El abatimiento puede convertirse en un verdadero tormento y conducir a estados de ánimo más graves, como la depresión y la desesperanza. Para contrarrestar con eficacia esas lacras es preciso tener claro que si bien esos estados mentales y emocionales suelen ser producto de circunstancias o acontecimientos adversos, su permanencia en el tiempo es de naturaleza espiritual. Aunque vivimos en un mundo físico, estamos rodeados por un mundo espiritual invisible en el que se libra una batalla continua por el control de nuestra mente y corazón. Se trata de una guerra entre el bien y el mal, entre Dios y sus huestes celestiales de un lado, y el Diablo y sus cohortes del otro. Dios procura conducirnos en la dirección indicada, hacia Sus bendiciones. El Diablo, en cambio, se propone desbaratar nuestra vida de todas las formas posibles. No podemos librar esta batalla espiritual y salir vencedores por nuestra cuenta, sin la ayuda de Dios. Pero sí podemos determinar su desenlace por medio de nuestra actitud mental, nuestras oraciones, decisiones y acciones. Por eso en la Biblia se nos manda: «Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del Diablo» (Efesios 6:11, NVI), y: «Resistid al Diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7). Al igual que con todas las demás trampas del Diablo, podemos negarnos a aceptar el abatimiento. Podemos resistirnos a cualquier cosa que sea negativa, a sabiendas de que toda forma de negatividad las preocupaciones, los temores, el abatimiento, el remordimiento, el resentimiento y las críticas proviene del Diablo. Y si el Señor nos manda no preocuparnos, o no tener miedo, no dar lugar al remordimiento, no quejarnos, ni rezongar, ni resentirnos, ni criticar y en efecto, nos manda que no hagamos nada de eso, podemos simplemente obedecerle. No tenemos por qué dar cabida a nada que sea negativo. El otro día, cuando me di cuenta de que estaba albergando pensamientos desalentadores, no lograba salir de eso razonando que todo iba a arreglarse. Tuve que darme cuenta de que se trataba de un ataque espiritual y detenerme a orar para invocar la ayuda de Jesús y las promesas que nos ha hecho en Su Palabra. Recé: «Señor, Tú prometiste sostenernos si echamos nuestra carga sobre Ti, nos aseguraste que no dejarás para siempre caído al justo (Salmo 55:22). Pero Tu Palabra también dice que el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos (Santiago 1:6-8). Por eso te pido que me libres de esta carga de pesadumbre, que me ayudes a fijar mi atención en Ti y en Tus promesas y a hacer caso omiso del Diablo, de sus pensamientos desalentadores y sus mentiras descaradas». A veces es inevitable tener pensamientos negativos. Hay ocasiones en que no podemos impedir que nos sobrevenga el abatimiento o la depresión. No nos queda más remedio que hacer frente a los «dardos de fuego» de la tentación (Efesios 6:16). El Diablo no va a dejar de susurrarnos al oído pensamientos negativos, pero no tenemos por qué escucharlos y darles cabida en nosotros. El poder milagroso del Señor puede liberarnos del abatimiento del Diablo; pero para ello es necesario que acudamos a Él y rechacemos las mentiras del Maligno. Apenas nos damos cuenta de que estamos por caer en la tentación de descorazonarnos, si fijamos nuestros pensamientos en el Señor y las cosas positivas y nos rehusamos a dar lugar al pesimismo, podemos contar con la victoria; le ponemos freno al desaliento antes de que nos abrume, antes de caer presa de él o sumirnos en el pozo de la depresión. Puede que nos lleve algunos minutos librar la batalla. Tal vez hasta nos tome algunas horas. Pero en tanto que estemos luchando en espíritu, en tanto que pongamos todo nuestro empeño por no ceder a él, podemos tener la certeza de que vamos a obtener la victoria porque el Señor nos la prometió. Cuando permitimos que el Diablo dé a nuestros problemas el giro que él quiere, perdemos de vista al Señor y Sus promesas y nos olvidamos de Su poder. El secreto está en reconocer que el abatimiento es una trampa y resistirlo enseguida; porque si le damos lugar, la lucha se vuelve más encarnizada y se hace mucho más difícil salir del pozo. La batalla que nos vemos obligados a librar inicialmente no es nada comparada con la que tenemos que enfrentar después si nos permitimos caer en una depresión. Cuando el Diablo te ataque con pensamientos o sentimientos negativos, devuélvele el golpe con las promesas de la Palabra de Dios, tales como «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1), «Vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu del Señor levantará bandera contra él» (Isaías 59:19), y: «Tú [Dios] guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado» (Isaías 26:3). Resiste esa opresión con el poder del Espíritu Santo y la Palabra de Dios. No te dejes vencer por ella. ¡No le des lugar! En cuanto empieces a sentirte descorazonado, apenas empieces a preocuparte, abofetea al Diablo con la Palabra. ¡Pasa a la ofensiva!Es posible superar el desaliento. ¡Para Dios nada es imposible, y todo es posible para el que cree! (Lucas 1:37). ¡La victoria está a tu alcance! El secreto está en reconocer que el abatimiento es una trampa.
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