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     La Biblia contiene numerosas promesas de Dios, promesas investidas de un enorme poder espiritual que Él quiere que aprovechemos. Algunas son universales, por ejemplo: «Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo» (Hechos 2:21). Otras en un principio se hicieron a ciertas personas o grupos, entre ellas: «Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré» (Juan 14:14), la cual hizo Jesús a Sus doce discípulos.     Sin embargo, Dios no hizo esas promesas exclusivamente para Sus primeros destinatarios. Están dirigidas a todo el que tenga fe en que Él las cumplirá; o sea, que son también para ti. El Creador es muy preciso con Sus promesas, y las cumple al pie de la letra si tiendes la mano de la fe y las reivindicas con firmeza.     A medida que te vayas familiarizando con la Palabra de Dios, aprenderás a reconocer Sus promesas y a exigir su cumplimiento como si te las hubieran hecho a ti en particular. Al hacerlo demuestras fe. Esa declaración rotunda de tu fe y de tu conocimiento de Su Palabra agrada a Dios y libera Su poder para responder a tus oraciones.
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 
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