sábado, 31 de octubre de 2009

Influyeron en otros


Cuatro años después del hundimiento del Titanic, un joven escocés se puso en pie en el curso de una reunión en Hamilton (Canadá) y dijo: «Soy un superviviente del Titanic. Aquella noche espantosa iba a la deriva asido de un palo, cuando las olas acercaron a mi lado al señor John Harper, de Glasgow, que también estaba flotando en un trozo arrancado del barco. —Buen hombre —me dijo—, ¿está salvado? (Es decir, ¿ha recibido la salvación eterna que Dios ofrece?) —No —le respondí. —Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo —repuso (v. Hechos 16:31). Las olas lo apartaron de mí. Por extraño que parezca, al cabo de un rato lo volvieron a acercar, e insistió: —¿Está salvado ya? —No —le respondí—, a la verdad no puedo decir que lo esté. Me volvió a decir: —Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo. Poco después se hundió. Y allí, solo en la noche, con tres kilómetros de agua bajo mis pies, creí. Soy la última persona que aceptó a Jesús por influencia de John Harper».

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