sábado, 28 de noviembre de 2009

Adiós a una vieja amiga


Mi madre —ya anciana— me llamó por teléfono para decirme que la próxima vez que fuera a su casa echara un vistazo al garaje. Mi hermano lo estaba limpiando y había encontrado algunos objetos que yo había dejado allí mucho tiempo antes. ¿Qué cosas de mi infancia podían haber quedado allí? Al llegar lo averigüé: mi vieja máquina de escribir manual. Se veía tan firme como siempre, aunque un poco oxidada luego de 30 años sin uso. De pronto me vinieron a la memoria lindos recuerdos. Mis padres la compraron de segunda mano y me la dieron como premio por aprobar un importante examen cuando tenía 11 años. Aprendí a mecanografiar yo sola, y durante mi adolescencia pasé muchas horas tipeando poemas y cuentos. Antes de resignarme a la idea de que finalmente había llegado la hora de desechar a mi vieja amiga, intenté volver a escribir con ella. Me había olvidado de la fuerza que había que hacer para apretar una tecla en una vetusta máquina de escribir mecánica. Además, apenas podía distinguir lo que había escrito, tal vez porque la cinta estaba vieja. ¡Uy, un error! Presioné la tecla de retroceso con la intención de borrarlo, pero entonces me acordé de que había regresado a la época de las gomas de borrar. Martillando con esfuerzo las teclas, logré escribir unas pocas palabras. Sonó una campanita para avisarme que tenía que accionar la palanca que corría la hoja para arriba y retornaba el pesado carro al inicio de una nueva línea. Había invertido bastante esfuerzo y los resultados eran magros. ¡Qué diferente es escribir en el ordenador! Aprieto el botón de encendido y la computadora se inicia. Con sólo pulsar suavemente las teclas, enseguida aparecen las primeras palabras en la pantalla. Cuando cometo un error, apretando la tecla de retroceso se borra. Al terminar, con unos pocos teclazos más los errores ortográficos se corrigen automáticamente. Un clic más y mi trabajo queda guardado. Unos cuantos más y puedo enviar copias a mis amigos en cualquier parte del mundo, sin necesidad de papel carbón, sobres ni estampillas, y las reciben casi instantáneamente. En nuestra vida espiritual ocurre algo similar. Dios vierte Su Espíritu en abundancia sobre quienes se muestran deseosos de recibirlo. Nos ofrece tecnología espiritual de avanzada para que la apliquemos a diario: mayor eficacia en la oración, una relación estrecha con Él, los dones del Espíritu Santo, tales como sabiduría, conocimiento, fe, curación, milagros, profecía y discernimiento (1 Corintios, capítulo 12). Lo que hagamos con todo ello depende de nosotros. Podemos optar por prescindir de la ayuda de Dios, o por elevar sólo alguna que otra plegaria escueta cuando no tenemos más remedio; o bien podemos echar mano de todo el poder divino, para lo cual basta con pedírselo y aprender a aplicarlo en todo lo que hacemos. Yo ya me decidí. Quiero aprender cosas nuevas. Voy a apretar el botón de encendido y hacer uso de toda la tecnología espiritual divina que esté a mi alcance. En cuanto a mi vieja máquina de escribir, ya la entregué para que la reciclen.Abi May es miembro de la Familia Internacional en Inglaterra.

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