martes, 17 de noviembre de 2009

La decisión


¿Alguna vez has pensado en la decisión que tuvo que tomar Moisés para abandonar Egipto? Fue precisamente esa decisión la que hizo de él un gran hombre. A Salomón se lo recuerda por su sabiduría, a Daniel por sus visiones, a David por sus salmos y a Pedro por su celo. En cambio, Moisés alcanzó la celebridad a raíz de la decisión que tomó. En el capítulo 11 de la Epístola a los Hebreos Moisés aparece incluido entre los famosos héroes de la fe: «Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón» (Hebreos 11:24-26). Moisés, a quien la hija del Faraón encontró en una cesta entre los juncos del río Nilo, se crió en el palacio real, donde gozó de privilegios y opulencia. Pero ya siendo mayor tuvo que tomar una determinación. Era hebreo; no egipcio. Por tanto, ¿sería fiel a Egipto y llevaría la corona de los faraones, u optaría por reintegrarse a su propio pueblo? Es de suponer que aquello puso al joven Moisés en un grave dilema. Cabe imaginárselo subiendo a algún lugar elevado y observando las luces de la ciudad imperial, el palacio con todas sus riquezas y belleza, con aquellas cosas a las que se había habituado toda su vida. Supongo que de ahí volvió la mirada al sur y contempló las pirámides, donde los hombres de su pueblo trabajaban como esclavos del Faraón elaborando ladrillos. Al verlos trajinar al son del látigo de sus captores, el corazón de Moisés debía de arder dentro de él. Eran de su mismo linaje, pero si optaba por convertirse en uno de ellos, tendría que renunciar a las comodidades y lujos de los que siempre había gozado. Vestiría el atuendo de los esclavos y dejaría atrás para siempre a su madrastra, la hija del Faraón. Pese a ello, la Palabra de Dios dice que escogió «antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado». Tengamos en cuenta que aquellos deleites del pecado eran más tentadores de lo que uno pensaría leyendo ese simple pasaje: en aquel entonces Egipto era el lugar más atractivo de la Tierra. Sus bodegas rebosaban de grano, y los tesoros del mundo llenaban sus arcas. Moisés pudo haber heredado todo aquello. Habiendo sido instruido «en toda la sabiduría de los egipcios» (Hechos 7:22), era perfectamente consciente de lo que entrañaba aquella decisión: renunciar a las riquezas del imperio más poderoso de la Tierra para hacerse esclavo. Sin embargo, además de poseer cultura y sabiduría, Moisés tenía visión de futuro: estuvo dispuesto a sacrificar los placeres del presente para obtener recompensas futuras. Tuvo, según reza la Escritura, «puesta la mirada en el galardón». Es decir, sabía que los deleites del pecado duraban apenas un momento y que, en cambio, las recompensas divinas por decidir con acierto serían eternas. Moisés comprendió que, sin el favor de Dios, un millonario es apenas un mendigo. El apóstol Pablo escribió de Jesús: «Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico» (2 Corintios 8:9). Esa misma decisión tomó Moisés. Pese a que aquella resolución supuso privaciones, sufrimientos y una terrible humillación, prefirió ser el menor de los hijos de Dios aquí en la Tierra y llevar una corona para siempre en el Cielo (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10). Así pues, tomó partido por los hijos de Dios, a fin de comparecer junto a ellos delante del Rey eterno. Desde la escalinata del palacio, la determinación de Moisés pudo haber parecido insensata. Sin embargo, cuando él vuelve hoy la vista atrás desde la escalinata que conduce al trono de Dios en el Cielo, se hace evidente que fue una decisión muy atinada y magnífica. Como consecuencia, llegó a ser uno de los grandes dirigentes de la Historia, y su influencia se hace sentir hasta el día de hoy. Actualmente son muchos los que al tomar decisiones pecan de miopía: solo ven el presente, y por él hipotecan su futuro. No ven el galardón que podría ser suyo. ¿Qué decisiones tomas tú? ¿Eres corto de miras? ¿Sufres de miopía espiritual y vives mayormente para el presente? ¿O guardas en tu pensamiento y en tu corazón la expectativa del gran galardón que Dios ha prometido a quienes le den prioridad y busquen primeramente Su reino? ¿Los placeres te nublan la vista y te impiden ver el gran premio que Dios te tiene reservado? Las realidades de la eternidad son deleites perdurables. Dios te ama y tiene grandes planes para ti, pero deja la decisión en tus manos. Elige bien.

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