martes, 10 de noviembre de 2009

No perdamos nunca el verdadero sentido de la Navidad


El propio árbol de Navidad puede aprovecharse para dar testimonio, como símbolo de la belleza de la vida y de lo viviente. Durante el invierno, rodeados de muerte y asolación, los árboles de hoja perenne son signo de la vida eterna. Pese a los rigores del tiempo, las plantas de hoja perenne siguen vivas y conservan su verdor y lozanía a lo largo de toda la temporada invernal. En este aspecto, son semejantes al Señor. Que el árbol, pues, sea un recuerdo de Jesús, Hijo del imperecedero y eterno Dios de los Cielos, y un recordatorio de nuestra perennidad y vida eterna y de los otros dones con que nos adorna continuamente. No olvidemos nunca el verdadero sentido de la Navidad, ni dejemos que el real simbolismo del árbol y el espíritu de Cristo que dio origen a la celebración terminen anegados en la confusión y superficialidad de este mundo. Glorifiquemos al Señor en estas fechas.

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