sábado, 7 de noviembre de 2009

Huecos santos


¿Qué sería de nosotros sin huecos? ¿Qué haría la gente si no tuviera siete huecos en la cabeza? (Cuéntalos.) De no tener siete huecos no podrías comer, ni saborear, ni oler, ni oír, ni ver. Ni siquiera respirar. De hecho tienes muchos huecos más, pues cada poro de tu piel es un hueco. Sin esos poros la piel no podría respirar ni transpirar. Si no tuvieras huecos tampoco tendrías pelo, pues cada pelo crece dentro de un huequito llamado folículo. El tema de los huecos es casi inagotable, pues hay una infinidad. Da la impresión de que todo se compone de huecos. Nuestro cuerpo está repleto de huecos. Los vasos sanguíneos y pulmones son huecos. El corazón tiene huecos bien grandes para que la sangre fluya por ellos. El ombligo es un hueco sin el cual ni siquiera habríamos nacido. ¡Vaya! ¡Hay muchos huecos importantes! Estamos llenos de huecos. El mundo está repleto de huecos. Si no fuera por ellos no habría árboles, ni flores, ni verduras, ni frutas, pues todos ellos crecen en huecos de la tierra y ellos mismos están llenos de huecos: la savia de los árboles fluye a través de huecos por el tronco y por las hojas. ¿Qué es una casa sino un hueco en el que uno vive? Si la casa no tuviera esos huecos que llamamos ventanas, no podríamos ver el exterior ni sería posible que entraran la luz y el aire. Si no fuera por los huecos, no habría grifos por donde saliera el agua, y pasaríamos muchísima sed. Lo peor del caso es que la casa ni siquiera tendría puerta, de modo que no podríamos entrar en ella, o salir de ella si estuviésemos dentro. ¿Qué otros huecos útiles se te ocurre que hay? La Tierra misma es una esfera hueca llena de fuego, que de vez en cuando sale por unos huecos llamados volcanes. Los mares son enormes huecos llenos de agua. Todos los lagos, arroyos y pozos también son huecos. De unos huecos llamados minas sacamos diamantes, otras piedras preciosas y toda clase de minerales: oro, plata, cobre, hierro, estaño y montones más. No contaríamos con ninguno de esos elementos útiles y valiosos si no fuera por los huecos. El mundo entero es una enorme bola acribillada. Y si pudiéramos ver las cosas bien de cerca, nos daríamos cuenta de que todo está hecho de huequitos muy pequeños cargados de energía a los que llamamos átomos. De modo que todo está formado mayormente por huecos con alguito alrededor. Todo se compone más de nada que de algo. Al fin y al cabo, el universo es mayormente espacio. Es un gigantesco hueco lleno de nada, a excepción de unos cuanto cuerpos celestes llamados planetas, estrellas, lunas y cosas así, que en comparación con el inmenso vacío que los rodea llamado espacio son muy pequeños. El universo es un hueco tan inmenso que ni siquiera sabemos dónde termina. ¡Es un vacío colosal! La Biblia enseña que Dios incluso colgó la Tierra de la nada (Job 26:7) y que la creó de la nada (Génesis capítulo 1; Hebreos 11:3). Ya ves que hay más nada que otra cosa, y que todo está hecho mayormente de nada. Dios lo hace todo de la nada, a partir de un poco de nada rodeada por Él. Si puedes creer en Dios, todo es posible, pues Él lo hace todo a partir de la nada, ¡incluidos tú y yo! Somos nada, y si no fuera por Dios, no existiríamos. De nuestra nada, Él hace algo. Es como un círculo que rodea nuestra nada y la convierte en algo. Cuando estamos rodeados por Dios, aun nuestra nada puede ser algo. Es más, ¡podemos ser casi cualquier cosa! Total que la próxima vez que veas un hueco, recuerda que ni siquiera lo sería si no estuviera rodeado de algo. Tú eres como ese hueco. Y si te parece que eres un don nadie, un gran cero a la izquierda o apenas un huequito, no tienes más que rodearte con algo de Dios para convertirte en un huequito muy útil e importante, un poco de nada rodeada de Dios, que es como Él lo ha hecho todo. Puedes ser cualquier cosa si eres un buen hueco, ¡un don nadie rodeado de Dios! Porque Dios se dedica a crear cosas de la nada. La nada es inacabable. Lo que es algo siempre termina, pero la nada nunca se agota. De modo que si aceptas no ser nada, puedes llegar a ser mucho más que algo. La poetisa Emily Dickinson escribió una vez:
¡Yo nadie soy! Tú eres ¿quién? ¿Nadie también? Ya somos dos. ¡No digas nada! Nos desterrarían. ¡Qué aburrido ser alguien! ¡Cuán público andar como una rana croando todo el día tu nombre ante una ciénaga admirada! Todos los que son alguien no serían nada de no ser por nosotros, los que no somos nadie. Todos los que se creen algo no serían nada si no fuera por nosotros, los que no somos nada. ¿Sabes qué es el amor? Es un hueco que hay que llenar. Y además algo con qué llenarlo. Como tú, yo y Jesús. Hay huecos cuadrados, redondos y de todas las formas. Para llenarlos se necesitan todo tipo de tarugos. No importa, pues, qué clase de tarugo seas: siempre habrá algún hueco en el que encajes. Tampoco importa qué clase de hueco seas: Dios te conoce bien. Todos los huecos son un poco de nada hecha para algo. Total que si te consideras una nada, en algún sitio ¡hay algo para ti! ¿Eres un hueco? Pues entonces Dios te tiene algo reservado. Los que no son huecos no pueden recibir nada, pues ya se creen algo. La Biblia advierte: «El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña» (Gálatas 6:3). También dice que Dios «a los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos» (Lucas 1:53). Si un hueco está lleno, Dios no puede poner nada en él. Todo lo que pone se cae, porque el hueco están tan lleno de algo que no puede contener nada más. Es que hay que ser un hueco para poder contener algo. ¿A quién se le ocurriría llenar algo que no sea un hueco? A Dios le encantan los huecos. Los científicos afirman que la naturaleza aborrece el vacío. Pero yo digo que a Dios le encantan los espacios vacíos, porque le gusta llenarlos. ¿Eres un buen hueco lleno de nada? En ese caso, Dios puede llenarte de algo y hacer de ti un hueco muy feliz lleno de lo que Dios quiera poner dentro de ti. Tienes que ser nada para llegar a ser algo. Conténtate, pues, con ser uno de los huequitos de Dios. ¿Qué te parece? Y de paso, seamos santos también, ¿de acuerdo? ¿Eres un hueco? Pues si das cabida a Dios, serás santo. Seamos todos huecos santos. ¿Sabías otra cosa? Jesús se llamó a Sí mismo un hueco: la Puerta (Juan 10:9). Él es el hueco por el que tienes que pasar para entrar en la casa de Su Padre. Es más, Jesús es el único hueco de acceso (Juan 14:6). ¿Has entrado tú en la casa del Padre a través de Jesús, el Hueco, la única Puerta?

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