martes, 17 de noviembre de 2009

Claves para la buena comunicación


La buena comunicación con cualquier persona —con tu cónyuge, tu jefe, tus compañeros de trabajo, tus hijos, tus padres o tus amigos— depende de unos pocos principios fundamentales que rigen las relaciones humanas. Si aprendes a aplicarlos, tienes grandes posibilidades de que tus relaciones sean felices y productivas. Sinceridad. La buena comunicación se basa en el respeto mutuo, y éste va de la mano con la sinceridad. Para empezar con buen pie una relación con otra persona hay que ser sincero y franco. Tacto. Aunque es imperativo ser sincero, también es importante expresarse de forma cuidadosa y considerada, sobre todo cuando se trata de personas un poco susceptibles o de temas delicados. Prudencia. La prudencia te enseña a tener tacto. Se obtiene por experiencia o pidiéndosela a Dios. En el versículo Santiago 1:5 Dios promete dárnosla si se la pedimos. Amor. Cuando una persona se siente amada o percibe que otros se preocupan por ella, ve todo lo demás en su debida perspectiva. Puede que no hagamos ni digamos todo a la perfección; pero si los demás ven que estamos motivados por el amor, los problemas o malentendidos de poca monta no pasan a mayores. Oración. Orar mentalmente, en silencio, es algo que conviene hacer en toda situación. Sin embargo, a veces el hacerlo en voz alta con otra persona es el medio más eficaz de establecer un vínculo con ella en una dimensión espiritual. Orar juntos genera un clima de paz y fomenta la unidad. Además, cuando reconocemos que necesitamos la óptica del Señor acerca de algún asunto y Su ayuda para resolverlo, Él está más que dispuesto a complacernos. Optimismo. El afrontar las cosas con una actitud positiva normalmente suscita una reacción igualmente positiva. Los elogios y las palabras de aliento siempre son bienvenidos. Iniciativa. En muchos casos lo que lleva a ambas partes a refrenarse es el temor al rechazo o a ser malinterpretadas. Al dar el primer paso demostramos fe en la otra persona, lo que a su vez ayuda a disipar las reservas que pueda albergar. Sentido de la oportunidad. Lo que se dice es tan importante como el momento que se escoge para decirlo. «El corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio» (Eclesiastés 8:5). Sensibilidad. En vez de estar muy preocupado de las propias necesidades y sentimientos, y en consecuencia ser propenso a ofenderse con facilidad, es preferible ser sensible a lo que complace o desagrada a los demás, sus necesidades y estados de ánimo. Amplitud de miras. Las opiniones de las personas y su manera de abordar los problemas son tan diversas como las personas mismas. El hacer a un lado nuestros pensamientos y guardar silencio hasta que la otra persona haya expresado lo que piensa es una manifestación de respeto, y propicia los intercambios positivos y fructíferos. Una persona se siente mucho más cómoda con nosotros y acude a pedirnos consejo si sabe que la escucharemos, aunque no siempre coincidamos con ella. Empatía. Ponte en el lugar del otro y procura entender los sentimientos que motivan sus palabras. Paciencia. A veces resulta difícil escuchar lo que los demás quieren decir sin interrumpirlos, ni tratar de apurarlos, ni terminar las frases por ellos. Sin embargo, es una demostración de amor y respeto, que a la larga da fruto. Sentido del humor. Unas risas pueden ser muy oportunas para evitar que un intercambio dificultoso se torne demasiado intenso. No te tomes las cosas a la tremenda. Mostrarse accesible. El diccionario define a una persona accesible como «de fácil acceso o trato». Si alguien sabe que vas a dedicar tiempo a escucharlo, ya te has ganado un amigo. Claridad. Habría menos malentendidos entre las personas si éstas se dejaran de indirectas y de tantas insinuaciones. No dejes a tu interlocutor tratando de adivinar lo que piensas: dilo sin rodeos. Si no estás seguro de que entendió lo que querías decir, pregúntaselo. Esfuerzo. A veces cuesta trabajo comunicarse, pero bien vale la pena por los beneficios que reporta. Constancia. Las personas que se comunican con frecuencia se entienden mejor y tienen mayores probabilidades de resolver sus diferencias en cuanto surgen.

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