sábado, 14 de noviembre de 2009

Embajadores DEL AMOR


Dios se propone mostrar al mundo cómo es Él, y para ello debe valerse de Sus hijos. Jesús dijo: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío» (Juan 20:21). Jesús vino a amar al mundo y nos llama a nosotros a hacer lo propio en cada faceta de nuestra vida, por todos los medios de que podamos echar mano. Nos insta a que manifestemos a los demás el amor de Dios. La única forma de que nuestros semejantes descubran el gozo, la paz, el amor, la felicidad y el Cielo que ofrece Dios es por intermedio de nosotros. Sea cual fuere nuestro lugar de origen, si tenemos a Jesús, somos Sus embajadores y representamos al Rey de reyes, que rige los destinos del universo. ¿Cuál fue el último mensaje que dio Jesús a Sus discípulos antes de ser detenido, encarcelado, azotado y muerto? «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35). Habló del amor. Dijo que el amor era preeminente. ¿No habría bastado con que ellos anunciaran el amor de Jesús? ¿No podía haberles dicho el Señor: «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si predicáis Mi mensaje»? Es evidente que no. No basta con hablar del amor. Mandó a Sus discípulos que manifestaran amor. Era preciso que lo vivieran. Él sabía que no había forma de invalidar un ejemplo de esa naturaleza. En consecuencia, aquellos primeros cristianos pusieron el mundo patas arriba con el amor de Dios. Su modus vivendi convenció a los demás de que su fe estaba basada en algo real. «¡Miren cómo se aman esos cristianos!» Hasta sus perseguidores romanos se maravillaban y preguntaban: «¿Quién es este Cristo y cómo es que los hace tan felices? Aunque ustedes no tienen nada, lo tienen todo. ¿Cómo puedo hallar yo esa misma felicidad?» Tal fue el efecto que tuvieron que al cabo de doscientos años una de cada cinco personas profesaba la fe cristiana. Hoy en día, casi dos mil años después, el corazón del hombre sigue siendo igual. Muchísimas personas viven permanentemente buscando amor y, sin embargo, en muy escasas ocasiones, por no decir ninguna, lo encuentran. Por todos lados la gente busca un rayo de esperanza, de salvación, alguna luz, una migaja de amor, de misericordia, un lugar donde hallar algo de alivio. Los que hemos hallado a Dios y Su amor tenemos lo que los demás han buscado toda la vida y necesitan con gran urgencia. Si podemos demostrarles que el amor existe, podrán creer que Dios existe, porque «Dios es amor» (1Juan 4:8). Aun los pequeños detalles significan mucho. La luz de nuestra sonrisa, la expresión de bondad de nuestro rostro y la influencia que ejercemos con nuestra vida son capaces de iluminar a muchos y pueden tener un efecto asombroso en las personas más insospechados. Cuando perciben nuestro amor y les decimos que se trata del amor de Dios, ello las lleva a pensar que quizás es cierto que haya Alguien que las ama. Puede modificar todo su enfoque de la vida y ayudarlas a comenzar de nuevo. Que siempre se nos conozca por el amor.

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