martes, 17 de noviembre de 2009

DIOS fue el PRIMERO en saberlo


Algunos dicen que la Biblia está plagada de inexactitudes científicas. Cabe afirmar, sin embargo, que cientos o incluso miles de años antes que la ciencia descubriera numerosas verdades acerca de nuestro mundo, ya se hallaban registradas en los textos sagrados que actualmente componen la Biblia. Por ejemplo, fue más o menos en tiempos de Colón (1451-1506) cuando quedó establecido científicamente que la Tierra es esférica y se halla suspendida en el espacio. No obstante, aproximadamente en el año 700 a.C. una profecía hebrea anunciaba: «[Dios] está sentado sobre el círculo de la Tierra» (Isaías 40:22). Treinta siglos antes de Colón, Job había escrito: «[Dios] extiende el norte sobre vacío, cuelga la Tierra sobre nada» (Job 26:7). A más de esto, cuando el Señor anunció Su segunda venida se refirió a tres escenas simultáneas: una nocturna (en la cama), una matinal (mujeres moliendo) y una de pleno día (hombres en el campo) (Lucas 17:34-36), lo cual es, sin duda, una referencia indirecta a la redondez de la Tierra. Galileo (1564-1642) fue el primero en descubrir que es imposible contar el número de las estrellas, hecho que ha sido corroborado por los científicos de la actualidad, quienes estiman que son «miles de millones». El astrónomo griego Ptolomeo (100?-170 d.C.) afirmó que eran 1056. Johannes Kepler (1571-1630) contabilizó 1005. El astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) contó 777. Veintidós siglos antes de Galileo, el profeta Jeremías dijo que «no puede ser contado el ejército del cielo» (Jeremías 33:22). En el año 1643 Evangelista Torricelli inventó el barómetro y descubrió así la forma de medir la presión atmosférica y por ende demostrar que el aire tiene peso. En el que se considera el libro más antiguo de la Biblia, Job dice que «Dios da peso al viento» (Job 28:25). Los fuertes vientos permanentes de gran altitud que ejercen una importante influencia en los sistemas climáticos fueron descubiertos por la ciencia en el siglo xix. Casi 3.000 años antes, el rey Salomón escribió: «El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo» (Eclesiastés 1:6). La Biblia describió también el ciclo del agua muchos siglos antes que fuera claramente delineado por la ciencia. «[Dios] atrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia, la cual destilan las nubes, goteando en abundancia sobre los hombres» (Job 36:27-28). «Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo» (Eclesiastés 1:7). La verdadera relación entre la ciencia y la Biblia quizá se resuma óptimamente en las palabras del astrónomo británico John Herschel (1792-1871): «Pareciera que todos los descubrimientos realizados por la humanidad tuvieran como único fin confirmar cada vez de manera más rotunda la veracidad de todo lo que contienen las Sagradas Escrituras».

No hay comentarios:

Publicar un comentario