domingo, 29 de noviembre de 2009

¡Es Él! ¡Es Él!


Pasé con Una amiga frente a un cine justo a la hora en que terminaban varias películas y cientos de personas salían a la calle. Un chico en particular me llamó la atención, por su gran estatura. Venía directamente hacia nosotras. Debía de medir dos metros diez y tenía la contextura atlética de un jugador de baloncesto. Cuando me volví para decirle a Abi lo que pensaba, ella corrió hacia él. —¡Francisco, déjame darte la mano! —exclamó emocionada—. ¡No, mejor déjame abrazarte! ¡Estás jugando fantásticamente! ¡Estoy segura de que tu equipo va a salir campeón! La entusiasta reacción de Abi también llamó la atención. Estaba animada y encendida, mientras que los demás viandantes daban muestras de indiferencia. Puede que algunos lo reconocieran, pero ninguno reaccionó. Muchos, sin embargo, ni siquiera notaron en medio del gentío a aquel chico de más de dos metros de altura. Andaban metidos en su propio mundo. De los cientos de personas que circulaban por allí, Abi fue la única que corrió a saludarlo, lo llamó por su nombre, conocía su trayectoria profesional y lo elogió por la buena actuación de su equipo, los San Antonio Spurs, en aquella temporada. Siendo muy aficionada a los deportes, Abi se rió y habló del encuentro hasta que llegamos a casa. Estaba encantada. Se moría de ganas de contárselo a su marido y a sus hijos. Francisco también parecía haberse quedado encantado. Pensando en aquella experiencia a la mañana siguiente, de golpe se me ocurrió algo sorprendente. ¿Cuántos de nosotros tenemos a Jesús por un héroe? ¿Lo vemos reflejado en los demás? ¿Advertimos Su mano en el mundo que nos rodea? ¿Corremos a Él entusiasmados? ¿Proclamamos Su bondad cada vez que se nos aparece? Quienes conocemos a Jesús lo vemos caminando entre nosotros. Su presencia nos emociona y nos transforma. Puede que no se nos aparezca como un jugador de baloncesto de dos metros diez. Tal vez tome la forma de un nene cuya sonrisa nos alegra la vida. Quizá se aparezca como un amigo que sabe precisamente lo que debe decirnos. En algún momento tal vez sea el médico que nos repara el organismo con destreza. Puede que se presente como un desconocido amigable que te dice que Jesús te ama y quiere vivir en tu corazón. Quienes lo conocemos, lo amamos. No podemos contener la emoción cuando nos encontramos con Él, y queremos que otros también lo conozcan.Joyce Suttin es miembro de la Familia Internacional en los Estados Unidos.

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