualquier otra persona. ¿Qué pensarías de mí si conociera el remedio para el cáncer o para el sida y no se lo dijera a nadie, sino que me lo guardara egoístamente? Pues bien, he descubierto una cura para la desdicha, la soledad, el rechazo y el temor. Si no la compartiera con mi prójimo, ¿qué pensarías de mí?» Después, con tacto, puedes presentar la solución: «Jesús es el remedio; así de sencillo. ¿Te animas a probarlo?»

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