jueves, 12 de noviembre de 2009

La eficacia de la alabanza


El siguiente relato trata de una de las campañas militares más insólitas de la Historia. ¿Quién ha oído hablar de una batalla dirigida por un conjunto de cantantes y músicos? ¡Y vaya música la que entonaron! He aquí lo sucedido, de acuerdo con 2 Crónicas capítulo 20… Llegaron a oídos de Josafat, rey de Judá, noticias urgentes que le advertían del rápido avance de un multitudinario ejército. Tres reinos se habían unido en una ofensiva para atacarlo. Josafat resolvió pedir auxilio al Señor. Consciente de la inferioridad de sus fuerzas frente a los poderosos ejércitos del enemigo, proclamó un periodo nacional de oración y ayuno a lo largo de toda la tierra de Judá. Gentes de todas partes empezaron a afluir hacia la capital, Jerusalén, en busca del socorro divino. Entonces, en medio del pueblo, Josafat elevó de todo corazón una fervorosa plegaria: —Oh Señor, Dios de nuestros padres, ¿no eres Tú Dios en los Cielos? Tienes dominio sobre reinos y naciones, y en Tu mano tienes tal fuerza y potencia que no hay quien te resista. Al oír la conmovedora oración del rey, la muchedumbre cobró ánimo. —Sabemos que cuando nos sobreviene una calamidad —prosiguió—, sea cual sea el peligro que se cierne sobre nosotros, si nos presentamos delante de Ti y clamamos a Ti en nuestras tribulaciones, Tú nos oyes y nos salvas. Porque en nosotros no hay fuerzas contra tan gran ejército que viene contra nosotros. No sabemos qué hacer, y a Ti volvemos nuestros ojos. De repente, un joven sacerdote llamado Jahaziel clamó a gran voz a toda la asamblea del pueblo: —El Señor os dice así: «No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios». Una sensación de alivio y tranquilidad se extendió entre la multitud al comprender todos que Dios había oído sus clamores y que sin duda había acudido a responder sus súplicas. Jahaziel prosiguió con su mensaje: —No tendréis necesidad de combatir en esta batalla. Tomad vuestros puestos, estad quietos y ved la salvación del Señor con vosotros. Al terminar el anuncio, el rey Josafat y todo el pueblo rindieron culto al Señor mientras los sacerdotes alzaban sus voces en alabanza a Dios. Al día siguiente, mientras las tropas se preparaban para la batalla, el rey Josafat les dio palabras de aliento, recordándoles: —Creed en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros; tened fe en Sus profetas, y alcanzaréis triunfos. Después que el rey consultó con su pueblo, surgió la idea de nombrar a un grupo de cantantes que marchasen a la vanguardia delante de las tropas. ¡Qué paso de fe tan atrevido, dando muestras de que confiaban en que Dios pelearía por ellos! Josafat les mandó que «alabaran al Señor por la hermosura de Su santidad». Al momento de tomar posiciones y colocarse delante de las filas, cantaron: —Dad gracias al Señor, porque Su misericordia es para siempre. Con ello le agradecieron a Dios anticipadamente la victoria que Él les había prometido. Apenas habían empezado a entonar cánticos y alabanzas, el Señor —según narra la Biblia— puso emboscadas contra los invasores, y éstos cayeron derrotados. Aunque el texto no especifica qué eran aquellas emboscadas, sí explica que surgieron discordias entre los hombres de esos tres reinos invasores, los cuales se pusieron a pelear unos contra otros, desatándose así una violenta refriega. Primero los hombres de dos de las tribus enemigas se levantaron contra los de la tercera para matarlos, y cuando hubieron acabado, los dos ejércitos se destruyeron el uno al otro. Al llegar los hombres de Judá a un promontorio que dominaba el campo de batalla, no vieron más que cadáveres por tierra. Ninguno de sus enemigos había escapado. Josafat y sus hombres encontraron tanto botín que no podían cargar con todo. Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraca —que significa alabanza— y allí bendijeron al Señor. El pavor de Dios cayó sobre todos los reinos cuando oyeron cómo había peleado el Señor contra los enemigos de Israel. Como consecuencia, el reinado de Josafat fue tranquilo. Dios le dio paz por todas partes.
* * * ¡Qué espléndidas enseñanzas de fe, oración y alabanza! Al verse frente a una oposición abrumadora, Josafat oró fervientemente y se encomendó completamente al Señor, confesando sus debilidades y su incapacidad. Luego, al recibir la promesa de que Dios le concedería la victoria, actuó según su fe y ordenó que los músicos y cantantes dirigieran las tropas, exclamando y entonando alabanzas al Señor. Así el propio Dios los libró milagrosamente de sus enemigos. Eso mismo es válido para nosotros en la actualidad: Cuando nos veamos frente a batallas y pruebas de índole personal que seamos incapaces de superar, encomendémonos al Señor y clamemos a Él de todo corazón. Apoyados en las promesas de Su Palabra, podremos lanzarnos al ataque, alabando al Señor y agradeciéndole la victoria por fe. La alabanza es la voz de la fe. Si de veras creemos que el Señor ha oído nuestras oraciones, lo alabaremos por la respuesta, aun antes de verla. Total que cuando el Diablo te tiente a desanimarte y deprimirte, a alterarte, preocuparte y quejarte de tus desgracias, acuérdate de la eficacia que tiene la alabanza. Procura apreciar más todos los favores que Dios te ha otorgado, y alábalo y dale gracias. El Diablo no aguanta la alabanza; la detesta. Por eso, si quieres derrotarlo totalmente, ponte a alabar al Señor pase lo pase. «Sométete a Dios; resiste al Diablo, y huirá de ti» (Santiago 4:7). Cuando afrontes pruebas y batallas, lánzate al ataque cantando, recitando versículos de la Biblia y alabando a Dios, ¡y Jesús te dará la victoria!

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