sábado, 14 de noviembre de 2009

Dedicar tiempo a los demás


Una anciana de salud muy frágil se me acercó en un centro comercial y me preguntó dónde podía encontrar un taxi. Como tenía prisa le dije que no había taxis a esa hora del día y le aconsejé que llamara uno por teléfono. Ante eso se puso a llorar de impotencia. Dios me habló interiormente: «Esa señora necesita Mi amor. Aminora la marcha y manifiéstaselo». Sosteniéndola con un brazo, la ayudé a entrar al centro comercial, le busqué un asiento y le llamé un taxi. Era evidente que algo la perturbaba, así que me senté a su lado y le pregunté qué le pasaba. Me explicó que era el tercer aniversario del fallecimiento de su marido y que lo extrañaba mucho. Le hablé de las maravillas del Cielo tal como se describen en la Biblia, y al enterarme de que tanto ella como él eran creyentes, le aseguré que se reuniría con él allá y que estarían juntos por la eternidad. Ni bien terminé de decirle eso, llegó su taxi. Mientras la acompañaba hasta la puerta me agradeció efusivamente que me hubiera detenido a darle una mano y levantarle el ánimo. Me alegro de haberme tomado unos minutos para mostrarle un poco de amor.

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