miércoles, 1 de septiembre de 2010

Más como el maestro


Halló un día un caminanteun trozo de greda fragante.Lo recogió, y en la hosteríale intrigó lo bien que olía.­-Dime, ¿qué eres? -le demanda-.¿Una gema de Samarcanda?¿Un nardo con traje de arcilla o alguna otra maravilla?-No, soy un pedazo de barro.-¿Y ese aroma extraordinario?-Te explicaré cómo es la cosa:es que viví con una rosa. Fábula persaDe los cristianos se espera que procuren parecerse a Jesús, que vivan como viviría Él, que se conduzcan como Él, que hablen como Él y que incluso piensen como lo haría Él. Pero ¿cómo se logra eso? ¿Cómo podemos volvernos más como Él? Tal como enseña esta fábula, el secreto está en vivir bien cerca de Él (2 Corintios 3:18).Si bien muchos dedicamos algo de tiempo al Señor, ¿cuántos ratos de calidad pasamos con Él? Es preciso que haya momentos en que hagamos a un lado nuestros asuntos cotidianos y le prestemos toda nuestra atención, comulguemos con Él y disfrutemos de Él, de modo que lleguemos a conocerlo más íntimamente y nos volvamos más como Él. Por muchas cualidades que tengamos, por muy dinámicos que seamos, por mucho don de gentes que poseamos y muchas buenas iniciativas que emprendamos, si no le dedicamos tiempo a Jesús, no seremos un buen reflejo de Él ni trasluciremos Su amor.El diccionario define el término comunión como trato íntimo o familiar, unión, contacto. Comulgar con Jesús significa establecer un vínculo emocional y espiritual con Él. La alabanza, la oración y la lectura de la Palabra de Dios nos ayudan a establecer y mantener ese vínculo. Son los ingredientes vitales de nuestra relación con el Señor.Ratos de calidadCuando se incrementan nuestras obligaciones y crece nuestra carga de trabajo, muchos solemos acelerar el ritmo de vida. Eso nos conduce al estrés. Los ratos libres pueden contribuir a aliviar la tensión. Pero ni los momentos a solas ni los que pasamos en compañía de los amigos y la familia son capaces de darnos lo que nos ofrece Jesús.Los pasatiempos resultan entretenidos y relajantes, pero al mismo tiempo pueden ser también perjudiciales, pues nos quitan tiempo para las cosas más esenciales, entre ellas la más necesaria de todas: retirarnos un rato con el Señor. Un error que comete mucha gente es tratar de llenar los espacios libres con más tareas o actividades cuando el Señor quiere que se los dediquemos a Él.La forma más segura -de hecho, la única- de lograr una renovación total y duradera es pasar ratos con Jesús. Necesitamos Su amor, Sus fuerzas y Su sabiduría, y la única forma de obtenerlos es dedicarle tiempo.Sin embargo, el solo hecho de reservarle un espacio en nuestro ajetreado horario no es garantía de que vayamos a tener una relación más estrecha con Él. Lo que cuenta es lo que hagamos durante ese tiempo. Es preciso que nos tranquilicemos, que dejemos a un lado las preocupaciones que nos agobian y permitamos que el Señor nos imbuya pensamientos positivos, alentadores y fortalecedores, pensamientos que edifiquen nuestra fe, inspirados en Su Palabra, tanto la escrita como la viviente.Jesús enseñó que el requisito para llevar una vida fructífera es permanecer en Él. «Permaneced en Mí, y Yo en vosotros» (Juan.15:4). «Permanecer en Jesús» es leer Su Palabra, orar y escucharlo, a fin de seguir conectados con Él.Es fácil que la oración se convierta en puro formulismo. Una de las maneras de evitar caer en una rutina es tratar al Señor como el Amigo, Consejero y Amante que quiere ser para nosotros. Como dijo alguien con mucho acierto: «Cuanto más ama uno a Jesús, más se deleita en estar a solas con Él. A los amantes les encanta estar a solas». El Señor, de todos modos, no nos lo impone. Quiere ver hasta qué punto estamos dispuestos a abandonar todo lo que nos distrae para darle preferencia a Él. Si lo ponemos a Él en primer lugar, Su poder y Su asistencia se harán patentes en nuestra vida, más de lo que nunca hemos llegado a imaginarnos.La naturaleza de Jesús«El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gálatas 5:22,23 (JER)).Esas son virtudes que definen a Jesús. Si leemos Su Palabra y comulgamos frecuentemente con Él en oración, se nos pegarán algunos de Sus atributos. ¿De qué manera cabe esperar que cambiemos para mejor? Examinemos esas cualidades una por una. Amor: Dios es amor. Jesús es la personificación del amor de Dios. Como seguidores Suyos, tenemos que manifestar amor de todas las maneras posibles.Alegría: La felicidad auténtica es consecuencia de cultivar una estrecha relación con Dios y vivir de conformidad con Sus preceptos. Paz: En el Antiguo Testamento, paz tiene un sentido bastante amplio. Significa plenitud, salud y bienestar general. En el Nuevo, la palabra significa más bien serenidad, una combinación de esperanza, confianza y sosiego de la mente y el alma. La paz en realidad viene como resultado de la fe, y la fe se alcanza leyendo y creyendo la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Paciencia: Es la capacidad de perseverar tranquilamente frente a las dificultades. Nos hace falta paciencia en muchos casos, tanto con las personas como con las circunstancias; y es importante que seamos pacientes con un espíritu de amor, es decir, sin enojarnos.Afabilidad: Es ser amable y suave en el trato, gentil, considerado, equitativo, compasivo, y conducirse de forma honorable. Jesús posee todas las cualidades de un auténtico caballero, ¿no te parece?Bondad: Mi diccionario bíblico dice que la bondad es justicia, santidad, amabilidad, gracia, misericordia y amor. Otras definiciones añaden: «carácter recto y virtuoso, dulzura, amabilidad». Todo esto caracteriza a Jesús, y si Su Espíritu vive en nuestro interior, también debería distinguirnos a nosotros.Fidelidad: La palabra fidelidad tiene varias acepciones. Una es fe inquebrantable; otra, aplicación, sentido de la responsabilidad y devoción a las obligaciones.Mansedumbre: Me gusta la definición de mansedumbre que da el diccionario en el que me fijé. Dice que la mansedumbre es «actitud de humildad ante Dios y amabilidad para con los hombres, que nace de la conciencia de que todo está en manos de Dios». Dominio de sí: Es la capacidad de controlarse, y en particular de refrenar los impulsos y moderar las reacciones. Jesús desea comunicarnos esas cualidades, de forma que lleguen a ser parte de nuestra esencia. Así haremos gala de ellas en nuestra vida cotidiana, lo cual redundará en nuestro propio beneficio, pues se transformará nuestra forma de ser y tendremos una personalidad más pulida. Pero también se beneficiarán los demás, a quienes Él desea bendecir y conquistar por medio de nuestro ejemplo.

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