sábado, 14 de noviembre de 2009

Olvida el Pasado


Es común que en el umbral de un nuevo año se nos despierte la intriga por el porvenir. Si bien a veces quisiéramos descubrir lo que nos deparará, Dios ha dispuesto que no podamos correr ese velo de misterio que envuelve el futuro. Yo personalmente me conformo con que sea así, pues tengo la certeza de que Dios sabe lo que más le conviene a cada uno. Hay, sin embargo, algo que sí conocemos: que podemos dejar atrás el pasado, con todos sus afanes, preocupaciones, angustias, pesares, errores y fallos. ¿No te parece estupendo? Todo lo sucedido el año pasado -ya si fue bueno, ya si malo-, todo remordimiento o tristeza que nos haya dejado, está en manos de Dios. Si de veras confiamos en Él, podemos extraer agua dulce de las sequedades del desierto del pasado, cualesquiera que hayan sido estas. En este año que comienza, Él puede ofrecerte una corona en lugar de cenizas, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento, la dicha de la mañana en lugar de las sombras de la noche (Isaías 61:3; Salmo 30:5). Él promete que todas las cosas redundan en bien para los que aman a Dios, «los que conforme a Su propósito son llamados» (Romanos 8:28). De modo que si eres hijo Suyo y de verdad aceptas Sus designios para ti -si eres de los que aman a Dios y han sido llamados conforme a Su propósito-, Él puede hacer que todo redunde en tu bien. ¿Cuántas personas afirman confiar en Dios y, sin embargo, se preocupan por las manchas y los borrones de las páginas de su pasado? Nunca se gozan en la plenitud del perdón y la misericordia de Dios, en la promesa de que Él borra nuestros pecados. «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de Mí mismo, y no me acordaré de tus pecados» (Isaías 43:25). Dios no pretende que retrocedamos y desandemos lo andado: no podemos volver a vivir el pasado. Además, ¿quién querría hacer eso siendo el futuro tan radiante y promisorio? Cuando pienso en el año que tengo por delante, me acuerdo de todas las promesas divinas que podemos invocar y de lo halagüeño que puede ser el futuro. ¡Qué maravillas pueden producirse, milagros de fe, pues Su Palabra inconmovible está a nuestra disposición! Jesús está con los brazos extendidos impidiéndonos volver al pasado. Dado que Él ya pagó por nuestros pecados, la Biblia dice que debemos olvidar lo que queda atrás y extendernos a lo que está delante, «prosiguiendo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3:13-14). Nada que hagamos puede exonerarnos del pasado. De todos modos, sí hay redención para nosotros: Jesús nos redime y nos limpia de todo el ayer. Mas ¡qué pena que sigamos cargando con el pasado cuando el Señor hizo un tremendo sacrificio precisamente para librarnos de ese lastre! ¿Habrá algo más maravilloso que el milagro del perdón, la seguridad de que Jesús nos ha perdonado nuestros pecados? Y lo mejor es que eso se nos aplica a todos. Él murió por todos nosotros. Lo único que tenemos que hacer es extender la mano y tomarlo, tomarlo a Él por Salvador y aceptar Su perdón. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Él lo ha prometido, y no puede faltar a Su Palabra.

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