martes, 17 de noviembre de 2009

Apuntes sobre el Tiempo del Fin: La sociedad vigilada


En 1949, Poco antes de su muerte, George Orwell escribió su obra cumbre, la novela 1984. Este clásico de la literatura pinta un futuro estremecedor: El mundo ha caído bajo el dominio de tres grandes regímenes totalitarios. El que controla América y las Islas Británicas se denomina Oceanía y está regido por el Gran Hermano. El Estado es preeminente, y hay que servirlo con incuestionable lealtad. Con ese fin, se ha despojado a los ciudadanos de su vida privada. Sin vida privada, no hay libertad. Las noticias, los libros, las obras de teatro, las películas... todo está sujeto a censura. La Historia se ha reescrito siguiendo criterios de propaganda. La Policía del Pensamiento vigila los patrones conductuales de la gente a fin de detectar posibles tendencias desviacionistas. Dispositivos de escucha omnipresentes captan hasta las conversaciones más íntimas. Tal vez el medio de control más eficaz es la televisión, pues los aparatos son tanto receptores como emisores y permiten ver lo que ocurre en cada cuarto de las oficinas, fábricas y hogares. El individuo no se libra en ningún momento de la vigilancia de las fuerzas de seguridad de Oceanía. Por profético que fuera su libro, George Orwell nunca se habría podido imaginar todos los avances que se han hecho en materia de tecnología de vigilancia. Hoy en día su novela se está haciendo realidad. Si el pobre Orwell viniera a ver cómo es el mundo en la actualidad, probablemente se moriría del susto. En su época era todo pura ciencia ficción. Ahora se trata de una realidad, y es imposible dar marcha atrás. Es más, una de las señales más alarmantes de nuestro tiempo es precisamente que a nadie le escandaliza ya que todos sus movimientos se monitoreen y queden grabados. Todo mensaje de correo electrónico no cifrado puede ser leído por muchas personas. Empleando satélites geoestacionarios y otros medios, diversas agencias de vigilancia pueden escuchar todas las llamadas telefónicas que hacemos. Cada compra que realizamos con una tarjeta de crédito o débito queda registrada en una base de datos de algún sitio y asociada a nuestro nombre, el cual está vinculado a nuestro domicilio. Mediante esas bases de datos interconectadas se puede saber exactamente dónde se encuentra una persona y, hasta cierto punto, lo que hace. Analizando en qué gasta su dinero, se pueden averiguar sus gustos y hábitos. Se emplean implantes de chips para vigilar a niños, a presidiarios, a animales domésticos, a enfermos de Alzheimer y demás. En todo el mundo, las cámaras de vigilancia instaladas en la vía pública, en tiendas, estacionamientos y residencias privadas se van convirtiendo en parte de nuestra rutina cotidiana. Nuestras actividades en Internet quedan registradas con todo detalle, hasta el menor clic que hacemos con el ratón. El Gran Hermano ya es una realidad. No solo es una realidad, sino que está consolidando su dominio del mundo. En Australia, la India, Canadá, Sudamérica, los Estados Unidos y hasta en Afganistán ya se está creando la infraestructura para un gobierno mundial que vigile a las personas «por su propio bien y por el bien de la sociedad». Los medios de vigilancia de hoy van allanando el camino para el establecimiento de la sociedad más fiscalizada que quepa imaginar. La idea es controlar. La Biblia predice que próximamente se instaurará un gobierno mundial encabezado por un tirano poseso al que denomina el Anticristo o la Bestia (Daniel 11:21,23,24; 8:23-25; Apocalipsis 13:7). Para gobernar el mundo, primero tendrá que controlar a la población. Y para ello es indispensable que sepa lo que hace la gente. Por increíbles que sean todos estos avances tecnológicos y por mucho que den que pensar a los que saben del Gran Hermano, en realidad no deberían sorprendernos. La Biblia vaticinó un régimen de esas características hace más de 2.000 años. «[El principal asesor del Anticristo, al que la Biblia llama el "falso profeta", que "engaña al mundo"] hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la Bestia [el Anticristo], o el número de su nombre. [...] Su número es seiscientos sesenta y seis» (Apocalipsis 13:16-18). Con el sistema del 666, ningún habitante de la Tierra podrá comprar ni vender nada a menos que tenga una marca en la frente o en la mano derecha. La tecnología está alcanzando rápidamente el nivel de desarrollo que permitirá la instauración de dicho sistema electrónico de control. Simultáneamente, se están produciendo otros cambios en el mundo que facilitarán la toma del poder por parte del Anticristo. Jesús explicó que durante el ascenso al poder de este dictador y su posterior mandato de siete años se multiplicaría la maldad, y el amor de muchos se enfriaría (Mateo 24:12). La Biblia también dice que en esos tiempos «los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor» (2 Timoteo 3:13). ¿Quién salvará al mundo del colapso económico, las guerras devastadoras, el terrorismo, etc.? El Anticristo, naturalmente. Al haber tanta tecnología en manos de hombres cada vez más impíos, el mundo le está haciendo el juego al Anticristo y su régimen mundial autoritario, el cual prometerá «tecnología y seguridad para todos», pero a la vez impondrá vigilancia y control, llegando incluso a emplear la fuerza bruta para reprimir a quienes muestren su disconformidad y a declarar la guerra total contra quienes se nieguen a postrarse y adorarlo como Dios (Apocalipsis 13:5-7,14-18; 2 Tesalonicenses 2:3,4). Aunque el futuro inmediato no se ve muy promisorio que digamos, como dice el refrán, hombre prevenido vale por dos. Al andar sobre aviso uno estará en mejores condiciones de resistirse al Anticristo y su marca. Y el futuro no tan lejano —cuando regrese Jesús (Mateo 24:29-31)— será de lo más brillante. Disfrutaremos del albor de un mundo nuevo en el que el león se acostará con el cordero, y la Tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar (Isaías 11:6-9).

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