viernes, 13 de noviembre de 2009

El árbol de Navidad


Contemplando la hermosura de un árbol de Navidad, me pregunto: ¿Qué significa ese abeto para mí? El árbol de hoja perenne simboliza a Jesús, que vive inconmoviblemente en mi corazón. No muere en el invierno de mis dificultades, sino que siempre me acompaña. La estrella en la copa del árbol es como aquel lucero inolvidable que alumbró el camino hacia el humilde pesebre "primer hogar de mi Salvador" hace más de dos mil años. Me recuerda, asimismo, que mire siempre hacia arriba, que en todo momento hay una estrella emisora de esperanza, aun en mis noches más oscuras. Los adornos simbolizan todo lo que es bueno y me colma la vida de alegría y variedad. No es con suficiente frecuencia que dedico tiempo a agradecer a Dios los bienes y favores que me concede, e incluso las circunstancias tristes y los momentos difíciles que han hecho de mí quien soy hoy en día. La vida no sería vida sin el contraste entre la alegría y la tristeza, el bien y el mal. ¿Y las luces de colores? Me recuerdan lo que hace Dios para iluminar mi camino por la vida. «Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Salmo 119:105). No tengo motivo para sentirme sola jamás. Por último, los regalos al pie del árbol simbolizan los que yo le hago a Jesús. Al fin y al cabo, es Su cumpleaños. Los regalos de mayor valor son los regalos de amor: tiempo, amistad, compañía, generosidad, perdón y comprensión. Cada vez que entrego de corazón algo a los demás, le hago un obsequio a Jesús. Lo más importante de la Navidad no son los regalos que se hacen, sino el amor que se brinda. Esa es la esencia de la Navidad.

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