miércoles, 25 de noviembre de 2009

Enciende tu luz


En esta temporada navideña el mundo gime y se lamenta por las pérdidas y tragedias del año. Muchas vidas quedaron truncadas y muchos sueños se desbarataron. En todo el mundo la gente necesita ver esa luz de amor que vino a la Tierra para iluminar su vida, de la cual el profeta Isaías escribió: «El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos» (Isaías 9:2, RV95). Hoy, al ver que se extienden las sombras que nos rodean, pareciera que esa luz prácticamente ha desaparecido. Sin embargo, no todo es siempre lo que parece. Las tinieblas nunca podrán triunfar sobre la luz. Con solo accionar un interruptor o encender una vela, la oscuridad se desvanece. Lo mismo puede suceder en la vida. Dejemos entrar la luz y el amor de Jesús en nuestro corazón y reflejémoslos sobre los demás, tendiéndoles una mano de compasión y bondad. Su luz resplandece con fulgor sobre el telón de fondo de odio e indiferencia que prevalece en gran parte del mundo, y además ahuyenta las tinieblas de nuestro entorno inmediato. «¿De qué vale eso? —me dirás—. No va a cambiar gran cosa». Tal vez parezca que el efecto que eso tiene es imperceptible e intrascendente. Sin embargo, puede que te lleves una sorpresa. La luz de una vela es visible a más de un kilómetro de distancia cuando está muy oscuro. Recuerdo una anécdota sobre un hombre que, mientras caminaba por la playa, iba recogiendo estrellas de mar que habían quedado varadas en la arena y las arrojaba de vuelta al agua. Movido por la curiosidad, alguien le preguntó por qué lo hacía. «Hay cientos de estrellas de mar en esta playa. ¿De qué sirve?» El hombre se agachó para recoger otra y, tirándola al agua, respondió: «A ésa le sirvió». Tú también puedes prestar un gran servicio a los demás dejando brillar tu luz sobre ellos, de manera que cobren ánimo y se llenen de esperanza para el próximo año. Como en el caso de las estrellas de mar, quizá no puedas ayudar a todo el mundo, pero puedes influir para bien en las personas con quienes entres en contacto. Y la cosa no se detendrá ahí, porque ellas a su vez pueden influir en quienes estén a su alrededor. Es posible hacerlo, y podemos comenzar ahora mismo rezando todos la siguiente oración navideña: Jesús, llena nuestro corazón de la luz y el amor de la Navidad. Conviértenos en una cadena de lamparitas vivas que triunfen sobre las tinieblas e iluminen con Tu amor el mundo que nos rodea. Amén. Lilia Potters es misionera de La Familia Internacional en Oriente Medio.

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